#Salud: Estas son las tácticas psicológicas que usan los restaurantes para manipularte y hacer que gastes más dinero

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Entrar a un restaurante es mucho más que elegir entre carne o
pasta. Todo, desde los colores de las paredes hasta el lugar donde
aparece un platillo en el menú, puede influir en cuánto dinero
gasta cada cliente. Los restaurantes conocen bien cómo funciona la
mente y usan estrategias psicológicas para
aumentar el consumo casi sin que el cliente lo note. Descubre cómo
esas pequeñas decisiones que parecen casuales están planificadas
para sacar más provecho de cada visita.

El
poder del menú: no es casualidad lo que ves primero

El menú de un restaurante no es solo una lista de alimentos.
Primero, los restaurantes
colocan los platillos más rentables en lugares estratégicos, como
la parte superior derecha o en páginas impares donde la vista suele
fijarse antes. Esta táctica aprovecha el sesgo de atención
visual
para que elija primero lo que deja más ganancia al
local.

Las descripciones largas y evocadoras no están ahí solo para
informar. Palabras como “casero”, “tradicional”, “jugoso” o
“artesanal” despiertan emociones y aumentan la percepción de
calidad. Un platillo con una descripción bien pensada puede vender
hasta un 27% más porque hace que la mente imagine sabores y
vivencias positivas.

Precios sin
símbolos y la ilusión de ahorrar

No ver el signo de pesos junto al precio tiene una razón. Cuando
el menú muestra solo el número, el cerebro lo procesa sin asociarlo
directamente al gasto. Esto facilita que el cliente se enfoque en
el platillo, no en cuánto dinero dejará. Además, los restaurantes
suelen incluir una opción muy cara casi al inicio, no para
venderla, sino para que el resto de la carta parezca más asequible.
Se trata de un efecto ancla, que influye en la
comparación de valores.

Otra táctica común es redondear los precios a cifras
irregulares, como 179 en vez de 180. Eso crea la sensación
subjetiva de pagar menos, aunque la diferencia real sea mínima.

¿Música de
fondo? También es una estrategia

El ambiente sonoro de un restaurante nunca es casual. Cuando hay
pocos clientes, el personal pone música lenta para que las personas
se relajen y se queden más tiempo. En horas pico, la música rápida
acelera el ritmo de la comida, lo que hace que las mesas se
desocupen antes y se atienda a más gente. El objetivo es influir en
el tiempo de permanencia y, al final, en el consumo total.

Palabras y
nombres que conectan con emociones

No es lo mismo pedir un “pollo al horno” que un “pollo de la
abuela con salsa tradicional”. Los nombres atractivos crean
asociaciones emocionales que vinculan el platillo
con recuerdos, sensaciones de hogar o lujo. Este truco no solo
aumenta el deseo de probar el platillo, sino que puede justificar
un precio más alto.

El diseño visual de la carta también influye. Los colores
cálidos como el rojo y el naranja pueden abrir el apetito, mientras
que las fuentes grandes y elegantes dan la sensación de mayor
calidad.

Foto Freepik

Percepción de
frescura y exclusividad

Un letrero escrito a mano anunciando el “especial del día” suele
crear la impresión de que el platillo es exclusivo o recién
preparado. Sin embargo, ese “especial” muchas veces lleva semanas
en la carta. La apariencia de escasez o novedad motiva a los
clientes a actuar rápido, al pensar que se trata de una
“oportunidad única”.

Te podría interesar:

La presión
silenciosa del bote de propinas

Al llegar a la caja y ver billetes en la jarra, la mayoría
siente la obligación de dejar propina. La realidad es que muchas
veces el propio personal coloca ese dinero antes, para invitar a
otros a contribuir. Es una presión social sutil,
pero efectiva.

Invitación a elegir
opciones más caras

Cuando un mesero pregunta si se desea agua natural o mineral,
rara vez menciona el agua del grifo, que suele ser gratuita. La
pregunta está diseñada para dirigir la decisión hacia las opciones
de pago, lo que incrementa la cuenta final sin que el cliente lo
perciba como imposición.

Sin relojes en el
salón

Muchos restaurantes evitan poner relojes visibles para que los
clientes pierdan la noción del tiempo. Sin la urgencia de mirar los
minutos, los comensales suelen pedir otra bebida, postre o café.
Alargar la estadía permite que la cuenta siga creciendo de manera
natural.

Reciprocidad:
pequeños gestos que hacen gastar más

A veces, el restaurante ofrece una entrada o bebida gratuita al
llegar. Este gesto crea una sensación de deuda inconsciente, lo que
empuja a gastar un poco más, ya sea pidiendo un postre o aumentando
la propina. El principio de reciprocidad lleva a responder
generosamente a ese detalle inicial.

Adaptación y
personalización

Los mejores
restaurantes
aprenden rápido. Analizan qué funciona y ajustan
su estrategia para cada tipo de cliente. Saben que los nuevos
buscan experiencias distintas que los habituales. Los menús y las
recomendaciones pueden cambiar según el perfil de las personas
presentes. Este cuidado refuerza el vínculo emocional y la
sensación de que cada visita es especial.

El silencio de
las promociones limitadas

Un platillo o bebida disponible solo “por tiempo limitado” o
“hasta agotar existencias” casi siempre busca generar apuro.
Alguien que siente que puede perder la oportunidad actuará más
rápido y gastará antes de pensar en opciones más económicas.

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