#Salud: ¿Es realmente necesario pelar la fruta o estamos eliminando gran parte de sus beneficios?

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¿Es una costumbre necesaria quitar la piel de la fruta o, sin
querer, los consumidores están desechando parte de lo mejor? Por
costumbre, salud, o incluso por miedo a los pesticidas, mucha gente
opta por pelar todo tipo de frutas. Sin embargo, la ciencia actual
muestra que la piel suele contener nutrientes esenciales que no
deberían desperdiciarse.

Aportes nutricionales de la piel de la fruta

La piel de muchas
frutas
está cargada de fibra, antioxidantes, vitaminas
y fitoquímicos
. Por ejemplo, la manzana
es famosa por su alto contenido en quercetina, un
flavonoide antioxidante, y en vitamina C. Más del 40% de estos
nutrientes se concentra en la piel, y su eliminación reduce
notablemente el aporte nutricional. Lo mismo ocurre con la
pera, cuya cáscara contiene fibras y compuestos
antimicrobianos.

Las uvas poseen flavonoides y antioxidantes en
la piel, que contribuyen a regular la presión arterial y proteger
las células. Los cítricos (naranja, limón,
mandarina) tienen en su piel vitamina C, aceites esenciales y
hesperidina (un antioxidante antiinflamatorio). El
tomate guarda la mayoría de su
licopeno en la piel, importante por su capacidad
para proteger contra ciertos tipos de cáncer. En la
berenjena, la piel es rica en
nasunina, un fitoquímico antioxidante que protege
la membrana celular y ayuda a combatir la inflamación.

La fibra presente en las pieles mejora la
digestión, proporciona saciedad y ayuda a controlar los niveles de
glucosa en sangre. Este beneficio se pierde en gran parte cuando se
pela la fruta.

Existen también diferencias importantes: las frutas de piel
blanda (manzana, pera, uva, tomate, kiwi, ciruela) suelen poder
comerse enteras si se limpian bien. Por el contrario, las de piel
dura, incomible, o potencialmente tóxica (plátano, piña, papaya,
melón, aguacate) sí deben pelarse porque su cáscara es indigesta o
puede contener compuestos no aptos para el consumo.

Ejemplos de frutas y cómo consumirlas para aprovechar más sus
beneficios

Desde la manzana y la pera
hasta el tomate o la uva, hay
muchas frutas cuyo valor nutritivo crece al consumirse con piel. El
kiwi ofrece el doble de fibra si se come entero,
aunque su piel puede resultar irritante para quienes tienen
sensibilidad digestiva. En los cítricos puede
aprovecharse la piel rallada o confitada; el limón
y la naranja son ideales en repostería y
guisos.

La berenjena cocinada con piel conserva su
nasunina y aporta textura a los platos. En algunos casos, como la
papa, hay que evitar la piel verde por su
contenido en solanina, una sustancia tóxica. Por
otro lado, frutas como plátano, melón o piña
siempre se pelan por su piel dura o incomible.

Es clave aclarar que, para personas sensibles, algunas pieles
pueden ser irritantes. Además, en casos de alergias alimentarias o
historial de piedras renales (por ejemplo con el kiwi), conviene
extremar la precaución y consultar con un profesional de la
salud.

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Foto Freepik

Seguridad alimentaria y cuidados al consumir la piel

El principal temor respecto al consumo de piel de fruta es la
presencia de residuos de pesticidas. Aunque la
piel es la primera barrera física, los pesticidas pueden estar
presentes en la superficie e incluso, en pequeños niveles, en el
interior de la fruta.

Un buen lavado con agua corriente y, de ser
posible, cepillado con un cepillo específico o remojo breve en agua
con bicarbonato o un poco de vinagre sirve para eliminar entre un
80% y un 90% de residuos superficiales. Sin embargo, algunos
productos químicos pueden llegar a penetrar más allá de la piel,
por lo que la limpieza nunca puede ser total. Optar por productos
locales o de origen ecológico disminuye el riesgo
de exposición a residuos tóxicos.

Para personas con problemas digestivos, consumir mucha fibra
insoluble de la piel puede causar molestias. La decisión de pelar o
no debe valorarse considerando tanto los beneficios nutricionales
como la seguridad alimentaria y la tolerancia individual. Si se
tienen dudas, consultar con un nutricionista o médico ayuda a
decidir caso por caso.

Impacto ambiental del desperdicio de cáscaras

Desechar sistemáticamente las pieles de
frutas
y verduras es un gesto cotidiano que suma al creciente
desperdicio alimentario mundial. Las cáscaras
arrojadas a la basura terminan generando gases de efecto
invernadero
como el metano tras descomponerse en
vertederos, agravando el cambio climático.

Reaprovechar las pieles es más sencillo de lo que parece.
Algunas opciones incluyen utilizarlas en recetas creativas (chips
de piel de papa, mermeladas de cáscara de naranja, caldos
vegetales), usarlas para hacer compost en casa, o
apoyar proyectos que convierten cáscaras en bioplásticos y
fertilizantes. Estos hábitos, además de ser sanos, tienen un
potencial ecológico enorme y ayudan a reducir el
impacto negativo en el planeta.

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