Además de beneficiar al personal docente con incrementos salariales indiscriminados de un 20% en solo tres años (único caso en el sector público), el Ministerio de Educación agregó luego un mecanismo de evaluación e incentivos a nivel nacional que ata el incremento de las remuneraciones a la superación y competencia. Una ofensiva, ni más ni menos, directa al mal sistémico de que muchos estudiantes han estado llegando al bachillerato con deficiencias formativas importantes y si es que abandonan las aulas antes de titularse, hacen crecer a la población de los semi analfabetos que ya son demasiado en este país. El hecho de que la Asociación Dominicana de Profesores demande echar de lado el esquema que estimularía a los maestros para adquirir mayor capacidad de inducir aprendizajes coloca al gremio en contradicción con una causa nacional y reafirma la tendencia a pretender que las prioridades gremiales superen las del país. De espaldas a la prontitud que debe asignarse al propósito de dejar atrás con inversiones y esfuerzos integrales las agudas limitaciones que afectan la educación que brinda el Estado.
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Fijar rumbo hacia la calidad de la escuela dominicana ya incluye otras conquistas para el estudiantado con provisión de alimentos, uniformes, útiles, transporte y tandas extendidas; construcción y reconstrucción de planteles; capítulos dirigidos también a dignificar y facilitar el trabajo magisterial que está en el centro de todo y debe ser idóneo; sin lo cual estaríamos perdidos.
