Una base primordial de conocimientos, que es lo que constituyen las matemáticas para el tránsito por la vida de toda persona, han seguido siendo asimiladas en aulas por una minoría de las colectividades educativas en general, lo que año por año, poco más o menos, arrojan las pruebas que aquí aplica el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes, PISA.
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Además de fallidos en manejarse con números, la mayoría de los alumnos de República Dominicana queda también sensiblemente atrás en lectura (24.%) y 23.4% en ciencias. Con la mediocridad del trípode que componen esas tres áreas que impide la óptima formación de recursos humanos, superar el subdesarrollo tomaría más de medio siglo si no es que la baja calidad de la enseñanza se estanca en un círculo vicioso generación tras generación. El ciudadano promedio del futuro de esta tierra parece condenado a carecer de la herramienta esencial para otros campos que son las ciencias exactas. Las matemáticas se requieren para la comprensión de otras disciplinas como humanidades, medicina y ciencias sociales. Y hasta para la música que parece ajena a ellas. Sería difícil saber hasta qué punto los ritmos arrolladoramente populares resultan verdaderos estropicios auditivos para la gente de buen gusto porque en República Dominicana se da como la verdolaga la aridez de un analfabetismo melódico que manda madre y que debería ser combatido con una fracción siquiera del 4% para la educación.
