La vida son ciclos. La Unión Europea también. Se lo toma al pie de la letra Ursula von der Leyen con un proceso que empezó en 2019 y se confirma en 2024: ya dijo hace cinco años ya habló de geopolítica para su primera Comisión Europea, pero la pandemia cambió el paso. Ahora su apuesta es mucho más clara, con la UE tratando de posicionarse en el mundo, mientras las tensiones crecen y con las elecciones en Estados Unidos a la vuelta de la esquina. Así, en Bruselas se aparcan temas como el clima, la igualdad o el empleo, en favor de la defensa, la industria, la producción made in Europe y la perspectiva exterior del bloque. La Unión acelera su mutación.
El primer paso de Von der Leyen después de anunciar su nueva Comisión -a la que todavía le falta pasar el filtro del Parlamento Europeo- ha sido viajar a Ucrania. Es una muestra de compromiso y al mismo tiempo una buena foto de lo que van a ser los próximos cinco años. “Lo primero que hago en Kiev es rendir homenaje a los defensores de Ucrania caídos en los últimos 10 años. Son verdaderos héroes que hicieron el máximo sacrificio por la seguridad de nuestro continente en su conjunto. Llevaremos sus recuerdos en nuestros corazones y mentes”, escribió la presidenta en redes sociales. Se verá con Volodimir Zelenski y buscará mantener viva la llama del apoyo a Kiev.
La Comisión será geopolítica y no climática. El giro en este sentido es importante, pues Bruselas dice adiós a la ‘perspectiva social’ de la UE, de momento: ni empleo, ni igualdad, ni un peso importante para la sanidad. Vivienda sí, pero junto a Energía, a falta de ver cómo se articula. De este modo, las prioridades del grupo socialdemócrata (S&D) quedan diluidas en un pensamiento más orientado al poder duro, un concepto muy repetido en los últimos años en la capital comunitaria.
Por tanto, se impone el mensaje, sobre todo, de los países bálticos: Defensa, industria, apuesta por la imagen exterior, juego de competición con China y Estados Unidos. Y en ese escenario, el Green Deal (Pacto Verde Europeo) queda camuflado en beneficio de una autonomía estratégica que es tan amplia como compleja parece la estructura de la nueva Comisión. La UE piensa menos en sí misma y más en su papel en el mundo. Dos figuras, de hecho, serán claves en el nuevo Ejecutivo comunitario: Kaja Kallas como Alta Representante y Andrius Kubilius como nuevo comisario de Defensa, además de Stephane Sejourné, que será el vicepresidente encargado de Industria.
Eso deja a Teresa Ribera en una doble realidad: su puesto es fuerte en el Ejecutivo comunitario, pero a la vez recibirá presión desde las áreas que serán prioritarias. Ya no hay un planteamiento ‘comercial’ de la UE, sino que la idea desde Bruselas es que Europa pueda ser, a medio plazo, una potencia. Tendrá que haber una inversión fuerte en varios sentidos, y por eso quedará a cargo de Polonia el porfolio de Presupuestos, de la mano de Piotr Serafin. Ese es otro aviso: Varsovia ha sido en todo momento uno de los principales aliados de Ucrania. El ecologismo estará, pero mucho más diluido que en otros tiempos; la película ya es otra.
La nueva era, como dijo Von der Leyen, exigirá una mayor “coordinación” entre comisarios, pues muchos se pisan y reparten temáticas. Ribera está en el escalafón por encima de otros nombres como el comisario de Energía, Dan Jorgensen, o el de Clima, Wopke Hoekstra. La presidenta no quiere horizontalidades ni perfiles que le hagan sombra, pero eso se aplica también en otros ámbitos. Ahora, la realidad es que el papel de la española puede ir en contra de la razón de ser de la Comisión Europea 2024-2029. El tanto que se ha apuntado España es positivo en la teoría; la práctica, en la UE, como se diría en Juego de Tronos, alberga ‘horrores’, si por esto entendemos obstáculos en la proactividad, en la toma de decisiones o en las conversaciones con los 27.
Más coordinación, más exigencia, más peligros
El mundo es ahora una competición. La posible vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca pone en alerta a la UE, que quiere aprender de las lecciones del pasado. Tiene como base el informe Draghi, que no es optimista pero sí puede servir como guía de tareas para la Comisión Europea: la Unión tiene que invertir 800.000 millones de euros anuales para ser competitiva, esto es, más del doble de lo que se invirtió tras la Segunda Guerra Mundial. Así, sin anestesia. Pero con una hoja de ruta que sea clara.
Draghi desarrolla que es crucial ahondar en la coordinación de la regulación y eliminar las barreras administrativas; además, se debe alinear las políticas industrial, de competencia y comercial, para culminar la Unión de los Mercados de Capitales y atender unas necesidades de inversión “inéditas” en medio siglo. Todas ellas son además peticiones ya incluidas también en otro de los informes recientes, el de Enrico Letta sobre el futuro del mercado único. La realidad es que ambos dirigentes italianos hacen el mismo diagnóstico: la UE ha perdido fuerza en la carrera global.
El análisis final entiende, por otra parte, que para ese impulso será necesaria la inversión privada, pero esta no puede ser el pilar fuerte del todo, sino que la apuesta debe sustentarse en la inversión pública y, sobre todo, en empuje conjunto en diferentes sectores como la industria o la Defensa; especialmente, se entiende, en un momento en el que Alemania -el motor de la UE en este sentido- no está pasando sus años más boyantes. De hecho, la nueva Comisión Europea está preparándose hacia ese escenario, con un comisario de Defensa, otro centrado en la capacidad de producción de la UE y más peso a la perspectiva competitiva e industrial. Ahora, la teoría también se la sabe Von der Leyen.
Con todo, la nueva Comisión Europea buscará ser un paraguas importante para las prioridades de los Estados miembros. Sin pesos pesados, Bruselas tendrá que concentrar sensibilidades muy concretas: las de Italia y Hungría en migración; las de Polonia o Finlandia en Defensa; las del sur en lo que se refiere al impulso económico y energético o las de Irlanda o Luxemburgo en lo que se refiere a la reducción de la burocracia. Antes en el Berlaymont estaba el contrapeso de los 27; ahora habrá un amigo… y eso puede tener trampa para el futuro de la UE. Von der Leyen y su ‘tropa’ tendrán que hilar muy fino y, sobre todo, acertar.