Cuenta la leyenda que Donald Trump aprendió en su juventud tres lecciones: ataca, ataca, ataca; niégalo todo; y siempre reclama la victoria. Lo cuenta también The Apprentice, la película dirigida por Ali Abassi, de reciente estreno (a duras penas en Estados Unidos) que narra los inicios de aquel joven ambicioso y atolondrado. Las lecciones se las dio el abogado Roy Cohn, al que muchos llaman el “inventor” de Trump.
¿Cuánto de verdad tiene la película a la hora de retratar a Trump? A juzgar por la reacción del ya presidente electo de EEUU, bastante. “Es una obra barata, difamatoria y políticamente repugnante, estrenada justo antes de las elecciones presidenciales de 2024, para tratar de dañar al mayor movimiento político en la historia de nuestro país”, escribió el político en la red social Truth el pasado 14 de octubre.
Pero Cohn, ¿quién era Roy Cohn? ¿Quién fue ese hombre que modeló a aquel joven y que hoy se sentiría orgulloso de su obra… si no fuera porque murió hace muchos años, en 1986?
El “valor del miedo”
Roy Marcus Cohn nació el 20 de febrero de 1927. Fue abogado y, sobre todo, una persona controvertida y de gran influencia en la vida y la política de EE UU. Los testimonios de la época coinciden en que se ganó la vida intimidando a mucha gente.
Esquire: “Galopó a través de la segunda mitad del siglo XX como un malévolo Forrest Gump”
En un programa de televisión de los 70, Cohn se jactaba de que sus clientes le contrataban por el “valor del miedo”, porque sus oponentes sabían que tendrían que enfrentar “todo tipo de consecuencias terribles”, cuenta la BBC. Tal vez por eso, Matt Groening se inspiró en Cohn para crear el personaje del Sr. Burns de Los Simpson.
“Galopó a través de la segunda mitad del siglo XX como un malévolo Forrest Gump“, dijo de él la revista Esquire. En 2016, durante la campaña de las presidenciales, The Washington Post tituló sobre Cohn: “El hombre que le mostró a Donald Trump cómo explotar el poder e infundir miedo“.
The Washington Post: “El hombre que le mostró a Donald Trump cómo explotar el poder e infundir miedo”
En su defensa hablan pocos. Uno de ellos ha sido Steve Bannon. El exasesor de Trump escribió un prólogo para la biografía de Cohn, escrita por Nicholas von Hoffman, titulada Citizen Cohn: “Es una de las figuras más extraordinarias, demonizadas e incomprendidas de la política del siglo XX”.
Un joven fiscal contra el comunismo
En 1951, con 20 años, ya era fiscal adjunto. Fue una figura clave en los juicios de Ethel y Julius Rosenberg, el matrimonio ejecutado en la silla eléctrica acusados de espiar para la Unión Soviética. Cohn ayudó a diseñar la condena y ejecución de la pareja. Acabó reconociendo que había utilizado conversaciones ilícitas con el juez del caso para obtener la pena de muerte. Ese era Cohn y esas sus enseñanzas… las que memorizó el joven Donald Trump años más tarde.
Su carrera fue conocida principalmente durante la caza de brujas que vino después, el período de las audiencias realizadas en contra de los supuestos comunistas que se encontraban en el gobierno estadounidense. Cohn actuó como brazo derecho del senador Joseph McCarthy.
Un gay persiguiendo homosexuales
También se le conoció por perseguir a los homosexuales para sacarlos de sus puestos en el Gobierno de EE UU. Es lo que se conoció como el Terror Lila de la década de 1950. Y sin embargo, Cohn era gay.
Bannon: “Fue una de las figuras más extraordinarias, demonizadas e incomprendidas del siglo XX”
Murió de sida en 1986. Pero ni en ese momento reconoció que era homosexual, pese a que aparecía en eventos públicos acompañado de sus amantes. Públicamente aseguraba que lo que padecía era cáncer de hígado.
El retrato de ese gay incapaz de salir del armario está en la obra de teatro Angels in America, de Tony Kushner, adaptada luego en la miniserie de igual título dirigida por Mike Nichols. Al Pacino interpreta a Cohn. Al médico que le diagnostica sida le grita: “Lo destruiré”. También se ve a Cohn en la más reciente Fellow Travellers.
En las décadas de 1970 y 1980 era un habitual del icónico Studio 54. Allí coincidía y ejercía influencia, cuenta Caryn James, sobre personas como Barbara Walters, Andy Warhol o Ronald Reagan. Tanto poder y sin embargo, tenía por costumbre de robar comida del plato de otras mesas, cosa que hacía incluso en los restaurantes más elegantes.
El bisoño Trump, el aprendiz
Antes de morir, Cohn fue inhabilitado como abogado por, entre varios delitos, defraudar a algunos de sus clientes. Sin escrúpulo alguno, en sus muchos años ejerciendo el derecho representó a jefes de la mafia, como Tony Salerno o John Gotti, o a Aristóteles Onassis, pero también al cardenal Spellman, arzobispo de Nueva York.
Y a Trump, a aquel bisoño Donald Trump. Ese joven empresario quería conquistar Manhattan, después de que su padre se hubiera forrado construyendo bloques de viviendas en los barrios obreros de la ciudad.
Se conocieron en 1973. Cohn tenía veinte años más que Trump. Fue cuando el gobierno estadounidense demandó al empresario y a su padre por discriminar a los inquilinos negros en los apartamentos que administraban. “Mándales al infierno”, le dijo el abogado.
Cohn hizo que Trump contrademandara al Departamento de Justicia por “difamar” su buen nombre y exigió cien millones de indemnización. De ese modo, logró que el caso se resolviera con un acuerdo. Y el empresario que luego sería presidente de EE UU aprendió la lección; esa y otras muchas, que se resumían en aquello de “ataca, contraataca y nunca te disculpes”.