La reciente visita del Secretario de Guerra de Estados Unidos a República Dominicana debe interpretarse como una clara advertencia geopolítica más que como un simple gesto diplomático. Cuando la mayor potencia militar mundial envía a su máximo responsable castrense al Caribe, señala que la región ha alcanzado un punto crítico de tensión que ya no puede ser ignorado.
El escenario caribeño se recalienta: Venezuela denuncia provocaciones, Estados Unidos despliega su portaviones más importante y la OEA hace llamados a la moderación. Que Washington haya elegido específicamente a República Dominicana para este acercamiento de alto nivel confirma una realidad que el país debe asumir con seriedad: ya no operamos al margen de los intereses globales, sino que formamos parte activa de ellos.
Esta nueva condición estratégica conlleva tanto ventajas como riesgos significativos. Si bien la cooperación militar puede resultar beneficiosa, el alineamiento automático representa un peligro evidente. República Dominicana debe mantener un equilibrio delicado: evitar ser arrastrada a conflictos ajenos mientras protege su papel como socio confiable, sin renunciar por ello a su autonomía estratégica.
Mientras el Gobierno probablemente presente esta visita como un triunfo diplomático, la ciudadanía debe interpretarla como lo que realmente es: una señal inequívoca de que ingresamos en un ciclo regional más incierto, más tenso y más vigilado. Un período que exige de las autoridades nacionales máxima prudencia, claridad en los objetivos y firmeza en las decisiones.
En este contexto geopolítico complejo, la República Dominicana no puede permitirse el lujo de actuar sin plena conciencia de su posición estratégica y sus implicaciones.
REDACCIÓN FV MEDIOS