Una niña de 10 años no ‘mantiene relaciones’: la violan

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Todavía nos falta mucho como sociedad. La semana pasada, distintos medios de comunicación y autoridades públicas se refirieron a dos casos similares: una niña de 10 años, violada por varios hombres, que terminó contagiada de VIH. Sin embargo, en ambos casos el hecho fue narrado como si se tratara de ‘una niña de 10 años que mantenía relaciones sexuales con varios hombres’.

La frase no es un detalle menor. Es una declaración de fondo.

Hablar de ‘relaciones sexuales’ cuando se trata de una menor de edad es asumir, aunque sea de manera inconsciente, que existe consentimiento. Es borrar la violencia, diluir la violación y trasladar la carga moral a la víctima, como si esa niña hubiese querido, como si el desenlace fuese consecuencia de una supuesta conducta y no de un crimen.

Una niña de 10 años no tiene capacidad para consentir. Punto. Por tanto, no hubo relaciones. Hubo abuso. Hubo violación. Hubo un delito grave.

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Cuando un país normaliza este tipo de lenguaje, cuando no le pone nombre al oprobio, se entiende por qué la tasa de embarazo adolescente continúa siendo alta, por qué los depredadores sexuales siguen encontrando excusas sociales y por qué las cifras de feminicidio se mantienen como están. No es casualidad. Es coherencia cultural.

Un país que sigue, aunque sea de manera inconsciente, responsabilizando a la víctima; un país que no pone nombre al oprobio y prefiere irse por la tangente; un país que suaviza el horror con eufemismos, no es un país en plena conciencia. Es un conuco con bombillo: apariencia de modernidad, pero estructuras mentales arcaicas.

**REDACCIÓN FV MEDIOS**