En plena resaca de la victoria de Donald Trump, los mandatarios europeos se reunieron la semana pasada en Budapest para tratar el futuro de su comunidad política. Como anfitrión estaba el presidente húngaro, Viktor Orbán, que se jactó de haber brindado con vodka por el resultado de las elecciones americanas ante una audiencia todavía frotándose los ojos por la vuelta del empresario a la Casa Blanca.
En el salón del palacio de congresos, además de los políticos y sus asesores, un gran elefante en la habitación ocupaba todo el espacio de la reunión: qué pasará con la guerra de Ucrania y por tanto con la ofensiva rusa en Europa. Tras mucho discurso protocolario y abrazos a un descompuesto Zelenski, subió a la tribuna Emmanuel Macrón.
Defendió que no se puede delegar la seguridad continental en los estadounidenses. El presidente de Francia también se preguntó si queremos leer la historia escrita por otros o queremos escribirla. Él mismo se respondió diciendo que como europeos tenemos la fuerza para escribirla, pero para eso toca actuar y defender nuestros intereses desde la autonomía estratégica.
Entonces para explicar mejor lo que quería decir y que le entendiese hasta el último vecino, catalogó a los europeos como herbívoros en un mundo de carnívoros. Una dieta de la que hemos presumido en los últimos tiempos en la Unión Europea con nuestras legislaciones medioambientales y otras regulaciones para defender los derechos humanos que nos hacen ser los más buenos del planeta, pero no los más competitivos. La frase que ha hecho fortuna resume el momento: “Estados Unidos inventa, China produce y Europa legisla”.
Pero es que vivimos una época en la cual los que se alimentan de proteínas y chuletones, cada día se les ve más musculados y más fuertes sus industrias o sus ejércitos. Y ahora para colmo, un hipercarnívoro como Trump lidera el país más rico del mundo; la era del solomillo ya está aquí con los aranceles, los muros a la inmigración y los amigotes populistas. Nada que no hayamos visto estos años con China o Rusia y su dieta paleo, que se inspira en la alimentación de nuestros ancestros cazadores y recolectores. Acaso la dependencia europea del gas ruso o de las importaciones chinas no convertía a esos países en auténticos depredadores/cazadores. O es que el desembarco de baratos productos chinos por estas latitudes no era más que una forma de recolectar y llevarse a su país los beneficios, machacando nuestra industria que sí cumple las legislaciones ‘veganas’ que esos ‘carnívoros’ se saltan sistemáticamente.
Macron catalogó a los europeos como herbívoros en un mundo de carnívoros
Por eso, Macron, ante la sorpresa del proteico Orbán, ha defendido que los europeos tenemos que ser omnívoros. Si no nuestro vergel europeo de bienestar y verduras en la dieta será devorado por los fortísimos carnívoros que cada vez son más imparables. Las empresas europeas han de contar con el apoyo de una Europa omnívora que sepa jugar en todos los campos, que tenga una dieta equilibrada que las permita tener fuerza para crecer y nutrientes para afrontar las crisis económicas o incluso bélicas que están por llegar.