Como malparidos, los hijos de nadie que moran en La Victoria han sido condenados múltiples veces: primero fueron privados de la libertad y no siempre para que purguen merecidas condenas y luego los sentenciaron a vivir bajo el hacinamiento y, al hacerlo, han de pagar con su dignidad, sus derechos e, incluso, hasta sus vidas.
Estar en el penal los convierte en candidatos a una pena de muerte que puede llegar cuando Dios o el azar así lo deseen porque a las autoridades les ha costado demasiado tiempo decidirse a readecuar las instalaciones de la Nueva Victoria, una obra cuyos trabajos están paralizados, tal como lo comprobaron los reporteros que visitaron Las Parras el martes pasado.
Puede leer: El carnaval de Salcedo y por qué, por qué…
La historia de La Victoria está marcada por la derrota de un sistema penitenciario muy cruel. El siniestro del lunes lo ratifica: aunque inició a las 9:00 de la mañana, a la 1:00 de la tarde las autoridades del penal seguían pidiendo ayuda porque solo había 3 unidades de bomberos, dijo ayer el vicario general de la Arquidiócesis de Santo Domingo, Abraham Apolinario, quien explicó que en el lugar no había agua.
Para que alguien pensara en los presos de La Victoria tuvo que mediar la Iglesia católica. Entonces todos se movilizaron. ¡Pero pasaron cuatro horas! ¡No hay perdón! ¡Son 13 muertos! ¡Eran personas!