Por Dayanara Rivera de Campos – SD
El Pregonero, Santo Domingo.- La fiebre por la tecnología y el desarrollo digital ha transformado los sueños de muchas naciones, pero en esa carrera por avanzar en áreas tecnológicas, olvidamos lo más básico: la alimentación y la agricultura. Países que aún luchan por salir del letargo del subdesarrollo invierten en universidades y carreras tecnológicas, dejando de lado la importancia de fortalecer la producción agrícola, base de la supervivencia humana desde tiempos inmemoriales.

Hoy es más común ver jóvenes que desean ingresar a universidades tecnológicas, ansiosos por carreras en informática, ingeniería o tecnología, mientras las relacionadas con agronomía o agricultura tienen menos cupos y menor interés. La juventud se aleja cada vez más de la tierra, de la siembra y del trabajo en el campo, y en su lugar se opta por un mundo virtual y la promesa de un futuro digital. Pero, ¿qué pasará cuando los alimentos escaseen y dependamos de productos enlatados o suplementos sintéticos? La historia advierte que esa dependencia puede ser peligrosa.
Recuerdo las palabras del director del FEDA, quien expresó su deseo de que los niños de la calle aprendan a sembrar. Es una buena intención, pero también una reflexión sobre cómo hemos descuidado la raíz misma de nuestra seguridad alimentaria. Rabindranath Tagore decía: «Si encuentras un hombre en el camino, no le regales un pez, enséñale a pescar; un pez le dará alimento por un día, pero pescar le dará alimento para siempre». La verdadera solución no es solo dar alimento momentáneo, sino enseñar a producirlo, a valerse por sí mismos, a trabajar la tierra con dignidad y compromiso.
En la República Dominicana tenemos una riqueza incalculable: un clima benigno, tierras fértiles y recursos que, si se aprovechan con inteligencia y respeto, podrían sustentar a nuestra población en forma sostenible. Sin embargo, en lugar de inculcar valores de trabajo, esfuerzo y respeto por los recursos, dejamos que las redes sociales y la desinformación nos lleven por un camino de fantasía y superficialidad. Nuestros niños y jóvenes están siendo instruidos en un mundo de ilusiones, en lugar de aprender a valorar lo que la tierra nos ofrece y a aprovecharla con sabiduría.
Es momento de detenerse, de hacer un alto y reflexionar sobre cómo estamos utilizando los recursos que Dios nos ha dado en esta isla. La verdadera riqueza está en nuestra tierra, en nuestro trabajo y en nuestra cultura de esfuerzo. Solo así podremos construir un futuro donde la alimentación segura, la educación en valores y el respeto por la naturaleza sean los cimientos de una nación verdaderamente desarrollada y consciente de su identidad.
REDACCIÓN FV MEDIOS


