Cuando se escuchan varias voces en Bruselas, ya sea en la UE o en la OTAN, se repite -o repetía- la idea de que Europa no podía seguir delegando su seguridad en Estados Unidos, y en realidad es lo que está haciendo: ahora mismo el continente en su acepción más amplia está pendiente de que Donald Trump tenga éxito como mediador para poner fin a la invasión rusa de Ucrania. Las conversaciones avanzan, con mayor o menor ritmo, pero están en un momento que no se ha visto desde el inicio del conflicto y los aliados de Kiev simplemente esperan que Washington tenga audacia y capacidad de hacer cambiar de opinión a Putin o de conseguir que Zelenski ceda de alguna manera. En definitiva, Europa se resigna.
Y eso plantea dos dilemas para Europa: el primero, seguirá delegando su seguridad en Estados Unidos, como ha hecho hasta ahora a través de la Alianza, pero esta vez con una Administración en la Casa Blanca que aplica la doctrina MAGA (hacer América grande otra vez) pero no se preocupa de lo que pueda hacer o deshacer su continente hasta ahora aliado, ahora simplemente socio… o ni eso. De ese modo, la tan ansiada autonomía estratégica de la UE seguirá muy lejos. El segundo es que Ucrania no es relevante para Washington, pero sí lo es para Europa. Trump quiere apagar este ‘problema’ desde la prisa, para poder centrarse en otros focos, como es el caso de Venezuela.
Estados Unidos ya ha dejado claro que tiene prisa por que acabe la guerra, pero no interés en que el acuerdo sea bueno para Europa. El conflicto tiene que acabar y ya. El propio Marco Rubio, secretario de Estado de EEUU, también es cauto y asegura que es Putin “el único que puede acabar con la guerra”. Pero no pudo ser más rotundo al mismo tiempo al referirse al papel estadounidense en este proceso y reconoció que Trump veía este conflicto “como el más fácil de resolver” porque es “el que menos sentido tiene”.
Pero no ha sido así: “¿A qué puede acceder Ucrania dadas las circunstancias y a qué está dispuesta Rusia? Al final, esto no depende de nosotros. Esta no es nuestra guerra y no estamos luchándola; allí no hay soldados estadounidenses. Es otro continente. Nos comprometemos porque somos los únicos que podemos hacerlo. El único líder del mundo que puede sentarse con las partes para intentar llegar a un acuerdo es Trump”, terminó Rubio, que además tuvo una advertencia para los europeos alegando que no se puede buscar una paz con Rusia teniendo cortados todos los canales de comunicación con el Kremlin.
Mientras, la OTAN está en modo espera y su secretario general, Mark Rutte, no ha podido ser más claro esta semana. “No voy a reaccionar a todo lo que Putin está diciendo. Lo hemos visto con ropa militar, vestido como un soldado en el frente, pero ese frente estaba bastante lejos del frente [diplomático] de estos días, así que no voy a reaccionar a todo”, sostuvo sobre los avisos de Putin de que Rusia está lista si Europa ataca a Moscú. El neerlandés pide “esperar” qué dan de sí las negociaciones lideradas por Trump.
Mientras, los aliados van desde los más cautos, como España, que asegura que la Alianza es “defensiva” pero que está preparada para “cualquier escenario”, hasta los más rotundos, como es el caso de Alemania. “El mensaje que transmitimos como alianza es claro: somos capaces de actuar, somos eficaces y estamos dispuestos a defender lo que nos une, nuestra seguridad, nuestra libertad y el orden de paz en Europa”, expuso el ministro de Exteriores germano, Johann Wadephul, en un tono compartido por otros aliados como Países Bajos o los bálticos.
La UE, por su parte, hace lo que puede. El papel del bloque en las conversaciones es casi nulo, y toma las medidas que puede dentro de sus competencias pero sin ser un interlocutor válido para Moscú y casi testimonial para Washington. En ese escenario, ha pactado por fin la suspensión de todas las importaciones de gas y petróleo rusos, en distintas fases, para el año 2027, en un marco además en el que se sigue negociando el vigésimo paquete de sanciones contra Rusia.
Más allá de los efectos de estas medidas, Bruselas puso este miércoles también, tras varias semanas, sobre la mesa su propuesta para usar activos rusos congelados en la reconstrucción de Ucrania. El objetivo es, según la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, cubrir 90.000 millones de euros en apoyo a Ucrania para los años 2026 y 2027. El sistema -llamado préstamo de reparaciones- pasaría por usar esos activos congelados, cubriendo todas las instituciones que los tengan ahora mismo, a través del mecanismo anunciado; las entidades los trasladarían por tanto a la herramienta que plantea la Comisión Europea. Una vez ahí, el dinero iría a parar a Ucrania y Kiev tendría que devolver las cantidades una vez que Rusia pague las reparaciones, expuso la alemana.
“Nuestras propuestas se ajustan al Derecho internacional, maximizan la presión sobre Rusia y transmiten un mensaje claro de que su agresión no prevalecerá”, añadió por su parte el comisario europeo de Economía, Vladis Dombrovskis, en un mensaje más bien dirigido a Bélgica, que alberga casi el 62% del total de esos fondos y ya se ha posicionado en contra de la propuesta de Bruselas pese a las salvaguardas prometidas por la Comisión. De nuevo, el tiempo va en contra de la UE, que tiene que esperar a la cumbre de líderes de este mes para saber si esta idea, tan complicada como importante, llega a buen puerto.
¿Y si al final Estados Unidos no hace lo que Europa quiere que haga? Trump lo tiene fácil, la UE, la OTAN y Ucrania no tanto. La Alianza lleva años reivindicando su resurrección, sobre todo desde el inicio de la invasión rusa; el bloque comunitario quiere ser autónomo, pero no sabe cómo. Y mientras, el gigante que es Estados Unidos es el que parte y reparte, con los demás resignados hasta ver si pueden levantar la mano y tener un turno de palabra.