Trump y Harris, esa extraña pareja

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Las palabras más aterradoras en inglés son: «Soy del Gobierno y estoy aquí para ayudar». Lamento que en estas infaustas horas de horror, indignación e impotencia, con bastardos con dientes dedicados profesionalmente a la política en España, evoque la célebre frase de Ronald Reagan. Sustitúyase inglés por español, y ponga la frase en la boca de cualquiera de los inútiles y mezquinos que se lanzan muertos a la cabeza.

No le andan a la zaga la tropa milenaria de bobos en redes sociales, gregarios y fanáticos de izquierda y de derecha, que son incapaces de aceptar la inmoralidad y la mediocridad de sus propios líderes, por triste que sea. «No quiero ser un idiota estadounidense/Una nación controlada por los medios/La era de la histeria de la información/ Está llamando a la América idiota». Esta vez es la letra de una canción de Green Day la que pone en situación a tantos idiotas de uno y otro lado del océano que, indiferentes realmente a la tragedia, palean no el fango de las calles, sino el lodo de sus miserias.

Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, Trump y Harris se la juegan. Estados Unidos representa la esencia de la polarización emocional, de la desinformación estructural, de la histeria informativa. La democracia racional y representativa ha dado paso a una democracia mórbida y compulsiva, en la que vence el esperpento y la extravagancia. Pero, debajo de la superficie de los sentimientos polares, Harris y Trump exhiben dos formas diferentes de entender su patriotismo.



El expresidente estadounidense Donald Trump y la candidata demócrata Kamala Harris.

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Mientras Trump aspira a que Estados Unidos vuelva a ser la gran nación del sueño americano originario, en la que no le duelen prendas en soltar amarras con sus viejos socios europeos mediante la imposición de aranceles adicionales al comercio exterior, Harris se desenvuelve, con cierta ambivalencia controlada, en la defensa de una nación multicultural, proclive a la redistribución de la renta y al incremento del gasto público en áreas donde Biden ha fracasado estrepitosamente, como es la dependencia. En verdad, no tengo la menor duda de que ambos están dispuestos a dopar la economía con apoyos fiscales agresivos y a mantener los insostenibles desequilibrios presupuestarios. Aunque no lo reconozcan, son iguales.

Todo ocurrirá en las próximas horas. Cierto es que Estados Unidos, con la pandemia, dejó de ser aquel país plenipotenciario que lideraba todas las crisis internacionales. Y cierto es también que, desde entonces, buscan su lugar en el mundo. Trump y Harris tienen la respuesta. Y Europa está a la espera, aunque los europeos llevamos mucho tiempo esperando, como si la respuesta tuviese que llegar desde fuera

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