Estados Unidos tiene la CIA, Reino Unido el MI5 y el MI6, Israel al Mosad, España el CNI, y Rusia la FSB (antes KGB). Vladimir Putin, de hecho, formó parte de ella. Y no, no es ficción; los espías no solo salen en las películas y esas amenazas se pueden tomar ahora como otra de las preocupaciones para la Unión Europea. Hemos visto a James Bond, o series como Homeland, The Blacklist, Fauda o Bodyguard; hemos imaginado a personas con identidades que no son la suya, como héroes o villanos. Bien, pues en el mundo real la Unión parece tener ahí una falla, o al menos así lo detecta el informe Niinisto.
Este documento, encargado por la Comisión Europea al expresidente finlandés con ese apellido, recoge una idea que mezcla sorpresa con necesidad: la Unión Europea necesita de su propia agencia de inteligencia. Es decir, tiene que haber espías Made in Europe. Niinistö sugiere reforzar la Capacidad Única de Análisis de Inteligencia de la UE, que incluye tanto el Centro de Inteligencia y Situación de la UE como la inteligencia militar de la UE dentro del Estado Mayor de la Unión, dependiente del Servicio Europeo de Acción Exterior. Esto, dice, no iría en contra del trabajo y la cooperación entre los Estados miembros, sino que complementaría su labor.
¿Por qué esta vía? Básicamente para tratar de igualarse de alguna forma con Rusia, China o Estados Unidos. El informe se remite a hechos, pues el finlandés recuerda que muchos diplomáticos rusos y chinos han sido expulsados de capitales europeas por acusaciones de espionaje, “mientras que Bruselas, sede de numerosas instituciones y embajadas, se ha convertido en un centro de actividades encubiertas“. La UE tiene que responder a esto porque estamos en la era “de los ataques híbridos”, sobre todo desde Rusia y especialmente a raíz de la invasión de Ucrania.
“Nuestra dependencia de las tecnologías modernas nos hace vulnerables a los ciberataques, mientras que nuestras sociedades abiertas y democráticas son vulnerables a las operaciones de influencia maligna, por ejemplo en forma de manipulación deliberada de la información”, recoge el documento, que sirve para preparar a la UE para futuras crisis, no solo desde el plano político, sino también militar. Todo ello se engloba en un plan para que la Unión sea un actor estratégico, y eso incluye una hoja de ruta clara (y nueva) en términos de Inteligencia.
Se centra en Rusia y China, pero también en “otros actores maliciosos participan activamente en operaciones híbridas que se aprovechan de tales dependencias y vulnerabilidades como método de bajo coste y alta recompensa para lograr sus objetivos políticos: separar a los Estados miembros de la UE y debilitarnos“. El diagnóstico que hace Niinisto parece evidente; la duda está en si la UE está preparada para afrontarlo. La Manipulación e Interferencia de Información Extranjera (FIMI), que va desde la desinformación a la intimidación, “es cada vez más sofisticada, difícil de reconocer o atribuir y aprovecha rápidamente las nuevas oportunidades tecnológicas“, recuerda.
Esas amenazas de las que habla el informe tienen efectos directos en el día a día de la gente. “Los ataques contra infraestructuras críticas, como las redes de energía, pueden provocar pérdidas de electricidad con efectos simultáneos en varios Estados miembros, daños económicos sustanciales y socavar la seguridad pública”. Es más, hay ejemplos concretos: los hospitales cuyos sistemas informáticos se caen por ciberataques no pueden atender a los pacientes, tienen que posponer cirugías u otros cuidados médicos, lo que puede poner en peligro vidas humanas. Los ataques a las infraestructuras hídricas por medios cibernéticos o mediante sabotaje físico “pueden provocar un pánico social masivo y tener consecuencias catastróficas“.
“Ya hemos sido testigos de daños en gasoductos submarinos y cables de comunicaciones submarinos en circunstancias sospechosas. Paralelamente, la interferencia o suplantación deliberada de las señales del Sistema Mundial de Navegación por Satélite (GNSS) afecta a la seguridad de la aviación”, resume el documento firmado por Niinisto, sobre el que ya trabajan los Estados miembros y las instituciones comunitarias. La UE “tiene que aprender la lección” (otra más) de pasos que está dando Rusia en Ucrania, pero mirar también lo que está haciendo Moscú sobre territorio europeo.
“Al haber sido expulsados de los Estados miembros de la UE cientos de agentes de inteligencia rusos que operaban bajo cobertura diplomática, Rusia parece estar recurriendo cada vez más a apoderados para llevar a cabo sus operaciones de sabotaje, dirigidas por ejemplo contra enlaces de transporte críticos, propiedades comerciales, sistemas de gestión del agua y almacenes militares que se utilizan para prestar apoyo a Ucrania”, añade Niinisto. “El aumento de las operaciones de sabotaje y otras operaciones híbridas puede empezar a minar la sensación de seguridad de los ciudadanos, así como el atractivo económico de los países más agresivamente atacados. Las tácticas temerarias, incluidos los incendios provocados y el uso de explosivos, plantean graves riesgos para la seguridad pública”, concluye.
Bruselas, un terreno conocido por los espías
En ese escenario digno de película pero que es tangible fuera de la ficción, la Comisión Europea ya ha lanzado una señal a sus empleados, tal como recoge POLÍTICO. “Bruselas es uno de los mayores centros de espionaje del mundo, con cientos de agentes de inteligencia en activo que tienen como objetivo nuestra institución”, le explica una fuente al citado medio, que además se refiere a un documento interno enviado por el Ejecutivo comunitario. Los objetivos, según Bruselas, parecen claros: “Diplomáticos, periodistas, grupos de presión, científicos o estudiantes de doctorado”, expresan. Así, la UE tiene que estar preparados: hay espías, y no son personajes de una serie.