Por Valentín Rosado Vicioso.
Como preludio a una serie de artículos sobre la génesis y evolución de la reforma de la Policía Nacional Dominicana, se destaca que el apoyo ofrecido por el actual presidente constitucional ha sido inaudito y representa un momento histórico que sus miembros, sin importar grado o jerarquía, deberían capitalizar desde adentro.
Las primeras acciones para lograr una reforma policial en el país no son recientes; datan de gestiones gubernamentales que se remontan a la década de los 90, tras la finalización de la Guerra Fría. En ese entonces, líderes de gobierno tras gobierno se empeñaron en diseñar proyectos e impulsar planes —aunque en ocasiones fallidos— encaminados a la transformación, profesionalización y modernización de la institución, cuyo lema pasó de “Ley y Orden” a “Proteger y Servir”.

Por ahora, el tema no será abordado aquí en profundidad, sino en escritos venideros. Por el momento, cabe sostener que, desde 1992 a la fecha, presidentes, senadores, diputados, ministros de Interior y Policía, jefes (ahora directores) de la Policía, generales y oficiales superiores —todos sin excepción, aunque unos más que otros— aportaron su “granito de arena” con el deseo de lograr un cambio institucional.
Así, debe recordarse que la Policía Nacional de 1992 a 1996 no fue la misma que la de 1996 a 2000, ni la del 2000 a 2004. Los futuros escritos probarán que en cada período hubo más avances que retrocesos y que desde el Ejecutivo existió interés y voluntad de cambio. Lo mismo ocurrió entre 2004 y 2012, y desde 2012 hasta 2020, año en que asumió su mandato el actual presidente constitucional en su primer período.
La verdad, que saldrá a relucir en los próximos días, es esta: desde su creación en 1936, jamás la Policía Nacional había recibido un apoyo tan sorprendente, extraordinario y sin precedentes desde el Poder Ejecutivo como en la actualidad.
Este respaldo abarca desde la presencia física en su sede principal todos los lunes del primer mandatario, el presidente Luis Rodolfo Abinader Corona —autoridad suprema de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional—, hasta los cuantiosos recursos financieros y logísticos destinados al equipamiento, avituallamiento, transformación, profesionalización, modernización y operatividad de la institución, para fortalecer la seguridad pública en todo el territorio nacional.
La inyección de dichos recursos ha permitido cuantificar avances en el proceso de reforma institucional, que incluyen beneficios directos para los miembros policiales y sus familias: mejora sustancial y sin precedentes de salarios, aumento en la cobertura del Seguro Nacional de Salud (SENASA), incentivos para adquisición de viviendas, productos comestibles en tiendas y supermercados, transporte público gratuito, bonogás, bonoluz, equipos de protección personal y de servicio, nuevo uniforme, entre otros.
A esto se suma el fortalecimiento del área educativa con la edificación de nuevas escuelas de formación, reforma curricular, aumento de personal de nuevo ingreso para labores preventivas, y la tecnificación de áreas como Recursos Humanos, Logística, Inteligencia, Asuntos Internos, Investigaciones Criminales, Tecnologías de la Información y Ciberseguridad.
Para estos logros, no solo ha bastado el suministro de recursos, sino también la firme voluntad del presidente de lograr un verdadero cambio institucional —proceso que, obviamente, no se completará de la noche a la mañana, pero cuyos avances son ya notables.
Tampoco puede obviarse la dedicación de los líderes internos que guían el proceso: la ministra de Interior, Faride Raful; los honorables miembros de una comisión de alto nivel designada por el Ejecutivo, con profesionales de trayectoria académica y asesores internacionales; el director general, Mayor General Licenciado Ramón Antonio Guzmán Peralta; el subdirector, General de Brigada Licenciado Juan Guzmán Badía, entre otros oficiales generales y superiores.
¿Y qué decir de aquellos hombres y mujeres policías cuyos nombres suenan poco, pero que se han empoderado desde el inicio y han vencido la resistencia al cambio? Llenos de entusiasmo, hidalguía y coraje, con solo exhibir su deseo de ser diferentes y mejorar sus servicios preventivos para enfrentar la criminalidad y reducir la tasa de homicidios, detonan los avances logrados. Sin ellos, no habría transformación institucional; son el Recurso Humano imprescindible para garantizar la seguridad pública.
Ahora, lo que faltaría es que, más allá de los canales institucionales de divulgación, cada miembro policial —por convicción propia y concepto del deber— se convierta en vocero de sus propios avances, los exhiba y sienta el orgullo de los verdaderos policías que están para proteger y servir a la nación.
Ojalá que en el tiempo por venir, el proceso de reforma, transformación, profesionalización y modernización de la Policía Nacional de República Dominicana continúe como va.
Por el momento, a todos, activos y en servicio pasivo, solo les restaría decir: ¡Gracias, Señor Presidente! ¡Enhorabuena!
El autor es Mayor General en servicio pasivo, Piloto P.N., Licenciado en Derecho y Magister en Defensa y Seguridad Nacional, egresado de la Universidad Nacional de Defensa del Ministerio de Defensa RD.
**REDACCIÓN FV MEDIOS**


