Santo Domingo.- Hace cinco años, el 19 de marzo de 2020, el gobierno de la República Dominicana decretó un toque de queda nocturno en respuesta a la emergencia sanitaria provocada por la pandemia de COVID-19. Ese mismo mes, el país fue sacudido por el anuncio de su primer caso positivo, un turista italiano que llegó al Aeropuerto Internacional de La Romana el 22 de febrero. Este evento marcó el inicio de una crisis sanitaria global que cambiaría para siempre la vida de millones de personas.
El impacto fue inmediato. En el país, se vivió una situación crítica, con miles de personas falleciendo a causa de la enfermedad y una gran presión sobre el sistema de salud. Sin embargo, para los médicos que estuvieron en la primera línea de batalla, el recuerdo de esos días es una mezcla de tragedia, miedo, pero también aprendizaje y reflexión.
La incertidumbre y el miedo
El 2020 trajo consigo un cúmulo de emociones y situaciones inéditas, incluso para los profesionales de la salud, acostumbrados a enfrentar desafíos.
El doctor Alexander Marte, médico internista e intensivista, recuerda con pesar las jornadas interminables en las unidades de cuidados intensivos, donde veía morir a pacientes pese a los esfuerzos. «Ver morir tanta gente, hacer todo lo que podíamos y aún así no poder salvarlos… Fue algo que nos dejó marcado», explicó.
Por su parte, la doctora Mary Jenny Guerrero, internista e intensivista, relata cómo el miedo la acompañaba cada día, especialmente por la incertidumbre de no saber cómo la enfermedad podría afectar a sus seres queridos.
«Tenía un bebé de siete meses en casa, y salía a trabajar sabiendo que el virus estaba matando a personas a mi alrededor. Mi mamá me decía que dejara ese trabajo, pero mi vocación me hacía seguir», narró.
El miedo no solo afectó a los profesionales de la salud, sino también a la población general. Pablo Yunes, médico internista, describe cómo el temor a lo desconocido condicionó su labor diaria. «No sabíamos qué esperar, cómo iba a responder la enfermedad en cada paciente. Ver morir a tantas personas y saber que no podíamos hacer más, era desgarrador», comentó.
El dolor de la soledad y el sacrificio
Los médicos señalan el asilamiento de los pacientes como una de las experiencias más difíciles de esa época debido a los protocolos de seguridad. Las personas que ingresaban a los hospitales no podían recibir visitas de sus familiares, lo que aumentaba el sufrimiento de los enfermos.
«Es triste morir solo. Muchas veces los pacientes no podían estar con sus seres queridos, ni siquiera en sus últimos momentos», recuerdó Yunes, quien presenció el sufrimiento tanto de los pacientes como de sus familias.
El sacrificio personal de cada médico también fue significativo, para muchos, el temor al contagio los obligó a separarse de sus familias, incluso por largos períodos.
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«Con mi hija pequeña de dos años, tomamos la decisión de vivir separados. Sabía que tenía que protegerla, y eso fue muy difícil», relató Aura Menabáez, médica emergencióloga.
El impacto emocional fue profundo, y las consecuencias del trabajo intenso y la constante exposición al riesgo fueron difíciles de sobrellevar, El doctor César Gamalier Matos, cardiólogo e internista, confiesó que las pesadillas relacionadas con el hospital y los pacientes fallecidos lo acompañaron por meses.
«Era como si estuviéramos anestesiados, viviendo una pesadilla de la cual no podíamos despertar», dijo.
La resiliencia y el aprendizaje
A pesar del sufrimiento, muchos de estos médicos coinciden en que la pandemia les dejó valiosas lecciones. «La experiencia nos cambió como seres humanos y como médicos», afirmó la doctora Rosani González, internista y neuróloga.
«La lección es que como sociedad debemos ser más empáticos, valorar más a las personas, sin importar lo que tengan o lo que sean», agregó.
El temor, la incertidumbre y la resiliencia fueron los motores que permitieron a muchos sobrevivir y continuar luchando contra el virus. A medida que pasaban los meses y se iban conociendo más detalles sobre la enfermedad, los médicos pudieron adaptarse a la nueva realidad. Sin embargo, muchos nunca olvidarán el impacto emocional de esa época.
«Recuerdo la soledad de los pacientes, esa fue la parte que más me afectó. Ellos estaban allí, lejos de sus familias, sin poder recibir el consuelo de sus seres queridos», contó la doctora Isabel Meyer, internista y coordinadora de hospitalizaciones en la Plaza de la Salud.
Cinco años después: la perspectiva de los médicos
Hoy, cuando la pandemia parece haber quedado atrás, los recuerdos siguen frescos. Aunque la situación sanitaria ha mejorado considerablemente, las cicatrices emocionales de los profesionales de la salud son evidentes. Para ellos, el COVID-19 fue una lección sobre la vulnerabilidad humana, sobre la importancia de la solidaridad y el valor del sacrificio.

El 19 de marzo de 2020, el toque de queda fue una respuesta al temor, una medida para intentar contener lo que se presentaba como una amenaza desconocida y mortal. Hoy, después de cinco años, la sociedad ha aprendido muchas lecciones, pero los recuerdos de aquellos días de angustia, incertidumbre y sacrificio continúan siendo un recordatorio de lo que fue y de lo que aún podemos mejorar como comunidad.