Tan cerca de la cima como lejos de ser un grande #F1 #FVDigital

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Si a Carlos Sainz le hubieran dicho hace poco más de un año que, tras su primera temporada en Williams, el equipo acabaría quinto del Mundial de Constructores… y con cierta comodidad, probablemente habría firmado sin preguntar demasiado. Quizá incluso con los ojos cerrados.

Porque cuando el madrileño aterrizó en Grove tras quedarse sin asiento en Ferrari, la expectativa era clara: zona media, proyecto en reconstrucción y paciencia. Mucha paciencia.

La realidad de 2025, sin embargo, ha ido bastante más allá de ese guion inicial. Williams no solo ha sido el quinto equipo del campeonato, sino que en muchos grandes premios ha actuado como el mejor del resto, listo para rascar puntos —y algo más— cada vez que alguno de los grandes fallaba. Dos podios, regularidad y la sensación constante de estar ahí, al acecho, han dibujado una temporada que pocos habrían pronosticado.

Mirada a 2026:

Y aun así, Sainz no se deja llevar por la euforia. Al contrario. En su reflexión de final de año, el español traza un retrato tan honesto como incómodo de lo que es hoy Williams: un equipo lleno de contrastes.

“Lo que tiene Williams es que hay muchas áreas en las que el equipo está mucho más cerca de la cima de lo que yo esperaba, pero luego también he encontrado otras en las que estamos muy, muy atrás”, explica Sainz.

“Para mí, se trata de ser muy vocal y muy claro sobre las áreas que no son lo suficientemente buenas”.

Ahí está la clave. Williams ha demostrado tener un coche excelente de base en 2025 —quinto, e incluso cuarto en determinadas condiciones—, pero también ha dejado claro que no es todavía un equipo grande. La prueba más evidente: mientras Ferrari, Red Bull o Mercedes evolucionaban sin descanso, y mientras incluso equipos de la zona media como Aston Martin o Haas F1 introducían mejoras constantes, Williams fue el equipo que menos evoluciones trajo durante la temporada.

Una decisión estratégica clara: sacrificar presente para apostar todo al cambio reglamentario de 2026. Algo que los grandes rara vez se permiten.

Carlos Sainz, Williams

Foto de: Peter Fox / Getty Images

“Hay contrastes muy grandes en este equipo. Tienes gente increíblemente talentosa, muy buenas ideas, pero luego hay otras cosas —procesos, herramientas, simulación— en las que el equipo está realmente, realmente por detrás”, reconoce Sainz.

“La cuestión es cómo aceleramos el proceso. Todo el mundo está trabajando a fondo para desarrollar esas debilidades y asegurarnos de convertirnos en un equipo puntero”.

“Todas las debilidades me las habían explicado”

Ese diagnóstico explica por qué Williams ha brillado… y a la vez se ha estancado. Por qué fue capaz de subir al podio —como aquel momento especial en Bakú— y, al mismo tiempo, no pudo sostener una progresión técnica durante el año. Es el reflejo de un equipo que ya no es pequeño, pero que todavía no funciona como uno grande.

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En ese contexto, Sainz pone en valor algo que considera fundamental: la honestidad del proyecto.

“Creo que lo positivo es que la gestión, en este caso James [Vowles] y Dorilton Capital, siempre han sido súper honestos conmigo. Todas las debilidades me las habían explicado, no me he encontrado ninguna sorpresa desagradable”, afirma.

“He entrado siendo realista, sabiendo que lo único que puedo hacer es dar lo mejor de mí para ayudar”.

Y ahí aparece otro de los grandes activos de Williams: sus pilotos. Sainz y Alex Albon han formado una de las alineaciones más sólidas de la parrilla, dos perfiles que podrían encajar perfectamente en estructuras de primer nivel. Tener ese capital humano mientras se reconstruyen procesos, herramientas y métodos no es un detalle menor: es una oportunidad.

Williams ha cerrado 2025 como quinto equipo del Mundial, pero también como una especie de paradoja rodante. Capaz de pelear con los grandes en pista, pero todavía lejos de ellos en la fábrica. Un equipo que ilusiona por lo que muestra los domingos… y genera preguntas por lo que aún le falta entre semana.

Sainz lo ha entendido rápido. Y quizá por eso, más que celebrar el resultado, ha preferido poner el dedo en la llaga. Porque si Williams quiere que este año no sea una excepción, sino el principio de algo serio, el salto que viene ahora ya no será solo cuestión de talento. Será, sobre todo, de estructura.

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