#SinFiltro: El mes de la patria: ¿Rutina o compromiso real?

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La República Dominicana está de fiesta. Febrero, el mes de la patria, nos invita a recordar a Juan Pablo Duarte y a los demás padres fundadores, a izar nuestra bandera con orgullo y a exaltar el sacrificio que nos dio libertad.

Vemos las calles engalanadas de azul, rojo y blanco, las instituciones gubernamentales y los hogares luciendo la bandera, y los actos protocolares que resaltan la identidad dominicana. No obstante, más allá de estos símbolos, ¿realmente honramos el legado de Duarte en nuestras acciones diarias?

Vivimos en una sociedad donde la doble moral se ha convertido en un sello de muchas instituciones públicas. Se habla de patriotismo, de respeto a los valores nacionales; sin embargo, a menudo esos mismos organismos están marcados por la corrupción, la ineficiencia y la falta de compromiso con el bienestar colectivo.

Duarte, quien dedicó su vida a la independencia y a la construcción de un país digno, se sentiría defraudado al ver cómo sus ideales han sido traicionados por aquellos que deberían ser los primeros en honrarlos.

Uno de los temas más delicados y polarizantes en la República Dominicana es la situación de los haitianos en nuestro territorio. Existen discursos encontrados que oscilan entre el extremismo y la indiferencia, pero lo cierto es que este es un asunto que debe abordarse con responsabilidad.

La política migratoria debe ser clara y firme. De la misma manera humana y respetuosa de los derechos fundamentales. Duarte soñaba con una nación soberana y organizada, con ciudadanos comprometidos con el bienestar de su país. ¿Están nuestras políticas públicas respondiendo a esa visión o simplemente estamos alimentando una división sin soluciones reales?

Otro aspecto preocupante es la forma en que inculcamos el amor patrio a las nuevas generaciones. Izar la bandera no puede ser un acto mecánico, una simple rutina sin significado. Es responsabilidad de los padres y educadores explicar el porqué de cada símbolo, de cada día festivo, de cada hito histórico que conmemoramos.

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De nada sirve llenar las escuelas de banderas y discursos si no fomentamos el pensamiento crítico y el compromiso cívico en nuestros niños y jóvenes. La historia de la República Dominicana no es solo una materia de escuela, es la base sobre la que debemos construir el futuro.

Los dominicanos tenemos un gran sentido de identidad. Muchas veces lo manifestamos más cuando estamos fuera del país que dentro de él. Vemos cómo miles de compatriotas que residen en el extranjero celebran sus raíces con fervor, defienden su cultura y promueven el orgullo nacional. Sin embargo, dentro del territorio nacional, muchas veces no cuidamos lo que tenemos.

Cuidar nuestra patria no debe ser una obligación para evitar el exilio; más bien, una decisión consciente de preservar lo que es nuestro. Es hora de que valoremos lo que tenemos antes de que nos veamos forzados a extrañarlo.

La política también debe evolucionar. No podemos seguir rindiendo homenaje a Duarte desde la hipocresía. Es necesario que nuestros gobernantes y legisladores dejen de usar la patria como un discurso conveniente y comiencen a trabajar por una República Dominicana justa, equitativa y próspera. Un país donde el respeto a la ley sea la norma y donde el bienestar del pueblo esté por encima de los intereses particulares.

Celebrar el mes de la patria no es solo colgar una bandera en la puerta de nuestras casas o cantar el himno en los actos oficiales. Es vivir con responsabilidad, con coherencia y con el firme compromiso de construir una República Dominicana mejor. Duarte no necesita estatuas ni homenajes vacíos; necesita ciudadanos que hagan de su legado una realidad palpable.



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