Si pensáramos los gobiernos en un formato escolar y el país fuera una carrera, ¿Qué tipo de estudiante fuera el presidente Luis Abinader? ¿Uno malo, uno promedio o, por el contrario, uno sobresaliente? Veamos.
Como en toda carrera, las asignaturas son varias y pienso que, contrario a la mayoría del estudiantado dominicano, a Abinader le iría muy bien en aquellas materias que tienen que ver con números. En estabilidad macroeconómica el mandatario sería sobresaliente.
El gran logro de Abinader y el PRM es haber gobernado durante una pandemia y en medio de conflictos como la guerra de Rusia y Ucrania, y lograr que el país recuperara su crecimiento promedio, llegando al 2024 con un 5.4%, superior al 1.9% de la región, según las proyecciones del Fondo Monetario Internacional y la CEPAL.
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Además, alcanzar la meta de control de inflación (3.57%), tener números récord en turismo, zonas francas e inversión extranjera (más de 4,390 millones de dólares en 2023), y lograr la reducción de la pobreza monetaria.
Ahora bien, en el récord escolar de Abinader aparecerían también asignaturas pendientes. Iniciemos con el tema de salud y seguridad social. Aunque el Gobierno exhibe como logro la incorporación al seguro público de salud a 2 millones 400 mil dominicanos/as, una cobertura de 97.3% de la población, el gran reto es mejorar la calidad y elevar las garantías de ese acceso.
De hecho, si Abinader quiere graduarse con méritos debería concentrar su segundo mandato en resolver los problemas de salud: disminuir la cantidad de dinero que la ciudadanía gasta en los odiosos copagos (el gasto de bolsillo en RD supera el 45% del costo de los servicios), universalizar recetas de medicamentos genéricos y su cobertura, aumentar la asistencia y montos ante enfermedades catastróficas que, además de ser un triste problema de salud, quiebran a cualquier familia, y mejorar el funcionamiento de la atención primaria y la salud preventiva, incluyendo una amplia línea para salud mental.
Otras asignaturas pendientes serían el ordenamiento del tránsito, mejora de la eficiencia en la distribución eléctrica y en género: educación sexual integral y aumento de la participación política de las mujeres.
Por supuesto, un área en la que le iría muy bien sería en ética y transparencia, porque hay que reconocer el fortalecimiento de instituciones como la Procuraduría de la República, Compras y Contrataciones Públicas, Contraloría y Ética e Integridad Gubernamental, pero quedan pendientes otras igual de importantes, como la Cámara de Cuentas.
Sería ahora, en los próximos cuatro años, cuando Abinader cosecharía o no los más altos méritos. En su discurso de juramentación, definió este segundo período como uno de transformaciones. Sin embargo, el reto es que la agenda del Presidente coincida con las prioridades de la ciudadanía porque, aunque él ha hablado de problemas estructurales, son las cotidianidades las que agobian el día a día de la gente.
Dominicanos y dominicanas demandan disminución del alto costo de la vida, quieren más empleos y mejores salarios, servicio eléctrico y agua potable constante, orden del tránsito, seguridad ciudadana, educación de mayor calidad, protección del medio ambiente y cero corrupción, entre otros temas.
Abinader se ha empeñado en una reforma constitucional y tiene toda la legitimidad para ello. Pero debe tomar en cuenta las necesidades de la población, porque de la satisfacción de las mismas dependerá su evaluación política final y se definirá si aprueba o reprueba el examen más trascendente de su vida: la Presidencia de la República Dominicana. ¿Aprobará o reprobará? Ya veremos.