Cuando Ramón Gil-Casares Satrústegui (Madrid, 1953) se marchó en 2017 de la Embajada de España en Washington a su espalda dejó un país que estaba cambiando a un ritmo vertiginoso. Trump había llegado a la Casa Blanca tan solo unos meses antes en una campaña electoral plagada de polémicas y sustituyendo en el Despacho Oval a Barack Obama, cuyo último mandato vivió desde la capital estadounidense Gil-Casares. Este diplomático fue Secretario de Estado de Asuntos Exteriores entre 2002 y 2004, durante los últimos años de la presidencia de Aznar, con quién trabajo muy de cerca durante su etapa como director del Departamento Internacional y de Seguridad del Gabinete del Presidente del Gobierno entre 1996 y 2002.
Ramón Gil-Casares ocupó el cargo de embajador de España ante los Estados Unidos entre abril de 2012 y marzo de 2017, sustituyendo a Jorge Dezcallar. Antes había sido embajador de España en Sudáfrica (2005-2008) y en Sudán (2011-2012); y tras abandonar Washington fue destinado como embajador en Egipto (2018-2022). Con las elecciones estadounidenses a menos de dos días, el exembajador en EEUU responde a 20minutos sobre la situación en un país que conoce en profundidad y del que reconoce que “se ha polarizado” y cuya forma de hacer política está cambiando. Además, analiza la histórica campaña electoral que se ha vivido, con un cambio de candidato y un intento de asesinato incluido, y lo que puede significar la vuelta Donald Trump o la llegada de Kamala Harris a la Presidencia de la primera potencial mundial.
Se ha llegado al final de una de las campaña electorales más complejas de las últimas décadas con un empate técnico. ¿Se ha polarizado la sociedad estadounidense?El enfrentamiento ahora es muy grande. Es evidente que está todo muy polarizado. En los últimos mítines los dos candidatos lanzaban el mismo mensaje: “Como gane el otro, la democracia corre peligro”. Si los resultados son muy igualados y se pone en duda el recuento, puede que mucha gente salga a la calle por cualquiera de los dos lados. Ya lo están anunciando. Desde luego Trump, pero también los demócratas, que tienen cierta historia de salir cuando las cosas les va mal. Esto es muy peligroso. La sociedad estadounidense tienen la sensación de que tienen que pensar en ellos mismos, porque ven que hay un mundo alrededor que se les ha levantado. Antes era Rusia y ahora es China. El país ha dejado de ser aquello que decían de ‘la casa en la colina’ para el resto del mundo, sino que la gente quiere estar bien en su propia casa. Ver quiénes son su aliados y quiénes no, pero que haya un quid pro quo y no dar nada a cambio. Es un país que tiene una sensibilidad distinta a la que yo viví.
¿Está cambiando la forma de hacer política en Estados Unidos?Trump ha decidido que los grandes medios no van con él y no quiere dar entrevistas. Ya en la primera campaña se dedicaba a lanzar mensajes absolutamente exagerados en radios locales. Esto ocurre en la última época de Obama, en un momento en el que ya está claro que el sistema no funciona. Se daba a entender que se había estado empujando la globalización y de pronto sale un monstruo como China. Esa idea tradicional que se tenía de que Estados Unidos era el país más productivo se rompe, porque China es mucho más barata. Decenas de fábricas se fueron y trabajadores se quedaron sin nada. El sueño del pueblo americano se desvanece y hay todo un cambio de mentalidad. La referencia entonces es Trump, que apela al americano desesperado. Se culpa a los demócratas y el americano tradicionalmente conservador acusa de la deriva a este partido con todas estas ideas distintas del mundo woke. Y en ese contexto, Trump gana sin que haya un mensaje muy claro tampoco de lo que quiere, más allá de reducir impuestos y subir aranceles para equilibrar y proteger al país.
Usted vivió la campaña electoral de 2016 que acabó en la victoria de Trump. ¿Ve similitudes entre aquella y la de ahora?Fue totalmente distinta. En aquella campaña los demócratas apenas pisaron Pensilvania, a excepción de Filadelfia y un poco Pittsburgh. Siempre se ha dicho que ‘todo niño que nace en Filadelfia sale con un carnet del Partido Demócrata entre los dientes’. En cambio, en el interior del estado no. El equipo de Trump fue casa a casa cambiando esta retórica. Ahora ha sido lo contrario. Estas elecciones han comenzado con Trump como favorito y tras el cambio de candidato los demócratas han tenido que hacer un esfuerzo bárbaro. El Partido Demócrata se ha echado a la calle, haciendo un trabajo que no hizo con Hillary porque se creía que iba a ganar seguro. Por eso la sorpresa fue monumental. Otra cosa es que hayan conseguido lo que necesitan.
En ese momento se hablaba del peligro de que llegara Trump a la presidencia y ahora se habla en los mismo términos, sobre todo teniendo en cuenta el episodio del asalto al Capitolio. ¿Qué podría suponer la vuelta de Trump a la Casa Blanca?Hacer caer a los Estados Unidos es muy difícil. Por más que pueda ser verdad, que no lo sé, que ha tenido contactos con Rusia o que esté aliado con alguna serie de grupos. Además, por más que siga metiendo jueces en la Corte Suprema no va cambiar toda la legislación. Muchas de las competencias son estatales, como el tema del aborto y el tipo de educación. No se va a cargar el país. Además, Trump ya no puede presentarse más y con esto se quitaría la espinita de hace cuatro años. La obsesión del candidato republicano es la económica y no subir los tipos de interés. Todo lo demás le importa menos, o tiene menos capacidad de visión. La realidad es que él crea ilusión de cambio y el Partido Demócrata con Kamala Harris no, aunque el mensaje sea más tranquilo. El peligro de Trump es hacia fuera. Aunque eso puede traer consecuencias dentro. Un ejemplo podría ser que trate de rompa con el libre comercio y decidía ponerle unos aranceles a China del 60%. Ya ha dicho que se los va a imponer a todo el mundo y a todos los productos, sin ver si son estratégicos para él o no. Y eso normalmente se responde con reciprocidad. Está muy obsesionado con que todo el mundo se aprovecha de ellos, y eso es un poco preocupante, aunque yo no creo que lo vaya a hacer. Estos mensajes que da él rotundos los puede cambiar o matizar estando en el poder.
¿Incluida la salida de la OTAN con la que ha amenazado?La OTAN no lo va a dejar, porque sabe que no le van a dejar. Estados Unidos no es una monarquía absoluta. Mandan muchísimo los estados y las grandes ciudades. Así como el establishment, las empresas y el Departamento de Estado y el de Defensa. Todo el mundo irá presionando y quitándole el apoyo cuando lo necesite. Lo que si que va a tener es la tentación de querer tener resultados muy pronto.
¿Podría ser con la guerra de Ucrania para forzar el final del conflicto?Podría intentar que la OTAN deje de apoyar a Ucrania y hablar con Putin e incluso forzar a ceder territorio ucraniano. No sé si lo hará y desde luego no es que crea que pueda o no ser la solución, pero no es descartable que vaya a querer hacer algo rápido para decir: “Yo ya lo he solucionado”.
Trump ha alegado estar sufriendo lawfare con todos los casos judiciales que se le han abierto en contra. ¿Cree que ha calado este mensaje en la población?Trump dijo en su primera campaña electoral que podría ir por la Quinta Avenida de Nueva York pegando tiros y le iban a votar igual. Tiene total confianza en que es un candidato distinto.
Se ha tratado de hacer un símil entre la llegada de Obama en 2008 y la de Harris ahora. ¿Son dos perfiles comparables?Kamala no sabía que le iba a pasar esto, porque sino no habría perdido los cuatro últimos años como lo ha hecho. No sé si ha sido porque no le han dado temas en los que no se podía lucir o por pura lealtad, porque que le nombró Biden y este se quería presentar a la reelección. Lo cierto es que no hemos oído nada de ella, ha sido muy poco conocida y eso es una oportunidad que yo creo que que Obama no habría perdido. Tampoco se le ha oído tanto como para saber si tiene el atractivo personal que tenía Obama.
Uno de los sectores más importantes en estas elecciones son los latinos, cada vez más activos en la política de Estados Unidos. Sin embargo las políticas para atraerlos de ambos candidatos son muy diferentes y los ataques a los migrantes no pasan factura a nivel electoral. ¿Cree que los temas que antes importaban a esta comunidad han cambiado?El voto latino siempre ha sido distinto dependiendo del origen. No es lo mismo alguien de origen caribeño que un mexicano. Al igual que el concepto de latino es distinto en la segunda generación que ya no habla español para no ser discriminado. Algunos son demócratas porque entienden que son más favorables a la inmigración, pero hay otros que ya no quieren más inmigración porque han llegado a un cierto estatus de clase media. Es un mundo muy variado. Eso sí, lo ocurrido en el mitin de Trump hace unos días en el que se llamó “isla de basura” a Puerto Rico no le ha gustado a nadie y eso ha preocupado a los republicanos, que han salido a defender que no fue cosa de ellos y le han quitado hierro. Cada vez hay más latinos en esa clase media tradicional y entonces el voto se va acercando más al republicano.
¿Qué les atrae del Partido Republicano?La visión tradicional del mundo. Los valores de familia y de religión. Hay un porcentaje importante de latinos que son evangélicos y eso tiene una fuerza bárbara porque se establecen en comunidades pequeñas alrededor de la iglesias en un mundo un poco hostil.
Como embajador en Washington vivió muy de cerca las relaciones bilaterales entre España y Estados Unidos. ¿Cómo han sido tradicionalmente?De países aliados, pero no de primer nivel. Estados Unidos tiene una alianza muy especial con los países anglosajones: Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Además de tenerla con Estados como Israel, Japón y Corea del Sur. Luego estaría Francia y Alemania, que fluctúan más. Y por debajo de ellos estaría España, en un segundo nivel pero con buenas relaciones porque estamos en sus grandes alianzas; por un lado, en la OTAN y, por otro, en ese mundo occidental que comparte los mismos valores. Tradicionalmente han sido buenas, aunque para ellos sean menos importantes que para nosotros. Un español puede pensar en Estados Unidos un cuarto de hora al día, pero ellos piensan dos minutos en España.
¿En que punto cree que se encuentran estas relaciones actualmente?Con Felipe González y Aznar se llegó a un momento muy alto en las relaciones y con Zapatero bajaron porque pensaron que no éramos un país en el que se podía confiar, tras dejarles tirados en Irak y Kosovo de un día para otro. Costó mucho establecer nuevamente una buena imagen. En estos años hemos visto la imagen de Sánchez persiguiendo a Biden por los pasillos y diciendo que había mantenido un encuentro. Que lo dice todo. La Cumbre de la OTAN en Madrid quedó bien, aunque hay que recordar que fue algo que solicitó y consiguió Rajoy y al PSOE no le gustaba. Pese a ello, luego se le sacó rendimiento y lo jugaron muy bien, vendiendo todo ese poder blando que tenemos en España y hay que utilizar. Pero bueno, no somos Israel para Estados Unidos. Si alguien nos invade, no nos van a poner dos portaaviones para protegernos.