Un triunfo en femenino contra el feminismo

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Compareció jovial Sanae Takaichi en rueda de prensa, con la sonrisa desprendida de quien acaba de hacer historia. Resulta comprensible el regocijo de quien posee, desde hoy, un lugar ‘in perpetuum’ en los anales por ser aquello que ninguna japonesa había sido antes: primera ministra. Un hito conquistado por una mujer a quien padecer las discriminaciones del conservadurismo hizo, he aquí la ironía, aún más conservadora.

Takaichi nació en Nara en 1961, hija de un empleado de una empresa automotriz y una agente de Policía, y pronto descubrió los límites impuestos a la feminidad. Su excelente desempeño académico le abrió las puertas de las prestigiosas universidades de Keio y Waseda, pero sus padres se negaron a que estudiara fuera de casa o en un centro privado, pues los recursos familiares –con la escasez por descargo– estaban destinados a la educación de su hermano.

Así, según narran sus memorias, la joven Takaichi acabó matriculada en la Universidad de Kobe y realizando un trayecto de seis horas para acudir a clase. Quizá por ello unas aficiones que en una dulce muchacha nipona claman rebelión: el ‘heavy metal’ de Judas Priest o Iron Maiden y las motos de alta cilindrada como su Kawasaki Z400.

Los obstáculos no hicieron sino fortalecer su ímpetu. Veía la televisión un día cualquiera de 1987 cuando en su pantalla apareció Patricia Schroeder, que por aquel entonces meditaba concurrir a las primarias del Partido Demócrata, y dos semanas después se mudaba a Washington para trabajar en la oficina de la congresista, vivencia que recogió en un libro. Al cabo de dos años regresó a Japón, y como experta en política estadounidense se abrió camino en la televisión, no ya como espectadora sino como participante.

Discípula de Abe

No tardaría en participar aún más. En 1993 logró un escaño en la Cámara de Representantes como independiente, y en 1996 se incorporó al Partido Liberal Democrático (PLD) previo paso por los Liberales absorbidos por el Partido de la Nueva Frontera. Tampoco en experimentar frustración ante un mundo vedado. «Las cosas se deciden entre hombres en cenas nocturnas y clubes con mujeres», escribiría, un desencanto ante el que se refugiaría en la biografía de Margaret Thatcher, cuyos pasajes todavía hoy cita con devoción.

Sin embargo, sería un hombre quien apadrinaría su ascenso: nada menos que Shinzo Abe, el gran estadista del Japón de posguerra. Durante sus mandatos desempeñó un papel esencial en el Gabinete, liderando hasta seis ministerios. Y, por fin, la ofensiva definitiva.

Takaichi se presentó a las primarias de 2021, en las que quedó tercera por detrás de Taro Kono y el vencedor, Fumio Kishida, pero obtuvo el ministerio de Seguridad Económica (2022-2024) y, aún más importante, el apoyo de Abe que la convirtió en heredera oficial, elevado a legitimidad inamovible tras su asesinato en julio de 2022.

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En 2024 perdió por poco contra Shigeru Ishiba, la némesis de su maestro. El fracaso de este idealista y el auge populista exigía una vuelta a las esencias, y ahí estaba Takaichi, que nunca se había rendido. Las primarias del pasado mes de octubre lo certificaron: había llegado su momento, no sin cierto suspense a causa de la fragmentación parlamentaria, disipado de una vez por todas con su investidura.

Lo político es personal

Takaichi es mujer y conservadora, y sobre uno caben tantas dudas como sobre otro, esto es, pocas. Se opuso a un proyecto de ley para que las esposas pudieran conservar su apellido de solteras al casarse en lugar de tomar el de su marido, aduciendo que dañaría los valores familiares tradicionales. Ha visitado en reiteradas ocasiones Yasukuni, el polémico santuario que honra, entre todos los militares japoneses caídos en combate, a varios criminales de guerra. Está empeñada en limitar la independencia de los medio de comunicación. Se ha fotografiado en actitud amistosa con el líder de un partido neonazi y es miembro de la asociación de extrema derecha Nippon Kaigi. Toda una serie de antecedentes que invitan a anteponer el prefijo «ultra» a su ideología y nacionalismo.

Tampoco su vida personal entiende de convenciones. Se ha casado dos veces con el mismo hombre, un compañero de partido de quien se divorció en 2017 alegando diferencias políticas y con quien volvió a contraer matrimonio en 2021 a condición, eso sí, de que en esta ocasión él adoptara el apellido de ella y no al revés. Taku Takaichi, antes Yamamoto, que el año pasado sufrió un ictus que paralizó la mitad derecha de su cuerpo, es hoy el primer «primer caballero» de Japón.

Ahora bien: ortodoxias aparte, Takaichi ha mostrado en campaña electoral una sorprendente flexibilidad, aparente anticipo del poder y su pragmatismo. Lo cierto es que a quien hace historia le espera la historia, por eso la semana que viene debutará recibiendo la visita de Estado de Donald Trump y después pondrá rumbo a Gyeongju para saludar, entre otros, a Xi Jinping en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC).

No obstante, el mayor reto aguarda fronteras adentro en forma de inflación. Takaichi lo sabe, de ahí que el Nikkei 225 recibiera este lunes el anuncio de la coalición con la séptima mayor subida jamás registrada por el índice. «Hay muchas cuestiones urgentes que debemos tratar. La economía puede que sea lo más importante», apuntaba en rueda de prensa, descartando la posibilidad de disolver la Cámara y adelantando la preparación de un paquete de estímulos. Todo ello sin perder la sonrisa.



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