En el mundo actual, la mayoría de los trabajos se desarrollan
frente a una pantalla. Pasar horas sentado delante del ordenador no
solo mina la energía, también altera el equilibrio entre lo que se
come y lo que se gasta. La falta de movimiento en la rutina
laboral, los horarios extensos y el fácil acceso a snacks y
azúcares crean el escenario ideal para que el aumento de peso se
convierta en un problema real.

Cómo
optimizar la alimentación en la oficina
Una dieta cuidada puede transformar la forma en la que el cuerpo
responde al trabajo sedentario.
Elegir alimentos con mejores nutrientes, dar protagonismo a las
proteínas y fibras, reducir el azúcar y controlar las grasas,
resulta clave para mantener el peso estable y evitar los altibajos
energéticos tan frecuentes en la oficina. Tomarse el tiempo para
preparar la comida en casa y llevarla al trabajo ayuda a evitar
tentaciones y tomar mejores decisiones. Cocinar al horno, al vapor
o a la plancha permite reducir la grasa consumida, mientras que
organizarse evita caer en el picoteo impulsivo, tan común cuando
hay estrés o aburrimiento.
Elige
alimentos saciantes y ricos en nutrientes
Los alimentos que aportan saciedad y un buen
perfil nutricional facilitan resistir la tentación de acudir a la
máquina de snacks o al bol lleno de caramelos. Las frutas
frescas, las verduras coloridas, los
cereales integrales y las
legumbres integran los menús de quienes logran
mantener el peso pese a pasar muchas horas sentados. Cuando se
suman proteínas magras como el pollo sin piel, los
pescados grasos ricos en omega-3 o los huevos, la digestión se
vuelve más lenta y el apetito se regula más tiempo. Así, los
antojos entre horas disminuyen y la energía se mantiene más estable
durante la jornada.
Limita
azúcares y grasas innecesarias en la rutina diaria
El exceso de azúcar y de grasas
saturadas tiene un impacto inmediato en la báscula y la
salud del corazón. En oficinas, el consumo de pasteles, refrescos,
chocolates o snacks ultraprocesados suele pasar desapercibido, pero
suma calorías vacías. Reemplazar estas opciones por frutas o
yogures bajos en azúcar permite mantener los niveles de glucosa
estables y ayuda a reducir la formación de grasa abdominal. Para
quienes suelen almorzar fuera, priorizar ensaladas completas, sopas
y platos al vapor es mucho más eficaz que recurrir a frituras o
comidas rápidas.
Hidratación
constante: clave para el bienestar y el peso
Beber agua durante todo el día marca la diferencia tanto en el
control del apetito como en la concentración. Una
hidratación adecuada (entre 1,5 y 2 litros
diarios) ayuda a evitar confundir sed con hambre, previene
el picoteo innecesario y mantiene el cuerpo funcionando con mayor
eficiencia. Tomar infusiones suaves y agua mineral hace que el
cuerpo procese mejor los alimentos y ayuda a evitar la fatiga
típicamente asociada a trabajos de escritorio. Llevar una botella
reutilizable es una estrategia sencilla para recordar la
importancia de beber constantemente.

Aplica métodos de
cocción saludables
La forma en que se prepara la comida tiene un impacto directo en
la cantidad de grasa que se consume. Cocinar al grill,
vapor o en papillote minimiza el uso de
aceites y mantecas, conservando el sabor y los nutrientes. En vez
de usar crema entera, optar por leche descremada o
queso fresco bajo en grasa hace que las comidas
sean más ligeras pero igual de apetecibles. Estas técnicas, sumadas
a la elección de carnes magras y pescados, ayudan a reducir el
aporte calórico sin sacrificar el sabor.
Estrategias
para moverse más sin salir de la oficina
Introducir movimiento en la rutina de oficina no requiere
cambios drásticos ni un gimnasio al lado del trabajo. Pequeñas
modificaciones repartidas a lo largo del día aumentan el gasto
calórico, favorecen la circulación y previenen la rigidez muscular
que acompaña las jornadas prolongadas sentado. Sumando pausas
activas y aprovechando oportunidades cotidianas, el cuerpo puede
evitar el estancamiento típico de un estilo de vida sedentario.
Pausas
activas y pequeños movimientos durante la jornada
Levantarse de la silla al menos cada hora para
estirar las piernas, mover los brazos o rotar el cuello promueve
una mejor circulación y alivia la tensión
acumulada. Dedicar unos minutos a caminar por la oficina, subir y
bajar escaleras o realizar ligeros estiramientos puede ser tan
beneficioso como una pequeña sesión de ejercicio. En vez de
responder llamadas sentado, caminar mientras se habla incrementa de
forma sutil el nivel de actividad diaria.
Incorpora el NEAT en
la vida laboral
El NEAT (actividad física no asociada al
ejercicio formal) abarca todo el movimiento espontáneo que se
realiza fuera de los entrenamientos. Aprovechar trayectos cortos
para caminar, renunciar al ascensor en favor de las escaleras, o
realizar desplazamientos activos dentro de la oficina suma
considerablemente al gasto calórico diario. Estas acciones, aunque
pequeñas, previenen la acumulación de grasa y favorecen el
bienestar cardiometabólico, especialmente cuando se repiten con
frecuencia.
Organiza
tu espacio y rutina para favorecer el movimiento
Colocar objetos de uso común lejos del escritorio obliga a
moverse con más regularidad. Ubicar la impresora, el teléfono o los
archivos en otra sala invita a dar pasos extra sin darse cuenta.
Los recordatorios visuales o digitales ayudan a
mantener el compromiso con el movimiento, evitando que las horas se
escapen sin levantarse de la silla. Organizar reuniones de pie o
animar a los compañeros a realizar pausas conjuntos, crea un
ambiente donde la actividad física se integra de
manera natural al entorno laboral.
Al comprender cómo influyen estos cambios en el bienestar, se
reconoce el valor de la constancia y el compromiso con uno mismo.
Adaptar la alimentación y sumar movimiento de forma sencilla logran
que el trabajo de oficina no esté reñido con la salud ni con un
peso adecuado. Pequeños gestos repetidos a diario son el mejor
aliado para prevenir el aumento de peso y construir una vida más
activa, aún cuando se pasa muchas horas en el escritorio.



