#Salud: superar esta cantidad de cafés al día podría afectar seriamente tu salud

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¿Cuántos cafés al día se consideran seguros según la ciencia?

Las guías de salud indican que, en adultos sanos, un consumo diario de hasta 400 mg de cafeína se considera seguro de forma general. Traducido a la rutina, eso equivale a unas 3 o 4 tazas de café filtrado de unos 240 mililitros, siempre que no se sumen muchas otras fuentes de cafeína a lo largo del día. Por debajo de ese rango, la mayoría de las personas tolera bien el café y puede beneficiarse de su efecto estimulante moderado.

El espresso genera cierta confusión. Tiene menos volumen que un café de filtro, pero concentra bastante cafeína en un solo trago. A su alrededor, también hay otras bebidas con cafeína, como té, mate o bebidas energéticas, que añaden miligramos al total diario sin que muchas personas lo perciban. La cifra de 400 mg funciona como referencia general, no como una regla rígida. Cada cuerpo tiene una sensibilidad distinta, por lo que algunas personas notan nerviosismo con menos cantidad y otras se sienten bien incluso cerca del límite. Escuchar al cuerpo sigue siendo clave.

Equivalencias sencillas: de miligramos de cafeína a tazas de café

Para entender mejor el límite, ayuda pensar en ejemplos cotidianos. Una taza estándar de café filtrado suele aportar cerca de 95 mg de cafeína, aunque el valor exacto varía según el tipo de grano y la preparación. Un espresso pequeño ronda los 60 mg, por lo que un par de espressos fuertes pueden sumar lo mismo que una buena taza de filtro. Tres tazas grandes de café filtrado ya se sitúan cerca del límite sugerido para adultos sanos, sobre todo si son generosas.

A esto se suma la cafeína que llega desde otras fuentes. Una lata de bebida energética, un vaso de refresco con cafeína o varias tazas de té a lo largo del día pueden empujar la cuenta final por encima de lo esperado. Aunque el foco siga en el café, recordar estas pequeñas sumas ayuda a tener una visión más real de lo que entra en el organismo.

Qué le pasa al cuerpo cuando se supera el límite de cafés al día

Cuando la rutina diaria supera de forma constante esos 3 o 4 cafés en adultos sanos, el cuerpo empieza a enviar señales. El sueño suele ser de los primeros afectados. Cuesta conciliarlo, hay despertares nocturnos o la persona siente que duerme, pero no descansa bien. Incluso si el último café se toma por la tarde, la cafeína sigue activa varias horas y retrasa la sensación natural de sueño.

El sistema cardiovascular también nota el exceso. La frecuencia cardiaca puede subir, aparecen palpitaciones o una sensación incómoda de corazón acelerado. En personas con hipertensión o con antecedentes cardiacos, estos efectos resultan más preocupantes y justifican un control más estricto del consumo. En el plano mental y emocional, muchas personas describen una mezcla de nervios internos e irritabilidad, como si el cuerpo estuviera listo para correr mientras la mente solo quiere concentrarse.

Cuando la cantidad diaria es muy alta, el aparato digestivo entra en escena. El café estimula la producción de ácido en el estómago y, si se toma en cadena, puede generar molestias claras. Aparecen episodios de acidez, dolor abdominal ligero o ganas urgentes de ir al baño. Si estos síntomas se repiten y se asocian a una ingesta alta de café, conviene recortar la cantidad antes de que el malestar se vuelva parte normal del día.

Efectos en el corazón, el sueño y el ánimo por exceso de café

Un consumo elevado de cafeína puede provocar taquicardia, sensación de latidos irregulares o golpeteos en el pecho. No siempre indican un problema grave, pero angustian a quien los siente. En alguien con tensión alta o con enfermedad cardiaca previa, sumar muchas tazas de café añade carga al sistema que menos lo necesita. Reducir la cantidad suele ser una medida prudente.

El sueño es muy sensible a la cafeína. Una tarde de estudio o trabajo con varias tazas puede traducirse en una noche larga, con dificultad para dormir o con despertares frecuentes. Aunque la persona se acueste cansada, el sistema nervioso sigue activado. Con el ánimo sucede algo parecido. El exceso de café puede aumentar la ansiedad, la sensación de inquietud y la tendencia a responder con poca paciencia. El clásico día de trabajo intenso, poca comida y café en cadena forma una combinación perfecta para terminar agotado y de mal humor.

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Foto Freepik

Molestias digestivas y otros síntomas de demasiada cafeína

Tomar muchos cafés en poco tiempo irrita el aparato digestivo. La acidez gana terreno, aparece dolor de estómago o una sensación de peso incómodo bajo el pecho. Algunas personas notan náuseas leves o la necesidad urgente de ir al baño poco después de terminar la taza. El intestino se activa con fuerza y rompe la rutina normal.

Más allá de la digestión, el cuerpo puede reaccionar con temblores en las manos, sudoración fría o una sensación de alerta continua. Son signos de que la dosis de cafeína supera lo que ese organismo está preparado para manejar. Las dosis muy altas, muy por encima de lo que se toma en un día corriente, pueden ser peligrosas, pero la idea es reconocer el exceso mucho antes. Si el cuerpo se siente acelerado, el café probablemente está de más.

Cómo reducir el consumo de café sin dejarlo por completo

No todas las personas quieren abandonar el café. Muchas disfrutan su sabor, su aroma y el momento social que lo rodea. La buena noticia es que se puede ajustar el consumo sin renunciar a la bebida. El primer paso consiste en observar cuántas tazas se toman al día y a qué horas. A partir de ahí, es posible bajar poco a poco hasta situarse en un rango cercano a las 3 o 4 tazas al día en adultos sanos.

Resulta útil fijar un horario del último café, por ejemplo a media tarde, para proteger el sueño. También ayuda alternar algunas tazas con café descafeinado, que mantiene el ritual sin sumar tanta cafeína. Introducir agua e infusiones sin cafeína a lo largo del día reduce la dependencia del café para mantenerse despierto. Un desayuno completo y una buena hidratación desde la mañana también aportan energía de base y restan protagonismo a la cafeína.

Consejos simples para tomar menos café y sentirse mejor

La persona que ya está acostumbrada a muchas tazas puede empezar por espaciar el café. En lugar de encadenar uno tras otro, puede dejar más tiempo entre cada consumo. Esa simple medida reduce los picos de cafeína y suaviza los síntomas de nerviosismo. Poner una hora clara para el último café de la tarde ayuda a que el cuerpo llegue a la noche con menos activación.

Otra estrategia consiste en convertir el café descafeinado en aliado. Alternar una taza normal con una descafeinada conserva el gusto y el gesto social, pero baja el total de miligramos al final del día. Observar cómo cambia el cuerpo cuando desciende de seis a cuatro cafés, por ejemplo, ofrece información valiosa. Cada persona puede ajustar hasta encontrar su propio punto de equilibrio, ese lugar en el que disfruta del café, mantiene un sueño razonable y nota un ánimo más estable. En ese rango, el café se integra mejor en un estilo de vida saludable y deja de ser una fuente silenciosa de malestar.

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