La artritis de rodilla es una causa muy frecuente de dolor en personas adultas y mayores. Afecta a la articulación que permite caminar, subir y bajar escaleras, ponerse en cuclillas o simplemente permanecer de pie. Cuando la rodilla duele cada día, la calidad de vida cambia por completo.
Quien la padece suele dormir peor, reduce sus paseos y evita actividades que antes disfrutaba. Algo tan sencillo como levantarse de una silla puede requerir más tiempo y esfuerzo. Por eso resulta tan importante reconocer a tiempo lo que está ocurriendo.

Síntomas de la artritis de rodilla que no se deben ignorar
Dolor, rigidez y dificultad para moverse
El síntoma más típico es el dolor al mover la rodilla. Suele empeorar al caminar largas distancias, bajar escaleras o permanecer mucho rato de pie. A veces aparece un dolor punzante al iniciar el movimiento, que se vuelve más sordo y continuo con el paso de los minutos.
La rodilla también puede sentirse rígida, sobre todo por la mañana o tras estar sentado un buen rato. Muchas personas describen una sensación de “rodilla trabada”, como si algo dentro impidiera que se doble o se estire por completo. En días fríos o muy húmedos el malestar puede intensificarse, igual que después de un esfuerzo grande.
Hinchazón, crujidos y sensación de inestabilidad
Otro signo frecuente es la hinchazón de la rodilla. La articulación puede verse más grande, sentirse caliente al tacto e incluso ponerse algo enrojecida cuando hay inflamación intensa. Al moverla, algunas personas notan crujidos o chasquidos, como si algo rozara en su interior.
En fases más avanzadas aparece sensación de inestabilidad. La persona siente que la rodilla “falla” al cargar peso o al girar, lo que aumenta el miedo a caerse. Cuando estos síntomas se repiten o empeoran con el tiempo, es necesario consultar con un profesional para obtener un diagnóstico adecuado.
Causas más frecuentes de la artritis de rodilla
Desgaste del cartílago y envejecimiento de la articulación
La causa más común es la artrosis. En esta enfermedad se desgasta el cartílago articular, que es la capa lisa que recubre los extremos de los huesos y permite que se deslicen sin fricción. Cuando esa capa se rompe o se adelgaza, el contacto es casi hueso contra hueso, lo que genera dolor, inflamación y pérdida de movimiento.
La edad, el uso repetido en trabajos físicos, ciertos deportes y la genética influyen en este desgaste. También lo hace el sobrepeso, que aumenta la carga sobre la rodilla en cada paso.
Enfermedades autoinmunes, lesiones y otros factores de riesgo
Otras formas de artritis dependen de procesos inflamatorios generales. La artritis reumatoide es un ejemplo claro, ya que el propio sistema inmunitario ataca el tejido de la articulación y puede afectar ambas rodillas.
Lesiones previas, como roturas de menisco o ligamentos, favorecen una artrosis más temprana. El exceso de peso, trabajos de mucha carga, algunas infecciones y enfermedades como la gota también aumentan el riesgo. El origen del problema orienta el tipo de tratamiento más adecuado.

Cómo aliviar el dolor de la artritis de rodilla en el día a día
Cambios en el estilo de vida, movimiento y cuidado en casa
El primer pilar para aliviar el dolor es el autocuidado diario. Mantener un peso saludable reduce la presión sobre la rodilla y mejora el confort al caminar. Elegir calzado cómodo, con buena suela y sujeción, ayuda a repartir mejor las cargas. En algunos casos el médico sugiere bastón, plantillas o rodilleras para ganar estabilidad.
El ejercicio suave es clave. Caminar en terreno llano, pedalear en bicicleta estática o hacer ejercicios guiados por fisioterapeutas fortalece los músculos del muslo y mejora la movilidad. Cuanto más fuerte está el cuádriceps, más protegida se encuentra la articulación. En casa, la aplicación de frío puede calmar la inflamación aguda y el calor suave alivia la rigidez, siempre siguiendo la orientación profesional.
Medicamentos, infiltraciones y cuándo valorar cirugía
Cuando las medidas físicas no bastan, se utilizan fármacos. Analgésicos como el paracetamol y antiinflamatorios recetados por el médico ayudan a controlar el dolor en fases de mayor molestia. Es importante respetar dosis y tiempo de uso para reducir efectos secundarios.
En algunos casos se indican infiltraciones dentro de la rodilla. Las de corticoides reducen la inflamación durante semanas, mientras que el ácido hialurónico mejora la lubricación en ciertos pacientes. En centros especializados también se usan inyecciones biológicas y terapias regenerativas, siempre tras una valoración cuidadosa.
Cuando el dolor es intenso, limita casi toda la actividad diaria y la rodilla está muy dañada, el especialista puede proponer un reemplazo parcial o total mediante prótesis. Esta decisión se toma tras estudiar la situación, las expectativas y el estado general de la persona.
Cuidar la rodilla a largo plazo
Reconocer a tiempo los síntomas de artritis de rodilla, entender sus causas principales y conocer las opciones de alivio permite tomar decisiones más informadas. El dolor persistente no debería normalizarse, sobre todo si modifica la forma de caminar o interrumpe el sueño.
Hablar con un médico o un fisioterapeuta ayuda a diseñar un plan que combine ejercicio, cuidado del peso, medidas en casa y, si hace falta, tratamientos médicos más avanzados. Cada rodilla cuenta una historia distinta, pero en la mayoría de los casos existe margen para reducir el dolor y recuperar parte de la libertad para moverse.



