¿Pensabas que una noche en vela solo te haría sentir un poco más
cansado al día siguiente? La ciencia dice lo contrario. Bastan unas
pocas horas sin pegar ojo para que el sistema
inmunitario empiece a tambalearse. Los estudios más
recientes muestran que el cuerpo humano, aunque fuerte y adaptable,
reacciona con rapidez y fuerza a la falta de sueño.

¿Por
qué el sueño afecta tanto a las defensas?
Las noches sin descanso tienen algo en común: dejan huella en
nuestras células inmunitarias. Estudios recientes,
que analizaron a más de 200 adultos sanos, han observado un cambio
clave en el equilibrio de ciertos glóbulos blancos. Tras solo una
noche sin dormir, los llamados “monocitos clásicos” (que ayudan a
vigilar y proteger al cuerpo) disminuyen. Al mismo tiempo, aumenta
la cantidad de “monocitos no clásicos”, responsables de potenciar
la inflamación.
Este cambio crea una especie de tormenta interna, donde el
cuerpo se enciende, sube la inflamación, y baja la capacidad de
defenderse ante virus y bacterias. No importa si la persona tiene
sobrepeso o está en su peso ideal: el simple hecho de no dormir
altera estos marcadores. Se trata de una reacción rápida y sin
distinciones. La privación de sueño es un enemigo democrático.
Cómo
una noche en blanco abre la puerta a la inflamación
Puede sonar exagerado, pero una noche sin dormir pone al cuerpo
a pelear sin cuartel, puesto que los marcadores inflamatorios se
disparan, creando el ambiente perfecto para problemas de
salud a largo plazo. La inflamación constante no es algo que se
sienta de inmediato, pero deja huellas. Es como lo que pasa cuando
se deja la puerta de casa abierta: todo lo ajeno puede entrar sin
invitación.
Esta inflamación silenciosa puede terminar favoreciendo el
desarrollo de enfermedades como la diabetes tipo
2, la obesidad y hasta problemas cardiovasculares. El
cuerpo termina gastando energía donde no la necesita, como una casa
encendida toda la noche con todas las luces y los electrodomésticos
funcionando sin parar. Pronto, ese gasto se nota en la factura: en
este caso, tu salud pagando el precio por una simple noche de
insomnio.
El problema va más
allá del cansancio
La alteración de las defensas sigue activa durante horas,
incluso después de intentar recuperar el sueño, por lo que las
células inmunes pierden su eficiencia, el cuerpo se vuelve más
lento para responder a infecciones simples y las heridas pueden
tardar más en sanar. Todo tu sistema de defensa, ese ejército
personal que tienes de tu lado cada día, vuelve a estar en guardia,
pero algo desorganizado.
Para quienes repiten noches en vela por trabajo o diversión, el
riesgo sube aún más, porque el cuerpo nunca llega a recuperarse por
completo y aumenta las probabilidades de desarrollar estados
inflamatorios crónicos.

Dormir bien
es más importante de lo que crees
Cuando el cuerpo puede descansar, sus mecanismos de reparación y
defensa funcionan mejor. Los linfocitos —células encargadas de
destruir virus y bacterias— trabajan con más precisión y las
infecciones se vuelven menos frecuentes y, cuando aparecen, el
cuerpo puede luchar contra ellas con eficacia.
El sueño reparador también ayuda a controlar los ciclos
hormonales, regula el apetito y mantiene bajo control los altibajos
emocionales. No se trata solo de dormir horas suficientes, sino de
lograr que ese sueño sea de calidad, profundo y sin
interrupciones.
¿Se puede recuperar el
daño?
Recuperar una noche perdida puede ayudar, pero no borra del todo
los efectos secundarios, porque el cuerpo necesita regularidad, no
solo compensaciones de vez en cuando. Dormir bien cada noche es
como cargar el teléfono antes de salir: si lo haces a medias, tarde
o temprano te quedarás sin batería.
De nada sirve confiar solo en suplementos o hábitos saludables
si no cuidas tu descanso. Así como la alimentación y el ejercicio
son pilares de la salud, el sueño es la columna central de la
inmunidad.


