Los antidepresivos han sido una herramienta fundamental en el
tratamiento de la depresión y otros trastornos psiquiátricos. Sin
embargo, estudios recientes revelan que su uso prolongado podría
estar asociado a riesgos que van más allá de los efectos
secundarios conocidos. Este tema ha atraído la atención de expertos
e instituciones médicas, quienes buscan comprender mejor las
posibles consecuencias para la salud.
¿Qué riesgos
esconden los antidepresivos?
Aunque muchas personas experimentan mejoras significativas en su
estado emocional al tomar
antidepresivos, investigaciones recientes han señalado posibles
efectos negativos, especialmente cuando se consumen durante largos
períodos. Entre los hallazgos más alarmantes se encuentra el
riesgo de muerte súbita cardíaca, una condición
que podría estar relacionada con la duración del tratamiento.
Un estudio presentado en el congreso EHRA 2025 analizó como años
de exposición a estas medicinas pueden incrementar
significativamente este riesgo. Según los datos, aquellos que usan
antidepresivos durante seis años o más enfrentan una tasa de
complicaciones cardiacas más alta en comparación con quienes los
toman entre uno y cinco años.
Efectos
secundarios en la salud mental y física
Además del impacto cardiaco, los efectos secundarios de los
antidepresivos pueden ser variados y afectar tanto
la salud mental como la física. Entre los síntomas más comunes
se encuentran la ansiedad, irritabilidad,
insomnio, aumento de peso y disfunción sexual. También se han
documentado episodios de manía, impulsividad y ataques de
pánico, especialmente en los primeros meses de
tratamiento.
En personas menores de 25 años, el riesgo de pensamientos y
conductas suicidas es más alto durante las primeras semanas de
tratamiento o al ajustar la dosis. Este ha sido un motivo de alerta
para instituciones como la FDA, que recomienda una supervisión
estrecha por parte de médicos y familiares.

Relación con
enfermedades neurodegenerativas
Otro tema preocupante es el vínculo entre el uso de ciertos
antidepresivos y el deterioro cognitivo. Estudios recientes
sugieren que algunas familias de antidepresivos, como los
inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina
(ISRS), podrían acelerar procesos neurodegenerativos en
dosis altas. Aunque esta relación aún se encuentra en
investigación, la comunidad médica insiste en la necesidad de
evaluar cuidadosamente los riesgos y beneficios antes de iniciar el
tratamiento.
¿Cómo minimizar los
riesgos?
Reducir los riesgos asociados con los antidepresivos empieza con
un acompañamiento médico constante y personalizado. Es importante
que el médico trate cada caso de forma individual,
evaluando cuidadosamente los beneficios y posibles efectos
adversos antes de iniciar el tratamiento. Esto incluye
analizar el historial médico del paciente, sus condiciones
preexistentes y cualquier otro medicamento que esté tomando para
evitar interacciones negativas.
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Además de proporcionar información clara sobre los efectos
secundarios, los médicos deben trabajar junto con los pacientes
para establecer expectativas realistas sobre el
tratamiento. Esto incluye explicar el tiempo que podría
tomar para que el medicamento haga efecto y señalar que, en algunos
casos, puede ser necesario ajustar las dosis o incluso cambiar a
otro tipo de antidepresivo.
Suspender el tratamiento de manera abrupta puede ser altamente
riesgoso, ya que el cuerpo necesita tiempo para adaptarse a los
cambios químicos. En lugar de interrumpir el medicamento de golpe,
los médicos deben diseñar planes de disminución gradual cuando sea
necesario dejar el tratamiento, reduciendo así las
posibilidades de abstinencia y otros efectos
negativos.
Por su parte, los pacientes tienen un papel activo en este
proceso. Es fundamental que lleven un registro detallado de los
cambios en su estado físico y emocional para detectar cualquier
síntoma extraño lo más pronto posible. Comunicar estos síntomas al
médico puede evitar complicaciones graves y ayudar
a ajustar el tratamiento a tiempo.
Integrar terapias complementarias, como la terapia
cognitivo-conductual, no solo mejora los resultados, sino que
también promueve una visión más integral del tratamiento. Estas
terapias ayudan a los pacientes a desarrollar habilidades para
manejar el estrés, crear hábitos saludables y mejorar su
bienestar general, reduciendo la dependencia exclusiva de los
medicamentos.
Finalmente, un estilo de vida saludable, que incluya
ejercicio regular, una dieta equilibrada y métodos de
relajación, puede potenciar los efectos positivos del
tratamiento. Una red de apoyo sólida, compuesta por familiares,
amigos o grupos de ayuda, también puede marcar una gran diferencia
en el proceso de recuperación. Al combinar estos elementos, es
posible reducir los riesgos y maximizar los beneficios de los
antidepresivos.