#Salud: ¿Qué pasaría si dejaras de escuchar los (malos) consejos de los demás?

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Con frecuencia, las personas buscan opiniones externas antes de
tomar decisiones importantes. Desde la elección de carrera hasta
cuestiones personales, los consejos parecen ser el pan de cada día
en nuestras vidas. Sin embargo, seguir recomendaciones equivocadas
puede tener un impacto profundo en cómo experimentamos el
éxito, el fracaso y la satisfacción personal.

Cuando alguien ignora su propio criterio para seguir la
sugerencia de otro, el resultado suele dejar una huella emocional
más negativa que si se hubiera arriesgado por cuenta
propia.
Aprender a filtrar los consejos, y sobre todo a
confiar en la propia intuición, es esencial para evitar
arrepentimientos y ganar autonomía.

El coste de escuchar
malos consejos

Aceptar un consejo es sencillo, pero vivir con las consecuencias
puede ser complicado. Muchas veces, las recomendaciones provienen
de personas que carecen de experiencia real en el tema o que
simplemente actúan guiadas por sus propios miedos, prejuicios o
desconocimiento.

Seguir
consejos
erróneos puede provocar
arrepentimiento y una sensación de pérdida de
control. En situaciones cotidianas o cruciales, como tomar una
decisión financiera o dar un giro profesional, nadie siente alivio
cuando el resultado es negativo y, encima, se tiene la certeza de
haber ignorado una corazonada.

Esa falta de control personal alimenta la
culpabilidad. El instinto suele decir, “sabía que
esto no iba a funcionar”, pero el deseo de complacer o la
inseguridad conducen a hacer lo contrario. La consecuencia: más
autocrítica y, en ocasiones, menos confianza en futuras
decisiones.

La trampa de la
responsabilidad compartida

Existe una creencia falsa que sugiere que delegar la decisión o
dejarse influir por otros sirve de escudo ante el sentimiento de
culpa. Sin embargo, estudios recientes demuestran el efecto
opuesto:
quien ignora lo que sabe que es mejor para sí
mismo, acaba responsabilizándose aún más del error.

No se comparte la responsabilidad con quien dio el mal consejo;
al contrario, se asume toda la carga emocional y el
reproche personal.
Esto genera una espiral en la que
confiar en el propio juicio parece cada vez más riesgoso, pero
seguir ciegamente las opiniones de otros no reduce el malestar,
solo lo incrementa.

¿Por
qué damos tanta importancia a la opinión ajena?

La necesidad de pertenencia y validación social es un impulsor
potente. El ser humano busca reconocimiento incluso si eso implica
ceder el control sobre sus propias decisiones. Además, escuchar
consejos ajenos parece facilitar el proceso de decisión, sobre todo
cuando la ansiedad nubla el juicio propio.

Las emociones negativas también juegan un papel importante.
Sentimientos como la ansiedad y el miedo tienden a
disminuir la autoconfianza.
En estos estados, es más fácil
dejarse llevar por lo que otros recomiendan, aunque ese consejo no
tenga fundamento sólido.

Por el contrario, los momentos de calma y
autoestima
favorecen el discernimiento. Cuando una persona se
siente bien consigo misma, escucha, pero también sabe cuándo decir
no, y reconoce el valor de su opinión por encima de la de los
demás.

Foto Freepik

El papel de la
experiencia y el instinto

A veces se habla del “instinto” como si fuera un recurso
místico, pero en realidad es la suma de la experiencia previa y el
aprendizaje acumulado. Cada mala decisión tomada bajo consejo ajeno
es una oportunidad para que ese instinto gane
fuerza.

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Con el tiempo y la práctica, la intuición mejora. Las elecciones
personales se hacen más rápidas y seguras. La clave está en
distinguir entre lo que uno sabe y lo que los demás creen saber.
Cuanto más se apuesta por el criterio propio, más fácil resulta
rechazar los malos consejos y mantener el rumbo.

¿Cómo
fortalecer la autonomía en la toma de decisiones?

Dejar de escuchar los malos consejos no significa cerrar los
oídos a todas las opiniones. Más bien implica un ejercicio de
selección y autoconocimiento. Es recomendable recibir feedback solo
de fuentes fiables, o de quienes han demostrado experiencia y
resultados en el área relevante.

Reconocer el valor personal es fundamental. Confiar en uno mismo
lleva a tomar decisiones más alineadas con los propios
valores y necesidades.
Se aprende a decir “gracias, pero
prefiero hacerlo a mi manera” sin miedo a decepcionar. Esta
práctica fomenta el aprendizaje a través de la experiencia, algo
que ningún consejo externo puede sustituir.

La autonomía se construye paso a paso. Cada vez
que alguien prioriza su propio criterio, está un poco más cerca de
convertirse en la persona que realmente quiere ser, en lugar de la
que otros esperan que sea.

El
impacto en las relaciones personales y profesionales

Cuando una persona deja de guiarse por los malos consejos, las
relaciones también se transforman. Se establece un límite más claro
entre lo que se quiere oír y lo que se necesita
escuchar.
Esto puede generar respeto, pero también
desafíos. Aceptar la propia voz como guía principal a veces
incomoda a quienes están acostumbrados a influir o controlar.

En el entorno laboral, aprender a valorar el propio juicio
aporta seguridad y liderazgo. Quien toma decisiones sustentadas en
información real y autoconfianza suele lograr mejores resultados y
transmite esa seguridad al equipo. Esto distingue a quienes crecen
y se destacan, de los que se mantienen en segundo plano por miedo a
equivocarse.

Aprender
a filtrar consejos: una habilidad para toda la vida

El filtro selectivo ante los consejos es una herramienta
poderosa. Exige estar atentos al origen del consejo, analizar si la
persona que recomienda realmente comprende la situación y
considerar si lo que sugiere se relaciona con objetivos o valores
personales.

No todos los
consejos
merecen el mismo peso. Hay voces que orientan, otras
que confunden. Identificar la diferencia lleva tiempo, pero evita
arrepentimientos futuros. Cuando se toma una decisión
basada en el propio criterio, el aprendizaje es más
profundo, incluso si se cometen errores.

La verdadera sabiduría en este tema es saber cuándo conviene
escuchar y cuándo es mejor confiar en uno mismo. Solo así se
desarrolla una autonomía real y satisfactoria, capaz de sostenerse
ante cualquier circunstancia.

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