#Salud: ¿Por qué hay personas a las que el café no les hace efecto?

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El café forma parte de la rutina de millones de personas. Para
algunos, basta tomar una taza para sentirse más despiertos; en
otros, el café parece tan inofensivo como el agua. Esta diferencia
genera curiosidad y hasta incredulidad. Muchos se preguntan si no
sienten el efecto del café porque están “inmunes”
o si hay algo en su organismo que los hace distintos. La ciencia ha
demostrado que no se trata solo de percepción. La explicación está
en los genes, el metabolismo individual y una serie de factores
externos que influyen en la respuesta de cada cuerpo al café.

El papel
de la genética en la respuesta al café

El
café
ejerce su famoso efecto estimulante gracias a la
cafeína, pero no todos la metabolizan de la misma
manera. La clave está en el gen CYP1A2,
responsable de producir la enzima que descompone
la cafeína en el hígado. Dependiendo de la variante de este gen,
cada persona puede ser más rápida o más lenta deshaciéndose de la
cafeína. Así, mientras alguien puede sentirse activo y alerta a los
diez minutos de tomar café, otra persona puede no notar nada, o
incluso sentir molestias después de varias horas.

Las diferencias no solo se traducen en cómo se siente la persona
tras beber café, sino también en el impacto en su salud y en el
rendimiento físico. Los metabolizadores rápidos
suelen tolerar mejor varias tazas al día (y hasta sentir beneficios
físicos), mientras que los lentos pueden
experimentar insomnio, taquicardia o nerviosismo aún con dosis
bajas.

Variantes
genéticas y metabolización de la cafeína

El gen CYP1A2 presenta variantes que influyen
de manera clara en el efecto del café. La variante
GG
está vinculada con un metabolismo
rápido
de la cafeína, lo que significa que el cuerpo
elimina el compuesto en aproximadamente una hora. Estas personas
pueden beber café por la tarde sin que les quite el sueño o
interfiera en su bienestar.

Por el contrario, quienes tienen la variante
AA
, conocida como metabolizadores lentos,
tardan más en descomponer la cafeína. Esto prolonga los efectos en
el organismo y aumenta la sensibilidad a síntomas como nerviosismo
o insomnio. Además, estudios recientes muestran que los
metabolizadores lentos tienen mayor riesgo de problemas cardíacos
si consumen cafeína en exceso. En cambio, los metabolizadores
rápidos pueden experimentar mejoras en el rendimiento deportivo y
menor riesgo de eventos cardiovasculares con un consumo
adecuado.

Foto Freepik

Receptores
de adenosina y sensibilidad cerebral

La acción de la cafeína depende de su capacidad para bloquear
los receptores de adenosina en el cerebro. La
adenosina es responsable de la sensación de cansancio y sueño al
final del día. Cuantos más receptores de adenosina tiene una
persona, más intensa puede ser la sensación de alerta tras beber
café. Sin embargo, la cantidad de estos receptores también la
determina la genética y varía mucho de persona a
persona
. Así se explica por qué existen quienes parecen
inmunes a la cafeína: su cerebro no reacciona igual porque la
sensibilidad y cantidad de receptores es distinta.

El cuerpo, además, puede adaptarse con el tiempo. Un consumidor
habitual de café puede necesitar dosis más altas para sentir el
mismo efecto, por el aumento en la cantidad de receptores de
adenosina como mecanismo de compensación.

Otros
factores que afectan la sensibilidad a la cafeína

No solo los genes determinan si el café hará efecto o no. El
entorno, el estilo de vida, los medicamentos y
ciertas condiciones médicas pueden alterar la manera en que el
cuerpo responde al café. El tabaquismo, la dieta y
hasta el género influyen en el metabolismo de la cafeína, haciendo
que sus efectos sean más o menos intensos.

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El contexto médico es especialmente relevante. Algunos
medicamentos pueden potenciar o reducir la acción de la cafeína.
Por ejemplo, ciertos antibióticos y anticonceptivos ralentizan su
metabolización, mientras que el consumo de cigarrillos la acelera.
Hay enfermedades que limitan la capacidad del cuerpo para procesar
la cafeína, por lo que se recomienda precaución en personas con
problemas cardíacos, presión alta o trastornos
gastrointestinales.

Hábitos de
consumo y tolerancia adquirida

El consumo frecuente de café puede llevar a la tolerancia. Con
el tiempo, el cuerpo se acostumbra y necesita dosis más altas para
experimentar el mismo nivel de alerta. Esta adaptación
fisiológica
explica que muchos ya no sientan el “subidón”
tras el café de la mañana. El cerebro compensa el bloqueo de la
adenosina aumentando la cantidad de receptores, restando fuerza al
efecto estimulante.

Por eso, incluso quien fue sensible a la cafeína un día, puede
dejar de percibir su impacto tras años de consumo regular. Cuando
se interrumpe la ingesta de café, pueden aparecer síntomas de
abstinencia como dolor de cabeza y fatiga, porque el cuerpo debe
reajustar su sistema de receptores y la producción de
adenosina.

Influencia
del estado de salud y la interacción farmacológica

El estado general de salud
modifica la respuesta al café. Problemas como hipertensión,
trastornos del ritmo cardíaco o padecimientos gástricos pueden
amplificar los efectos adversos de la cafeína o hacerlos
imperceptibles. Además, el uso de algunos
medicamentos cambia cómo el hígado procesa la
cafeína. Por ejemplo, los anticonceptivos orales y ciertos
medicamentos para el corazón ralentizan el metabolismo, elevando el
riesgo de síntomas indeseados con dosis bajas de café.

El embarazo es otro contexto especial. Durante esta etapa, el
metabolismo de la
cafeína
se reduce casi a la mitad, por lo que se recomienda
limitar su consumo para evitar efectos sobre la madre y el bebé. En
niños y adolescentes, el impacto de la cafeína es más intenso y
puede producir alteraciones cognitivas y comportamiento
hiperactivo.

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