#Salud: madre es condenada a cadena perpetua por matar a sus hijos y guardarlos en maletas

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El caso de Hakyung Lee conmocionó a Nueva Zelanda y a Corea del Sur, puesto que la madre fue condenada por matar a sus hijos, Yuna y Minu Jo, cuyos cuerpos aparecieron años después dentro de maletas en un trastero de Auckland.

Se trata de una historia dura y sensible, que implica muerte de menores, salud mental y un enorme dolor familiar.

Hakyung Lee nació en Corea del Sur y se mudó a Nueva Zelanda, donde formó una familia con su esposo, Ian Jo. Vivían en Auckland y, según quienes la conocían, los niños Yuna y Minu eran el centro de su vida diaria.

Todo cambió cuando Ian Jo murió de cáncer a finales de 2017. El duelo fue largo, intenso y, con el tiempo, se mezcló con una depresión profunda y un fuerte aislamiento. Lee empezó a perder peso, a decir que no quería seguir viviendo y a mostrar un miedo extremo a criar sola a sus hijos.

En 2018 les dio a Yuna y a Minu un jugo con un medicamento recetado, un antidepresivo. Los niños murieron y ella escondió sus cuerpos en bolsas, los guardó en maletas y los dejó en una unidad de almacenamiento en Auckland. Poco después salió del país y viajó a Corea del Sur.

De familia unida al colapso tras la muerte del padre

Antes de la enfermedad de Ian, la familia parecía estable. Lee dependía mucho de su esposo en lo emocional, en las decisiones del hogar y en la crianza. Esa dependencia se convirtió en un vacío enorme cuando él enfermó y luego murió.

Varios testigos contaron que Lee había dicho que se quitaría la vida junto a sus hijos si su esposo no sobrevivía. Después de la muerte de Ian casi no comía, repetía que no tenía ganas de vivir y gastó grandes sumas en viajes, como si huyera de una realidad insoportable.

Cómo se descubrieron las maletas años después

Los cuerpos de Yuna y Minu no se encontraron hasta 2022, cuando la unidad de almacenamiento dejó de pagarse y fue subastada. La familia que compró su contenido abrió las maletas y se topó con la tragedia.

Mientras tanto, Lee había cambiado de nombre a Ji Eun Lee en Corea del Sur e intentaba llevar una vida nueva. Tras el hallazgo, las autoridades la localizaron, la arrestaron y la extraditaron a Nueva Zelanda. El impacto público fue enorme al saberse que los niños llevaban años muertos sin que nadie supiera qué les había pasado.

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La sentencia a cadena perpetua y el debate sobre salud mental e intención

En noviembre de 2025, el tribunal de Auckland condenó a Hakyung Lee a cadena perpetua, con un mínimo de diecisiete años antes de poder pedir libertad condicional. El juez ordenó que primero fuera tratada como paciente especial en un centro psiquiátrico cerrado, antes de pasar a prisión cuando su estado lo permita.

Los peritajes coincidieron en que sufría depresión atípica y un duelo complicado, pero el tribunal rechazó la defensa de no culpable por razón de locura. El juez concluyó que, aunque estaba enferma, entendía que matar a sus hijos era moralmente incorrecto. Quedó abierta una pregunta dolorosa: fue un acto egoísta para liberarse de la carga de ser madre sola, o un acto realizado por una mente ya muy dañada.

Foto Freepik

Lo que dijeron la fiscalía y los peritajes psiquiátricos

La fiscalía presentó el crimen como un acto planificado y egoísta. Además, señaló que Lee compró el medicamento, lo administró en el jugo, escondió los cuerpos, pagó el trastero y luego huyó en un vuelo de primera clase, con cambio de nombre incluido. Para la acusación, nada de eso encaja con una persona totalmente desconectada de la realidad.

Los psiquiatras, en cambio, describieron una depresión severa, con pensamientos distorsionados, en la que Lee llegó a creer que morir junto a sus hijos era una forma de “protegerlos”. El tribunal aceptó que estaba enferma, pero consideró que aún distinguía el bien del mal, por lo que mantuvo la condena de cadena perpetua y rechazó el veredicto de no culpable por razón de locura.

El dolor de la familia

La madre de Lee, Choon Ja, y el tío de los niños, Jimmy Jo, expresaron una culpa profunda. Se sienten responsables por no haber visto el riesgo real que había detrás de las palabras de Hakyung, por no haber podido salvar a Yuna y a Minu. Sus mensajes en la audiencia mezclan amor, rabia y un duelo que no se cerrará nunca.

Este caso recuerda que las frases sobre querer morir, sobre “terminar con todo” o sobre llevarse a los hijos con uno no son solo dramatismo. Son señales de peligro que necesitan escucha, acompañamiento y, sobre todo, ayuda profesional, sin vergüenza ni estigma alrededor de la salud mental.

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