Ángela vivió su infancia dentro de la Iglesia Fundamentalista de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (FLDS). Este grupo,
una facción aislada de los mormones, practica el matrimonio
plural o poligamia como parte de sus creencias religiosas.
Desde pequeña, Ángela fue testigo de la severidad con la que se
trataba a las mujeres: no tenían acceso a la educación formal y
mucho menos la libertad de decidir su futuro.
“Un pariente mío tenía 24 esposas”, relata Ángela, evidenciando
cómo la figura masculina de la “familia” ejercía un control
absoluto. Este tipo de vida no solo vulneraba derechos
fundamentales, sino que también generaba un ambiente de
manipulación sistemática y abuso emocional.
Obligaciones
impuestas y esperanzas rotas
Dentro de este sistema, las mujeres eran forzadas a casarse
jóvenes, incluso con familiares cercanos, siguiendo los dictámenes
de un liderazgo supuestamente “divino”. Estas uniones, lejos de ser
consensuadas, buscaban perpetuar la obediencia al líder de la
secta. En el caso de Ángela, perdió su infancia y adolescencia
cumpliendo expectativas impuestas sin posibilidad de rebelarse.
El control no solo era emocional o físico; el grupo promovía una
economía cerrada con su propio “dinero” conocido como scrip. Las
familias eran parte de una red de negocios que reforzaba la
dependencia hacia la secta. Si alguien pensaba en escapar,
enfrentaba la amenaza del castigo divino o la condena
social.
La decisión de escapar
A pesar de las dificultades, Ángela encontró el valor para huir.
Cuenta que el momento de escape fue el más decisivo de su vida.
¿Pero cómo se escapa de un sistema tan cerrado?
Para Johnson, la clave fue romper con el miedo que durante años la
mantuvo atada. Encontró fuerza en la solidaridad de aquellos que
habían dejado la secta antes que ella.
Tras escapar, enfrentó desafíos inimaginables. Debió construir
una vida nueva, desde cero, en un mundo del que apenas sabía algo.
Sin embargo, su espíritu resiliente se impuso. Ángela se dedicó a
contar su historia y ayudar a otras personas atrapadas en
sectas similares.

Las
impactantes revelaciones sobre la secta
Historias como la de Warren Jeffs, líder de una secta mormona
fundamentalista, han mostrado cómo estas organizaciones operan con
secretismo, violencia y explotación humana. En el
caso del “clan Kingston”, conocido también como “La Orden”, se han
encontrado evidencias de conductas como:
Pelea entre haitiano y dominicano por una cerveza termina con un muerto en comunidad rural
Famosa vidente sobre Sudhiksha – #FVDigital
Dejan detenido a Rochy RD en cárcel preventiva – #DeInteres #FVDigital
Cae avión al mar Caribe con 17 pasajeros
Tipo mata a su pareja en presencia de su hija menor – #DeInteres #FVDigital
- Matrimonios forzados e incestuosos.
- Trabajo infantil y esclavitud
moderna. - Fraude a gran escala y lavado de dinero.
- Abusos sexuales, especialmente hacia menores.
Lo más alarmante es la estructura jerárquica interna de estos
grupos, donde las decisiones giran en torno a un “profeta”. Las
mujeres y niños son tratados como propiedad dentro del sistema,
reforzando décadas de abuso sin repercusiones legales
significativas hasta hace poco.
Cambios en la ley y
nuevos desafíos
En Utah, el polígamo estado donde se localizan muchas de estas
sectas, las normas sobre la poligamia han cambiado en los últimos
años. Antes, el matrimonio plural era un delito
grave, pero en 2020 se despenalizó, volviéndolo una falta menor.
Este cambio, aunque polémico, busca animar a víctimas de abusos a
denunciar sin miedo a represalias legales.
A pesar de esto, grupos como el FLDS o “La Orden” siguen
operando en secreto. Sus miembros tienen poco contacto con el
exterior y las prácticas abusivas continúan siendo difíciles de
erradicar. El testimonio de Ángela resalta lo importante que es
abrir los ojos al problema y exigir justicia para las
víctimas.
Hoy, Ángela trabaja con organizaciones que apoyan a víctimas de
sectas, brindándoles las herramientas para empezar de nuevo. Su
mayor mensaje es claro: nadie debería vivir bajo el yugo
del abuso o el miedo. Al compartir su historia, busca no
solo sanar sus heridas, sino también advertir a otras personas del
peligro de estas comunidades cerradas.