#Salud: Los 9 hábitos diarios que ayudan a cuidar los riñones y prevenir enfermedades

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Los riñones trabajan en silencio, filtran desechos, equilibran líquidos, ayudan a controlar la presión y colaboran en la producción de glóbulos rojos. Sin ellos, la vida diaria simplemente no funciona. Sin embargo, la mayoría de las personas recién piensa en estos órganos cuando algo falla y aparecen cansancio extremo, hinchazón o cambios en la orina. Cuidarlos a tiempo cambia ese escenario.

En países como Argentina, se calcula que cerca de una de cada ocho personas tiene algún grado de enfermedad renal crónica, y muchas no lo saben porque los primeros estadios casi no dan síntomas. Organismos como la National Kidney Foundation y sociedades de nefrología coinciden en que más de la mitad de los casos podría evitarse con hábitos sencillos.

Hidratación inteligente: cómo tomar agua para proteger los riñones

Tomar suficiente agua a lo largo del día ayuda a que los riñones filtren desechos y mantengan en equilibrio minerales como sodio, calcio y potasio. En personas sin enfermedad renal, un consumo cercano a litro y medio o dos litros repartidos durante la jornada suele ser adecuado, aunque la necesidad real depende del clima, la actividad física y el estado de salud general.

Un truco práctico es observar el color de la orina. Una orina clara, amarilla muy pálida, suele indicar buena hidratación, mientras que una orina muy oscura sugiere falta de líquidos. En quienes ya tienen enfermedad renal, el profesional de salud puede indicar una cantidad diferente de agua u otros líquidos para no sobrecargar al riñón.

Además de la cantidad, importa la calidad de lo que se bebe. Conviene priorizar agua, jugos naturales sin azúcar agregada, leches vegetales sin fósforo añadido y caldos bajos en sodio. En cambio, resulta prudente limitar refrescos azucarados, bebidas con fosfatos como muchas colas oscuras, bebidas energizantes con mucha cafeína y aditivos, y alcohol en exceso, ya que favorecen la deshidratación y pueden empeorar la presión arterial.

Alimentación y peso saludable para evitar daño renal silencioso

La combinación de una alimentación equilibrada y un peso saludable reduce el riesgo de hipertensión y diabetes, que son las causas más frecuentes de ingreso a diálisis o trasplante. El exceso de sal eleva la presión arterial y fuerza a los riñones a trabajar con más esfuerzo. Los alimentos ultraprocesados como embutidos, snacks, comidas rápidas y muchas conservas suelen concentrar grandes cantidades de sodio, fósforo y azúcares simples, por eso se aconseja que aparezcan poco en la mesa diaria. Priorizar frutas y verduras, cereales integrales y proteínas de buena calidad ayuda a mantener estable el azúcar en sangre y también la salud del corazón.

Menos sal y menos ultraprocesados para cuidar la presión arterial

Reducir la sal implica mucho más que quitar el salero de la mesa. La mayor parte del sodio que se consume viene escondido en productos empaquetados. Un hábito protector es acostumbrarse a leer etiquetas y elegir opciones con menos sodio, o preferir alimentos simples y frescos. Conviene limitar embutidos, snacks salados, comidas rápidas, sopas instantáneas y caldos concentrados, ya que su consumo frecuente favorece la hipertensión y daña poco a poco los vasos sanguíneos que nutren los riñones.

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Más alimentos frescos y movimiento diario para proteger riñones y corazón

Una dieta basada en frutas y verduras, legumbres, granos integrales y poca comida procesada ayuda a mantener una buena presión arterial y una glucemia dentro de rangos sanos. Cuando se suma exceso de peso, en especial grasa abdominal, aumentan las probabilidades de desarrollar diabetes, presión alta y daño renal progresivo. La actividad física regular, como caminar a paso ligero, andar en bicicleta, bailar o realizar ejercicios simples en casa durante al menos media hora la mayoría de los días, colabora en el control del peso y mejora la circulación, lo que protege al riñón y también al corazón.

Foto Freepik

Control de presión, diabetes y hábitos tóxicos que dañan el riñón

La hipertensión y la diabetes explican gran parte de los casos de enfermedad renal crónica en el mundo. Muchas personas conviven años con estas condiciones sin saberlo, porque al principio no duelen ni generan molestias claras. Los controles periódicos permiten detectarlas y tratarlas antes de que el riñón sufra un daño difícil de revertir. A esto se suma otro grupo de hábitos que conviene revisar, como el uso indiscriminado de analgésicos, el consumo de tabaco y el alcohol en grandes cantidades, todos ellos asociados con un peor pronóstico renal.

Por qué revisar la presión y la glucemia protege los riñones

Cuando la presión arterial se mantiene alta durante largo tiempo, los pequeños vasos del riñón se van deteriorando y pierden capacidad de filtrado. Algo parecido ocurre con una glucemia elevada en personas con diabetes, ya que el exceso de azúcar daña las estructuras renales de manera lenta pero continua. Muchas veces no aparecen síntomas hasta estadios avanzados, por eso el control médico regular, junto con medicación adecuada, alimentación cuidada y ejercicio, resulta clave para frenar la progresión del daño.

Tabaco, alcohol y analgésicos: pequeños gestos que evitan grandes daños

Decidir no fumar, o buscar ayuda para dejar el cigarrillo, mejora el flujo de sangre hacia los riñones y a todo el organismo. El alcohol en exceso favorece la deshidratación, puede subir la presión y añade calorías vacías que dificultan el control del peso. También es importante evitar la automedicación con antiinflamatorios y otros analgésicos de uso común, como ibuprofeno, diclofenaco o naproxeno, ya que su consumo frecuente o en dosis altas puede resultar tóxico para el tejido renal. Lo más seguro es tomarlos solo el tiempo indicado y bajo supervisión profesional.

Chequeos regulares: el hábito clave para detectar el daño renal a tiempo

Los chequeos periódicos para los riñones forman parte del cuidado básico de la salud, sobre todo en personas con hipertensión, diabetes, obesidad o antecedentes familiares de enfermedad renal. Con un análisis de sangre y un análisis de orina se pueden medir creatinina y albúmina, marcadores que permiten lograr una detección precoz del daño, incluso antes de que aparezcan hinchazón, fatiga intensa o cambios en la orina. Convertir estos estudios en un hábito anual, o con la frecuencia que indique el profesional, junto con los otros gestos de autocuidado mencionados, ayuda a que los riñones sigan funcionando de manera silenciosa pero eficiente durante muchos años.

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