Un frigorífico funcionando mal puede hacer que los alimentos se
echen a perder, además de elevar el consumo de
energía. Saber identificar el motivo del fallo te ayudará
a decidir si se trata de algo sencillo de resolver o si necesitas
ayuda profesional antes de enfrentar la pérdida de alimentos.

Problemas con el
compresor
El compresor es como el corazón del
frigorífico, si no trabaja bien, el frío no circula y tu nevera
deja de hacer su trabajo. El compresor se encarga de comprimir el
gas refrigerante y hacer que circule por el sistema. Sin esta
función, el interior no logra enfriar lo suficiente y los alimentos
quedan expuestos al calor. El desgaste por antigüedad,
subidas de tensión o falta de mantenimiento pueden desencadenar una
avería.
Un compresor dañado suele hacer ruidos extraños, como
zumbidos fuertes, clics repetitivos o directamente deja de
sonar porque no arranca. También puedes notar que el motor intenta
encenderse sin éxito o lo hace solo por segundos. Si abres el
frigorífico y la luz interna sigue funcionando, pero no hay nada de
frío ni en la parte de refrigeración ni en el congelador, es
probable que la causa sea el compresor.

Fugas o escasez de gas
refrigerante
El gas refrigerante es el encargado de absorber
el calor del interior y expulsarlo al exterior. Si el gas escasea
por una fuga, el circuito pierde la capacidad de enfriar y esto
suele pasar por desgaste de los tubos, conexión fallida o incluso
un golpe involuntario al mover el aparato. Sin la presión y
cantidad de gas apropiada, el sistema no consigue bajar la
temperatura.
Algunos síntomas de falta de gas aparecen a simple vista, como
por ejemplo si ves escarcha solo en un trozo del evaporador
o se forma hielo en zonas irregulares dentro del
frigorífico, puede tratarse de una fuga. Otro indicio es la falta
de frío aunque el motor funcione constantemente. También puedes
notar un olor diferente en la parte trasera del aparato o, al tocar
las tuberías, una diferencia de temperatura inesperada.
Acumulación
de suciedad o hielo en las bobinas
Las bobinas, tanto las del evaporador como las
del condensador, permiten que el calor se transfiera fuera del
frigorífico. Si se llenan de polvo, grasa o hielo,
este proceso se detiene y el frigorífico deja de enfriar como
debería. El aire no circula bien y el motor empieza a trabajar más
de la cuenta sin lograr los resultados esperados.
Por esa razón, limpiar las bobinas cada seis
meses marca la diferencia. Sólo tienes que desconectar el
frigorífico de la corriente, retirar la parrilla trasera y pasar un
cepillo suave o una aspiradora. Para evitar la acumulación de
hielo, revisa que la puerta cierre bien y que no haya obstrucciones
en los canales de drenaje. Mantener limpias las bobinas no solo
ayuda en la eficiencia, también prolonga la vida útil del
aparato.
Fallas en los
ventiladores internos
Los ventiladores se encargan de repartir el
aire frío por todo el frigorífico. Si uno de ellos falla, el frío
no llega a todos los rincones y comienzan a aparecer zonas
calientes o apenas frescas, produciendo una mala
conservación de los alimentos que puede dar lugar a malos
olores.
Si abres el frigorífico y no sientes el típico flujo de aire
frío o detectas zonas que no bajan de temperatura, es posible que
el ventilador esté fallando. A veces produce ruidos de roce, como
un zumbido o un traqueteo extraño. La falta de circulación del aire
también se nota si los alimentos se conservan mejor solo en una
parte del frigorífico, mientras el resto parece más caliente.

Errores
en la configuración del termostato o fallos eléctricos
El termostato regula el nivel de frío dentro del aparato. Si
está mal configurado, el frigorífico no se activará lo suficiente
para mantener los alimentos frescos. Problemas eléctricos
en el enchufe, cableado o panel de control también pueden
ser la causa, sobre todo tras una descarga o corte de luz.
Antes de buscar ayuda profesional, revisa la posición
del termostato y ajústalo a una temperatura adecuada,
normalmente entre 3°C y 5°C. Checa que el enchufe esté bien
conectado y que no haya cables dañados detrás del frigorífico.
Fíjate también si hay señales evidentes de quemaduras o golpes en
el panel de control.
Un frigorífico que no enfría pone en peligro tu comida y genera
gastos imprevistos. Identificar la causa ayuda a decidir si puedes
actuar de inmediato o si necesitas de un profesional.
Limpiar, revisar y configurar correctamente el aparato
previene muchas de estas fallas. Si el problema persiste a
pesar de estas comprobaciones, lo mejor es contactar a un técnico
especializado. Así cuidas tu inversión y, sobre todo, la seguridad
y frescura de los alimentos en tu hogar.


