Aunque parecería ser una solución rápida y práctica para
conservar sobras, hacerlo puede comprometer tanto la calidad de los
alimentos como la seguridad alimentaria. ¿Por qué? Aquí te
explicamos los motivos y te damos alternativas seguras.

Riesgo de
crecimiento bacteriano
El mayor problema al almacenar comida en ollas dentro de la
nevera es el crecimiento de bacterias. Cuando un
recipiente de gran tamaño como una olla entra en contacto con el
ambiente húmedo y frío de la nevera, la comida al interior no se
enfría uniformemente. Esto permite que ciertas partes queden a
temperaturas que favorecen la proliferación bacteriana,
especialmente si se trata de alimentos cocinados, que son más
susceptibles.
Además, las ollas no tienen cierres herméticos, lo que facilita
la contaminación cruzada. Esto significa que los
alimentos pueden estar expuestos a microorganismos provenientes de
otros productos perecederos, como carnes y pescados crudos,
aumentando el riesgo de intoxicación alimentaria.
Oxidación y daños
en la comida
Las ollas, sobre todo las de aluminio, pueden influir
negativamente en los alimentos, porque este material reacciona con
la humedad y el frío, acelerando la oxidación
tanto del recipiente como del contenido. En el caso de alimentos
ácidos como el tomate o guisos con limón, el contacto prolongado
puede causar que el metal se libere en pequeñas cantidades al
platillo.
La oxidación no solo degrada la calidad del alimento al alterar
su sabor, textura y color, sino que también podría ser perjudicial
para la salud. Asimismo, el consumo elevado de partículas de
metales se ha vinculado a problemas neurológicos y óseos.

Problemas de
espacio y eficiencia
Guardar una olla en el refrigerador ocupa demasiado
espacio, lo que puede impedir que el aire frío
circule de forma adecuada y hacer que los alimentos se enfríen más
lentamente y que el refrigerador utilice más energía para mantener
la temperatura óptima. También puede dificultar organizar la nevera
correctamente, lo que termina afectando la conservación del resto
de los productos.
Una nevera bien organizada es clave para optimizar el uso de
energía y prolongar la frescura de los alimentos. ¿Por qué
sacrificar todo esto por la comodidad de no cambiar la comida de
recipiente?
Alternativas
seguras para conservar alimentos
Existen maneras mucho más seguras y eficientes de almacenar tus
alimentos sin comprometer ni su calidad ni tu salud. Lo ideal es
transferir las sobras de comida a recipientes adecuados antes de
refrigerarlas. Las mejores opciones son:
- Envases de vidrio o cerámica con tapa
hermética: conservan los alimentos sin alterar su sabor ni
exponerse a migración de partículas del recipiente, además de ser
reutilizables y ecológicos. - Plásticos aptos para uso alimentario: busca
recipientes certificados con el símbolo de un tenedor,
especialmente diseñados para resistir temperaturas frías. Aun así,
evita recalentar los alimentos directamente en recipientes
plásticos. - Bolsas selladas al vacío: son ideales para
ahorrar espacio y preservar la frescura de ciertos alimentos.
Además, recuerda que dejar los platillos a temperatura ambiente
por tiempo prolongado es una puerta abierta para las bacterias. Si
tienes prisa, utiliza una bandeja amplia para enfriarlos más
rápido.
Temperaturas
correctas de refrigeración
Un factor clave para evitar problemas alimentarios es conocer y
respetar las temperaturas óptimas dentro de tu refrigerador. Según
los expertos:
- El congelador debe mantenerse por debajo de -18
°C para garantizar la seguridad de los alimentos
congelados. - El refrigerador debe oscilar entre 1 y 4
°C para carnes, pescados y alimentos frescos. - Para otros alimentos, como lácteos o sobras,
entre 5 y 8 °C es lo ideal.
Guardar alimentos fuera de estas temperaturas puede ser un error
costoso para la salud. Además, evita colocar productos perecederos
en la puerta del refrigerador, ya que es la zona menos fría y menos
estable.


