#Salud: La posible causa que estaría provocando la “epidemia” de cáncer colorrectal en jóvenes

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En los últimos años, médicos y científicos de todo el mundo
observan con preocupación un fenómeno inesperado: el
cáncer colorrectal
, históricamente vinculado a adultos mayores,
ahora aumenta a un ritmo inquietante entre personas menores de 50
años. Este cambio ha encendido las alarmas en clínicas,
laboratorios y foros de salud pública
, pues los
diagnósticos en jóvenes se duplicaron en apenas dos décadas y los
casos no dejan de crecer, especialmente en menores de 30 años.
Entender por qué sucede este cambio abrupto es clave para frenar su
avance.

Varios equipos de investigación siguen las pistas sobre factores
biológicos, ambientales y genéticos que podrían explicar esta nueva
tendencia. El enfoque actual destaca el rol de microorganismos
intestinales, toxinas bacterianas y hábitos modernos que están
modificando el riesgo desde edades tempranas.


Factores biológicos y ambientales que impulsan el cáncer
colorrectal en jóvenes

Científicos descubren que bacterias
intestinales
y el equilibrio microbiano en el colon pueden
influir de manera profunda en el riesgo de tumores. Igual que una
balanza se desajusta, la flora intestinal pierde diversidad por
cambios en la dieta, exposición a antibióticos desde la infancia o
por hábitos poco saludables.

Se ha identificado una toxina bacteriana llamada
colibactina, producida por ciertas cepas de
Escherichia coli, que provoca daños directos en el
ADN de las células del colon. Los rastros de esta toxina se han
encontrado en el material genético de tumores colorrectales en
jóvenes, lo que sugiere que una infección durante la niñez podría
dejar marcas invisibles que con los años predisponen al cáncer.

El concepto de disbiosis intestinal gana peso:
cuando los microbios beneficiosos se reducen y crecen especies
dañinas, aumentan los procesos inflamatorios y mutaciones que hacen
más fácil que surjan células tumorales.


El papel de la toxina colibactina y la microbiota intestinal
en la formación tumoral temprana

La exposición temprana a colibactina altera el
desarrollo de células del intestino. Esta toxina actúa como un
ladrón sigiloso, que sin dar señales inmediatas, roba la
estabilidad genética. Deja una especie de huella en el genoma de
quien la sufre desde niño, debilitando las defensas del colon y
facilitando la transformación maligna cuando los años pasan.

La microbiota intestinal no solo ayuda a
digerir los alimentos. Produce sustancias, regula la inflamación y
protege al cuerpo de agresores externos. Cuando esta comunidad
bacteriana cambia por infecciones, antibióticos o una dieta pobre,
pierde el efecto protector. Las bacterias capaces de producir
colibactina proliferan, dejando lesiones microscópicas cuya
gravedad puede no descubrirse hasta la juventud o adultez
temprana.

Las investigaciones más recientes muestran coincidencia entre la

firma
genética del daño por colibactina y las mutaciones
halladas en cánceres colorrectales juveniles. Esta conexión
refuerza la hipótesis de que el riesgo nace silenciosamente en la
infancia y madura con el tiempo.


Influencia de hábitos, dieta y ambiente en la biología
tumoral joven

La vida moderna agrega leña al fuego. Carnes
procesadas
, grasas saturadas, consumo frecuente de
alcohol, falta de ejercicio y obesidad formulan un
cóctel peligroso. La combinación de estos factores genera
inflamación crónica, un entorno donde las células
sanas se tornan más vulnerables a cambios que desembocan en
cáncer.

Contaminantes del aire y agua, exposición a sustancias químicas
industriales, y el uso reiterado de antibióticos alteran la flora
microbiana y lesionan las mucosas. Cada vez más estudios asocian el
sedentarismo y la mala
alimentación
con cambios en la biología tumoral,
facilitando la aparición de células anómalas.

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La obesidad en jóvenes desempeña un papel
central: altera hormonas, produce estrés oxidativo y afecta el
sistema inmune. Sus efectos se sienten a nivel
celular y endocrino, empujando el
riesgo de tumores incluso en personas sin antecedentes
familiares.

Foto Freepik


Predisposición genética, condiciones preexistentes y su peso
en los casos de cáncer colorrectal joven

Aunque muchas personas relacionan el
cáncer colorrectal
temprano con la genética, la realidad
muestra otra cara. Las mutaciones hereditarias y
síndromes familiares, como el de Lynch o la
poliposis adenomatosa familiar (FAP), solo
explican un porcentaje reducido de casos en menores de 50 años.

Del mismo modo, las enfermedades inflamatorias
intestinales
como el Crohn y la
colitis ulcerosa aumentan el riesgo, pero no
justifican el crecimiento explosivo visto recientemente. Esta
diferencia apunta a que el ambiente y los hábitos cotidianos pesan
más que los factores puramente genéticos.

El avance de la investigación indica que el grueso de nuevos
casos no tienen explicación clara en la historia clínica o el árbol
genealógico. En cambio, la interacción entre microbioma, dieta y
factores externos aparece como la pieza clave del rompecabezas.


Síndromes hereditarios, poliposis y enfermedades
inflamatorias: impacto real en la población joven

Solo una minoría de jóvenes afectados por

cáncer colorrectal
presentan síndromes hereditarios o
condiciones preexistentes claramente identificadas. En términos
epidemiológicos, se calcula que entre el 10% y el
20%
de los tumores en menores de 50 años se atribuyen a
estos factores.

El resto de los casos, es decir, la mayoría, surgen en personas
sin antecedentes directos ni patologías previas. Aquí, la
exposición ambiental, el microbioma alterado y la alimentación
deficiente parecen tener el mayor peso. Los expertos coinciden en
que estos factores, más que la genética, explican la “epidemia”
invisible que avanza entre jóvenes.

Por eso, el diálogo actual en la medicina resalta la importancia
de mirar más allá de la herencia, enfocándose en el impacto de las
bacterias intestinales, la dieta ultraprocesada y la vida
sedentaria, elementos que modifican silenciosamente el destino
celular desde la infancia.

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