Mikayla Raines, reconocida influencer y
activista estadounidense, falleció después de soportar
meses de acoso online. Su muerte encendió las
alarmas sobre el peligro real del ciberacoso y las secuelas
invisibles que deja en las personas, incluso en quienes parecieran
rodeadas de afecto y admiración en la red. Mikayla, conocida
especialmente por su labor con zorros rescatados a través del
proyecto Save A Fox, se convirtió sin querer en un símbolo de dos
caras del internet: la solidaridad y la crueldad digital.

Mikayla Raines no solo era una influencer, porque fundó
Save A Fox, un santuario que rescató a cientos de
zorros de criaderos y otros entornos abusivos. Gracias a su
presencia en redes sociales, especialmente en plataformas como
YouTube y TikTok, su mensaje sobre el bienestar
animal viajó por el mundo. Compartía la vida diaria con los
animales bajo su cuidado, educando a millones sobre la importancia
de la empatía, la protección animal y el respeto por los seres
vivos.
Familias, jóvenes y amantes de los animales seguían su trabajo y
celebraban cada historia de rescate. Pero como ocurre a menudo en
internet, la visibilidad también la expuso a la crítica y a los
ataques. En los últimos meses, una campaña de acoso dirigió
a Mikayla comentarios crueles, rumores y amenazas,
apagando el brillo de una joven que había dedicado su vida a ayudar
a quienes no tienen voz.

Fox/Instagram
El acoso online, una amenaza creciente
El acoso online, también conocido como
ciberbullying, consiste en mensajes, insultos o
campañas continuas de odio dirigidas a una persona a través de
internet. Mikayla fue víctima de ataques personales, comentarios
despectivos y difamaciones sin tregua. Estos mensajes no solo
llegaban de desconocidos sino, en ocasiones, de gente que alguna
vez la apoyó. Es como si cada publicación positiva recibiera, a la
vez, una sombra de crueldad gratuita y dolorosa.
La presión fue tal que, según su esposo y fuentes cercanas,
Mikayla no pudo sobrellevar la cantidad y fuerza de los
ataques. Se sentía atrapada, con miedo de compartirse y
expuesta a un juicio constante. Lo que al principio era un refugio
y una comunidad, terminó convertido en una fuente diaria de
ansiedad y tristeza.
El papel de las redes sociales en la perpetuación del acoso
digital
Las redes sociales, pensadas para conectar personas y compartir
ideas, actúan muchas veces como amplificadores del
odio. Un simple comentario negativo puede volverse viral,
replicarse en otros perfiles y alcanzar, en minutos, a miles de
personas. Figuras públicas como Mikayla están en
el centro de esta exposición, volviéndose blanco fácil de quienes
buscan herir o ganar notoriedad atacando a otros.
No existe una barrera real que proteja a los creadores de
contenido contra esta oleada de violencia verbal. Los sistemas de
denuncia o bloqueo, aunque útiles, no siempre funcionan con la
rapidez o efectividad necesarias. En este ambiente, la salud mental
de las personas se ve constantemente en riesgo.
Secuelas psicológicas del ciberacoso
Según estudios recientes, las víctimas de ciberacoso
tienen el doble de probabilidades de desarrollar ansiedad,
depresión y trastornos del sueño. La sensación de no poder
escapar en ningún entorno, ni siquiera en la intimidad del hogar,
crea un círculo vicioso que ahoga la esperanza.
Datos de la Organización Mundial de la Salud muestran que hay un
vínculo directo entre acoso online y pensamientos suicidas,
especialmente en personas jóvenes y expuestas públicamente. La vida
digital de Mikayla se convirtió en una jaula invisible. Su caso
hace visible una verdad incómoda: el impacto emocional del acoso en
redes no es exageración, es una herida que puede llegar a ser
mortal.
La historia de Mikayla Raines nos exige mirarnos en el espejo
como sociedad. No somos solo observadores, también formamos parte
de esta red. Elegir no ser cómplices del acoso, marcar límites al
odio y cuidar la salud mental de quienes nos rodean es urgente.


