#Salud: La explicación científica de por qué nos rascamos sin poder parar

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¿Qué causa la
picazón?

La
picazón
, o prurito, es una respuesta biológica
compleja que evolucionó como un mecanismo de defensa para
protegernos de amenazas externas como parásitos, agentes irritantes
o sustancias químicas dañinas. Cuando algo irrita la piel, las
células nerviosas en la dermis envían señales al cerebro indicando
la presencia de un posible peligro. Esencialmente, el acto de
rascarse es una manera de intentar eliminar aquello que podría
dañarnos.

Existen múltiples factores que pueden desencadenar la picazón:
reacciones alérgicas, irritantes químicos, enfermedades
dermatológicas o incluso trastornos sistémicos como enfermedades
hepáticas o renales. Pero el verdadero misterio radica en por qué
el alivio es tan efímero y por qué, muchas veces, el rascado
intensifica la necesidad de seguir.

El cerebro y el ciclo
de la picazón

Cuando rascamos una zona que pica, el acto mecánico genera un
leve dolor en la piel, y este dolor interfiere
momentáneamente con las señales de picazón que el cerebro procesa.
En respuesta, el cerebro libera serotonina, un neurotransmisor que
tiene múltiples funciones en el cuerpo, como regular el estado de
ánimo y la percepción. Sin embargo, esta misma serotonina también
puede intensificar la sensación de picazón, creando un
ciclo de picazón-rascado difícil de romper.

Este proceso puede explicarse mejor si imaginamos que el cerebro
“sobrecomunica”. Aunque inicialmente el rascado proporciona alivio,
la liberación de serotonina amplifica la señal original,
exacerbando el prurito en lugar de mitigarlo completamente.

La respuesta
inmunológica detrás del rascado

El acto de rascarse, aunque pueda causar daño superficial a la
piel, también activa ciertas defensas en nuestro organismo. El
movimiento estimula la liberación de compuestos inflamatorios que
alertan al sistema inmunológico sobre una posible invasión.
Esto facilita que el cuerpo combata agresores como
bacterias o parásitos
. De manera paradójica, esta misma
inflamación puede perpetuar la irritación y hacer que la picazón
persista.

Este comportamiento tiene raíces profundas en nuestra evolución.
Para los mamíferos, la picazón y el rascado probablemente fueron
críticos para eliminar parásitos o sustancias dañinas adheridas a
la piel. En este sentido, aunque incómodo, es un mecanismo positivo
que asegura nuestra supervivencia.

Foto Freepik

Neuronas
especializadas en la picazón

Investigaciones recientes han identificado áreas específicas del
cerebro y del
sistema nervioso
relacionadas con la sensación de picazón. Por
ejemplo, en estudios con ratones, se descubrieron neuronas en la
región del periaqueducto gris (PAG) que actúan
como un centro de control del comportamiento asociado a la picazón.
Estas neuronas liberan glutamato y una sustancia llamada
taquiquinina 1 (Tac1) cuando se rasca una zona que
pica, amplificando la sensación.

Bloquear Tac1 en modelos animales ha demostrado reducir
drásticamente la necesidad de rascarse, evidenciando que este
proceso no es simplemente físico sino también neurológico y
químico. Estos mecanismos explican por qué el rascado puede
convertirse en algo compulsivo.

La
picazón también tiene un componente psicológico

Curiosamente, la picazón no es solo una experiencia física;
también puede estar influida por factores psicológicos. Un fenómeno
fascinante es el de la picazón “contagiosa”. Al observar a alguien
más rascarse, muchas personas sienten la necesidad de hacerlo
también. Este comportamiento refleja un instinto evolutivo de
detectar posibles amenazas compartidas, como
insectos o enfermedades.

Además, situaciones de estrés o ansiedad pueden aumentar la
percepción de picor. No es inusual que personas con alto nivel de
estrés reporten picazón crónica o incontrolable, incluso en
ausencia de una causa física específica.

¿Rascarse es bueno o
malo?

Aunque rascarse trae un alivio temporal, el daño acumulativo en
la piel puede ser contraproducente. El rascado repetido puede
resultar en heridas, infecciones o cicatrices
duraderas
, convirtiéndose en un problema adicional al
prurito original. Por eso, expertos recomiendan identificar y
tratar las causas subyacentes, ya sea con medicamentos, cremas
tópicas o técnicas de manejo del estrés.

Una estrategia útil para combatir la necesidad de rascarse es
recurrir a métodos que distraigan al cerebro, como aplicar presión
suave o utilizar compresas frías en la zona afectada. Esto no solo
evita causar daño en la piel, sino que también brinda alivio sin
perpetuar el círculo vicioso.

La picazón como
indicador de salud

En algunos casos, la picazón
persistente puede ser un síntoma de problemas de salud
subyacentes
. Enfermedades como insuficiencia renal,
problemas hepáticos,
diabetes
o ciertos tipos de cáncer pueden manifestarse con
prurito crónico. Por este motivo, es fundamental no ignorar este
síntoma si persiste o si no tiene una causa aparente.

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