Chocolate
y café: el dulce y la taza que no son para felinos
El chocolate y las bebidas con cafeína ponen en riesgo al
organismo del gato. Contienen teobromina y
cafeína, dos estimulantes que su cuerpo no
metaboliza bien. El resultado puede ir desde vómitos y diarrea
hasta taquicardia, agitación, temblores y
convulsiones. El chocolate negro concentra más teobromina, por eso
es más peligroso. Una porción pequeña basta para causar daño.
Conviene guardar bombones, cacao en polvo, galletas de chocolate
y cápsulas de café en lugares cerrados. Un descuido durante una
fiesta o una mesa con restos es la vía más frecuente de exposición.
Si el gato lamió una taza o mordisqueó una barra, hay que actuar
con rapidez y contactar al veterinario.

Ajo y
cebolla: enemigos silenciosos del glóbulo rojo
El ajo, la cebolla, el puerro y la cebolleta comparten
tiosulfatos, sustancias que dañan los glóbulos
rojos y pueden provocar anemia hemolítica. El
riesgo no depende solo de la cantidad, también cuenta la forma.
Crudos, cocidos o en polvo siguen siendo peligrosos. Muchos
gatos se intoxican al comer restos de comida casera, salsas o
caldos.
Los signos no siempre aparecen al instante. Pueden surgir horas
o días después, con debilidad, apatía, encías
pálidas, vómitos, falta de apetito y respiración acelerada.
Cualquier receta que lleve cebolla o ajo, incluso en pequeñas
dosis, debe permanecer lejos del plato del gato.
Uvas y
pasas: pequeñas frutas, grandes problemas
Las uvas y las pasas están asociadas a insuficiencia
renal aguda en gatos. No existe una dosis segura ni se
conoce el mecanismo exacto, por eso el mejor enfoque es la
evitación total. Unos pocos granos pueden bastar
para desatar vómitos, letargo, dolor abdominal y reducción en la
producción de orina. El cuadro empeora rápido y requiere atención
médica urgente.
Hay que vigilar panes, bollería, mezclas de frutos secos,
barritas energéticas y cereales que incluyen pasas. Si el gato robó
una pieza o jugó con un racimo, conviene consultar de
inmediato.
Cítricos
y limón: aceites esenciales que irritan y agitan
Naranjas, limones, limas y pomelos pueden parecer inocentes. Sin
embargo, su piel y pulpa contienen aceites
esenciales y psoralenos que irritan el
tracto digestivo del gato. La ingestión causa
vómitos, diarrea, salivación excesiva y, a veces,
temblores o fotosensibilidad. Los aceites concentrados de limón o
naranja, presentes en ambientadores y limpiadores, agravan el
riesgo.
No es raro que un gato lama una superficie recién limpiada o un
plato con restos cítricos. Mejor retirar estos productos y aclarar
con agua limpia. Cualquier exposición requiere observación cercana
durante varias horas.

Tomate verde
y hojas: la trampa de la solanina
La planta de tomate, sus hojas y el fruto verde contienen
solanina, una sustancia tóxica para gatos. La
maduración reduce el riesgo, aunque la planta en sí sigue siendo
peligrosa. La exposición se da en huertos domésticos, macetas de
balcón y cocinas con tomates aún verdes. Los signos incluyen
hipersalivación, molestias digestivas, pupilas
dilatadas y debilidad.
Colocar las plantas en zonas altas y usar barreras físicas evita
mordisqueos. Si hay gatos curiosos, conviene sustituirlas por
opciones seguras o mantenerlas fuera del hogar.
Leche,
huevos y carne cruda: mitos, bacterias y malestar
La imagen del gato bebiendo leche persiste, pero es engañosa.
Muchos felinos son intolerantes a la lactosa y
presentan diarrea, gases y dolor abdominal tras ingerirla. Por otro
lado, los huevos, la carne y el pescado crudos pueden contener
Salmonella o E. coli, bacterias
que provocan gastroenteritis severa. La contaminación cruzada con
utensilios y suelos añade otro problema.
La cocción adecuada reduce patógenos, aunque no soluciona todo.
Las dietas caseras necesitan balance y control profesional para
cubrir proteínas, taurina y otros
nutrientes que el gato no puede producir por sí mismo. Si se busca
variedad, mejor optar por alimentos comerciales de calidad o
premios formulados para felinos.
Señales
de alerta: cómo reconocer una intoxicación
Cada alimento tóxico provoca un cuadro distinto, pero hay pistas
comunes. El vómito agudo, la diarrea, la salivación
excesiva, la apatía y la falta de apetito son señales
tempranas. Los temblores, la descoordinación y la dificultad para
respirar indican un problema más serio. La orina escasa o ausente,
sobre todo tras ingerir uvas o pasas, sugiere daño renal y requiere
asistencia inmediata.
El tiempo es clave. Ante la sospecha, hay que retirar el
alimento, conservar cualquier resto para informar al veterinario y
llamar sin demora. No se recomienda inducir el vómito sin asesoría,
ya que algunas sustancias pueden causar más daño al regresar por el
esófago.
Prevención
en casa: rutina, orden y alternativas seguras
Un hogar ordenado reduce casi todos los riesgos. Guardar
chocolates, cafés, bolsitas de té, cebollas y ajos en recipientes
cerrados corta el acceso. Lavar platos y encimeras al terminar,
evitar la comida compartida y no dejar bolsas de basura abiertas
también ayuda. En fiestas o visitas, conviene avisar a los
invitados para que no ofrezcan comida al gato.
Las alternativas seguras simplifican el día a
día. Premios para gatos, pequeñas porciones de pollo cocido sin
condimentos y agua fresca siempre disponible cubren el deseo de
variar sin peligro. Un rascador bien colocado, juguetes con premios
y comederos interactivos satisfacen la curiosidad sin recurrir a la
mesa humana.
Mitos comunes: leche, atún y comida “solo un
poquito”
Varios mitos causan molestias evitables. La leche provoca
diarrea en muchos
gatos, por eso no es un premio adecuado. El atún para humanos,
si se ofrece de forma habitual, puede generar desequilibrios
nutricionales y favorecer la adicción al sabor, lo
que complica la dieta completa. “Solo un poquito” no es un
argumento válido con alimentos peligrosos como chocolate, uvas o
cebolla. La toxicidad no entiende de permisos puntuales.
En caso de dudas, un veterinario puede orientar sobre premios
seguros y cantidades razonables según edad, peso y estado de salud
del gato.
Cómo actuar si
el gato comió algo peligroso
La reacción rápida cambia el pronóstico. Retirar cualquier
resto, observar signos y contactar al veterinario
es la secuencia correcta. Informar el alimento, la cantidad
aproximada y el tiempo transcurrido facilita el manejo. Si el
producto tiene etiqueta, conviene guardarla. El profesional
decidirá si es necesario inducir el vómito, administrar carbón
activado, hidratar o realizar análisis.
La vigilancia en casa es parte del plan. Anotar horario de cada
síntoma, medir la cantidad de agua que bebe y verificar la orina
ayudan a detectar cambios. Si aparecen temblores, confusión o falta
de orina, hay que acudir a urgencias.



