Dormir es un pilar de la salud, pero el exceso también puede ser
perjudicial. Muchas personas, al sentir cansancio o en periodos de
estrés o enfermedad, prolongan sus horas de sueño con la esperanza
de recuperar energía. Sin embargo, dormir más de lo recomendado por
lo general, más de nueve horas en adultos altera el ritmo
natural de descanso y puede afectar tanto el cuerpo como
la mente. Mantener un equilibrio en la duración del sueño es
fundamental para garantizar un bienestar físico y mental
sostenible.
¿Cómo
afecta dormir más de la cuenta al cuerpo y la mente?
Dormir de más puede parecer inofensivo, incluso deseable en
ciertos momentos, pero la ciencia ha demostrado que un descanso
excesivo se asocia con consecuencias claras. El término
hipersomnia describe la tendencia a
dormir más de lo necesario, con impactos hormonales y
metabólicos importantes. Al dormir muchas horas de forma crónica,
el sueño suele volverse más superficial y fragmentado, lo que
reduce sus beneficios reparadores. Además, los ciclos de sueño y
vigilia se desajustan, lo que puede provocar alteraciones
hormonales en sustancias como la melatonina y el
cortisol.

La hipersomnia también influye en el funcionamiento de los
neurotransmisores, modificando niveles de serotonina y
dopamina, sustancias clave para el equilibrio emocional y los
procesos cognitivos. Es común que quienes duermen en exceso
experimenten somnolencia diurna, dolores de cabeza
y sensación de cansancio persistente, dificultando el rendimiento
en las actividades diarias.
Impacto en el
estado de ánimo y la energía
Dormir demasiado no siempre brinda más energía. Muchas personas
reportan sentirse todavía más fatigadas después de largas horas en
la cama. El exceso de sueño puede alterar los ritmos
circadianos, haciendo que el cuerpo y el cerebro estén
fuera de sincronía con el entorno.
El
sistema nervioso responde a estos desajustes modificando la
liberación y efectividad de neurotransmisores como la
serotonina, que influye directamente en el ánimo.
Por eso, dormir de más puede incrementar la
irritabilidad, la apatía o incluso síntomas de
depresión. No sólo afecta el ánimo, sino también
la motivación y la capacidad de disfrutar de actividades
cotidianas. Además, la somnolencia durante el día se vuelve más
común, dificultando la atención y la interacción social.
Consecuencias
en la función cognitiva y procesos metabólicos
El exceso de sueño afecta la memoria, la
concentración y la velocidad de procesamiento mental. Al no
disfrutar de sueño profundo y reparador, el cerebro puede entrar en
un estado de “niebla mental” en el que cuesta organizar ideas,
recordar información o aprender nuevas habilidades. Los estudios
vinculan el sueño prolongado con un envejecimiento cerebral
más rápido y mayor riesgo de deterioro cognitivo.
A nivel metabólico, dormir de más puede desequilibrar el
metabolismo y la regulación de la insulina. Esto
aumenta la probabilidad de desarrollar problemas como la
diabetes tipo 2, sobre todo cuando el exceso de
sueño se acompaña de inactividad y malos hábitos alimenticios. El
riesgo de obesidad también se incrementa, ya que
tanto el gasto calórico diario como el control sobre la ingesta de
alimentos suelen verse afectados.

Riesgos
para el sistema cardiovascular y peso corporal
Dormir más de nueve horas de manera habitual está ligado a un
aumento en los riesgos cardiovasculares. El corazón y los vasos
sanguíneos pueden resentirse por los cambios en la presión
arterial y la frecuencia cardíaca que
ocurren durante el sueño prolongado. Estudios recientes vinculan
estos cambios con un mayor riesgo de hipertensión
y enfermedades cardíacas.
El sedentarismo suele acompañar al sueño excesivo. Permanecer en
cama más tiempo reduce la
actividad física diaria, lo que afecta el peso corporal y la
salud general. Con el tiempo, esto puede llevar a un
círculo vicioso en el que dormir demasiado aumenta
la fatiga y disminuye la motivación para moverse, incrementando aún
más el riesgo de enfermedades crónicas.
Factores que favorecen el sueño excesivo y recomendaciones
para una rutina saludable
Varios factores pueden explicar por qué alguien duerme más de lo
recomendado. Algunas enfermedades como la depresión, los problemas
tiroideos o
la apnea del sueño pueden aumentar la necesidad de
dormir. Los trastornos de la propia regulación del sueño,
como la hipersomnia o la narcolepsia, también provocan sueño
prolongado y somnolencia diurna.
El entorno, los hábitos personales y ciertos
genes influyen en el patrón de descanso. Trabajar en
turnos nocturnos, vivir en ambientes ruidosos o tener horarios muy
irregulares puede llevar a buscar más horas de sueño como forma de
compensar una baja calidad de descanso.
Para mantener un sueño saludable, conviene crear una rutina
nocturna relajada, respetar horarios fijos para acostarse y
levantarse, mantener la habitación oscura y
fresca, y limitar el consumo de cafeína y dispositivos
electrónicos antes de
dormir. Atender a la calidad del sueño no sólo la cantidad
ayuda a que el descanso sea realmente reparador.
Quienes notan una falta persistente de energía, cambios en el
ánimo o la salud junto al aumento del sueño, pueden consultar a un
profesional para identificar y tratar posibles causas subyacentes.
El diagnóstico temprano y un buen manejo de los hábitos marcan la
diferencia en el bienestar a largo plazo.


