#Salud: este es el momento exacto para echarle sal a la carne

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Mucha gente cree que sabe salar la carne, pero pequeños errores cambian por completo su sabor y su jugosidad. El momento de añadir sal modifica la textura, el color y hasta el aroma del bocado. Chefs, carniceros y la ciencia culinaria no dan una única respuesta cerrada, pero sí coinciden en algo: la sal no solo da gusto, también interactúa con el agua y las proteínas de la carne, y el tiempo de contacto lo cambia todo.

Por qué el momento de echar sal cambia la carne por dentro

Cuando la sal toca la carne, primero atrae agua hacia la superficie. Esa humedad forma pequeñas gotas con sal disuelta, que muchos confunden con un simple “suelto jugo y se secó”. Pasados unos minutos, parte de ese líquido puede volver a entrar en la pieza, ya mezclado con la sal, y ahí se consigue un sabor más uniforme y una textura más tierna.

El problema no está solo en salar antes o después, sino en cuánto rato pasa la carne con sal antes de tocar el fuego. Profesionales como el carnicero del restaurante El Abeto insisten en esa idea: diferentes momentos dan resultados distintos, pero hay fallos claros que conviene evitar si se quiere una pieza jugosa y con buena costra.

Lo que pasa si salas con demasiada antelación

Cuando se sala con bastante antelación una pieza gruesa, por ejemplo un chuletón o un asado, primero se ve cómo pierde líquido y la superficie se humedece. Si se deja reposar el tiempo suficiente en frío, una parte de ese líquido vuelve al interior junto con la sal, lo que deja una carne más jugosa y con el sabor mejor repartido.

En estos cortes grandes, este salado previo ayuda además a conseguir una costra sabrosa al dorar, porque la superficie llega más seca a la plancha o la parrilla y se tuesta mejor. La pieza queda por fuera con carácter y por dentro más tierna y jugosa.

El gran error: salar en el momento intermedio

El fallo más habitual en casa es el llamado punto intermedio. Se sala la carne y se lleva al fuego a los pocos minutos, sin dejar que pase el tiempo suficiente para que vuelva a absorber parte del líquido perdido. En ese tramo, la sal ya ha empezado a sacar jugos, pero la carne no ha tenido tiempo de reequilibrarse.

El resultado suele ser una pieza más seca y con la sensación de que la sal la “estropeó”. En realidad, el problema no es la sal en sí, sino el tiempo mal elegido, que se queda en la peor zona: ni sabor bien repartido ni costra bien formada, solo humedad perdida en la tabla o en la sartén.

Foto Freepik

El momento exacto para echar sal según el tipo de corte

El mejor momento para salar no es igual para todas las carnes. Depende del grosor, del tipo de corte y del calor que se vaya a usar. La ciencia culinaria y los expertos coinciden en una idea sencilla: piezas gruesas se benefician de un salado con antelación, mientras que filetes finos y cocciones muy rápidas funcionan mejor con sal justo antes o incluso al final.

En cortes grandes, el tiempo de reposo con sal permite que el interior quede bien sazonado. En cortes finos, esos minutos extra pueden ser la diferencia entre una carne jugosa y una plancha llena de jugos perdidos.

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En chuletones, entrecots gruesos o grandes asados, lo ideal es salar con algo de antelación, por ejemplo alrededor de media hora o algo más, y dejar la pieza en la nevera. En ese periodo, la carne pierde algo de agua y luego recupera parte de ese líquido con la sal disuelta, lo que da un interior jugoso y bien sazonado.

Este método favorece también una mejor reacción al dorar, porque la superficie llega con menos humedad libre. Se forma una costra intensa, con sabor concentrado, sin que el interior se seque en exceso. Bien usada, la sal se convierte en aliada y no en enemiga.

Filetes finos y cocciones rápidas: sal justo antes o al final

En filetes finos, hamburguesas o pequeños cortes que se cocinan en muy poco tiempo, conviene echar la sal justo antes de poner la carne en la plancha o en la parrilla, sobre todo si el fuego es fuerte. Así la sal no tiene margen para sacar demasiados jugos y la superficie puede dorarse con rapidez.

Otra opción es salar al final de la cocción, sobre todo si se usan escamas de sal marina, para conseguir un toque crujiente y un control más preciso de la cantidad final. En ambos casos, el objetivo es mantener la jugosidad interior y al mismo tiempo dar carácter a la superficie.

Clave final: más que el cuándo, importa cómo se sala la carne

La experiencia de parrilleros y carniceros, como el profesional de El Abeto, coincide en un punto: no existe un único momento correcto para todo, pero sí un principio claro, hay que salar bien. Importa el tipo de sal, la cantidad, el reparto por la superficie y el respeto a los tiempos según el grosor del corte.

Usar sal gruesa o marina en parrilla, no saturar la carne, dejar que se forme una buena costra y evitar el punto intermedio son gestos sencillos que cambian el resultado. La sal debería ayudar a concentrar el sabor y a mantener el jugo dentro, no a verlo caer sobre la tabla.

La próxima vez que alguien cocine carne, bastará con recordar que la sal no es un adorno de último segundo, sino una herramienta que actúa sobre el agua y las proteínas. Elegir si se sala con antelación en cortes gruesos, justo antes en piezas finas o tras formar costra puede transformar una carne correcta en una carne memorable, sin cambiar de receta ni de ingrediente.

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