Si bien muchas personas piensan en el cáncer o la diabetes, la
evidencia reciente es clara: el desarrollo de enfermedades
cardiovasculares es el mayor riesgo para la salud después de los 40
años. Este peligro, invisible muchas veces, puede afectar
la calidad y los años de vida si no se detecta ni controla a
tiempo.

Por qué el riesgo cardiovascular aumenta después de los 40
El corazón y los vasos sanguíneos también sienten el paso del
tiempo. Con el envejecimiento las arterias pierden
elasticidad y la presión arterial suele
subir poco a poco, incluso si no hay síntomas molestos. El
metabolismo se vuelve más lento, lo que favorece el aumento de peso
y la acumulación de grasa en la zona abdominal. En el caso de las
mujeres, la menopausia trae consigo una caída de
estrógenos, la hormona que protege naturalmente al sistema
circulatorio. Los hombres tampoco se quedan atrás: aunque empiezan
con una tendencia mayor desde antes de los 40 años, después igualan
el riesgo de las mujeres debido a cambios en el metabolismo,
aumento de presión arterial y factores de estilo de vida.
Estadísticas internacionales muestran que el número de
ataques cardíacos entre los 40 y los 60 años no ha
parado de crecer, y en muchos casos se presentan en personas que no
sabían que tenían riesgo. Es así como la falta de
síntomas no significa ausencia de peligro. Por eso, la
vigilancia y la prevención se vuelven tan importantes desde la
cuarta década.
Factores que contribuyen al riesgo cardiovascular
El escenario cardiovascular después de los 40 se complica cuando
ciertos factores aparecen o se intensifican. Colesterol
elevado, hipertensión, obesidad y diabetes tipo 2 están
entre los principales. Aunque la genética tiene su lugar,
los hábitos de vida pesan aún más. Una dieta alta
en azúcares y grasas, el estrés crónico, el tabaquismo y la falta
de sueño acumulan puntos en contra.
El aumento de peso típico tras los 40 se
acompaña de una mayor acumulación de grasa abdominal, la más
peligrosa para el corazón. Estar sentado la mayor parte del día
empeora la situación. Fumar, incluso bajo la idea de “solo
socialmente”, y no gestionar el estrés diario, afectan directamente
las arterias. Irse a dormir tarde de forma crónica o no descansar
bien también influye en los mecanismos hormonales que protegen el
corazón.

Detectar y prevenir
Afortunadamente, la gran mayoría de las enfermedades
cardiovasculares pueden prevenirse con acciones simples,
siempre y cuando se tomen a tiempo. Los chequeos médicos
anuales después de los 40, enfocados en la presión
arterial, niveles de colesterol y glucosa, son una medida
inteligente. Estas revisiones permiten ver si algo está cambiando
por dentro, antes de que haya síntomas evidentes.
Además, los cambios en la alimentación, como
reducir el consumo de sal, grasas saturadas y azúcar, e incorporar
más frutas, verduras y fibra de calidad, ayudan a mantener el
corazón fuerte. Practicar actividad física no requiere maratones:
basta con caminar más, moverse a diario y encontrar rutinas que
resulten placenteras. Dejar el cigarrillo y controlar el estrés
ocupan también un lugar importante en el cuidado integral.
Recomendaciones prácticas para reducir el riesgo
Pequeños cambios en la vida diaria pueden marcar una gran
diferencia. Caminar al menos media hora, elegir frutas y verduras
frescas, tomar suficiente agua y limitar azúcares y grasas
procesadas es un buen inicio. Gestionar el estrés con actividades
que produzcan bienestar, como leer, escuchar música, practicar
meditación o pasar tiempo con personas queridas, ayuda al corazón y
la mente.
Dormir entre 7 y 8 horas fortalece los mecanismos de reparación
del cuerpo. No hay que jugar con señales de alerta, por mínimas que
sean: un dolor de pecho inusual, falta de aire al mínimo
esfuerzo o sensaciones de fatiga inexplicable deben motivar una
consulta médica.
Otros riesgos relevantes después de los 40
Aunque el corazón lleva la delantera en cuanto a riesgos después
de los 40, otras amenazas también suelen aparecer. La
osteoporosis se acentúa, sobre todo en mujeres después de
la menopausia. Ciertos tipos de cáncer, como el de
colon y el de mama, aumentan su incidencia. Los problemas
metabólicos, la incontinencia urinaria y el
deterioro de funciones cognitivas (como la
memoria) se vuelven más frecuentes. No se pueden ignorar, pero el
riesgo cardiovascular sigue siendo el más inmediato y peligroso,
aunque todos exigen revisiones y vigilancia médica
especializada.
Adoptar hábitos saludables, hacerse chequeos y escuchar el
cuerpo son decisiones simples con resultados poderosos.



