El testimonio de Vladyslav, soldado ucraniano de la Guardia
Nacional, persuade incluso al lector más incrédulo sobre la
brutalidad en las líneas de combate durante la guerra entre Rusia y
Ucrania. Su historia va mucho más allá del simple relato: revela
capas profundas de sufrimiento humano, tortura y resistencia que
rara vez aparecen en los titulares. Las crónicas como la
suya exponen las consecuencias reales de las guerras: no
solo territorios disputados o tratados políticos, sino hombres y
mujeres atrapados entre el miedo y la esperanza, luchando por
sobrevivir cada día.

El calvario de Vladyslav: tortura, mutilación y
sobrevivencia
Vladyslav, con 33 años y miembro activo de la Guardia Nacional,
fue capturado junto a siete compañeros cerca de Pokrovsk durante el
verano de 2025. La brutalidad sufrida en ese momento sobrepasa la
imaginación. Las tropas rusas aplicaron una violencia
extrema, realizando mutilaciones a los primeros
capturados: ojos arrancados, labios y genitales cortados, orejas y
narices mutiladas. Vladyslav no tardó en convertirse en otro
objetivo de esa crueldad.
Durante la detención, le cortaron la garganta y lo
dieron por
muerto.
Lo arrojaron a un foso junto con los cuerpos de sus compañeros,
cubriéndolos con basura para ocultar rastros. Era el último de su
tropa en caer en ese pozo, y los agresores estaban convencidos de
que ninguno de los prisioneros quedaba con vida. El terror de aquel
momento quedaría grabado para siempre en su memoria. Desangrándose,
con las manos atadas y rodeado de cuerpos sin vida,
Vladyslav experimentó el horror absoluto de estar
“enterrado vivo” bajo restos y desperdicios.
En aquel agujero, Vladyslav encontró una botella rota
fortuitamente. Pese al dolor y casi sin fuerzas, pudo cortar las
cuerdas que lo aprisionaban usando ese trozo de vidrio. Cubrió la
herida de su cuello con un trozo de tela improvisado, tratando de
contener el sangrado. La herida era tan grave que
los médicos la describirían después como prácticamente mortal, con
pocas posibilidades de supervivencia, por la cantidad de sangre
perdida y el estado de infección que presentaría después.
El sufrimiento físico, tan real y cruento, se sumaba a la
angustia mental de saber que debía luchar solo en
medio de un territorio hostil. Las condiciones que enfrentó,
documentadas también por organismos como la ONU, muestran el
extremo al que pueden llegar los abusos contra prisioneros
ucranianos, sometidos recurrentemente a tortura, electrocución y
humillaciones que dejan cicatrices que no son únicamente
físicas.

Cinco días para la libertad: la huida entre la vida y la
muerte
El instinto de Vladyslav era claro: sobrevivir a toda
costa. Apenas liberado, y con la garganta todavía abierta,
se forzó a avanzar arrastrándose por el suelo, día y noche, apenas
sin detenerse. El trayecto, que duró casi cinco días, puso a prueba
cada fibra de su cuerpo. Sin voz, solo con el deseo potente de ver
de nuevo a su hija y a su familia, cruzó campos minados, zonas
abiertas y refugios temporales improvisados, evitando cualquier
encuentro que pudiera resultar fatal.
Al llegar a las posiciones ucranianas, su estado era
crítico. El personal sanitario que lo recibió quedó
atónito con el grado de sus heridas: hemorragia masiva, infecciones
avanzadas y, sin embargo, una pulsión de vida inexplicable. Los
cirujanos de la región de Dnipropetrovsk no habían tratado un caso
igual en todos los años de conflicto. Su recuperación requirió
múltiples operaciones especializadas para restaurar la respiración
y, eventualmente, la capacidad de hablar.
Incapaz de comunicarse oralmente, Vladyslav relató su
experiencia mediante notas escritas, apoyado siempre por su
familia, que leyó sus palabras a los medios y autoridades.
La fortaleza mental de Vladyslav se mantiene como
el eje de esta crónica: incluso al borde de la muerte, nunca perdió
la determinación de salir adelante. Sus textos no solo describen
la violencia a la que fue sometido sino la convicción de que
volvería a ver a su hija y, sorprendentemente, el anhelo de
reincorporarse al frente cuando su salud lo permita.
La vivencia de Vladyslav no es una anécdota aislada. Su caso
forma parte de un patrón documentado de violencia sistemática hacia
prisioneros ucranianos, con la mutilación, tortura y ejecuciones
sumarias como tácticas empleadas en los episodios más oscuros del
conflicto. Sin embargo, Vladyslav resiste como símbolo: la
vida puede hallar una grieta incluso bajo los escombros, y
la voluntad humana puede superar límites que pocos imaginarían.
El recorrido de Vladyslav, desde el fondo de la fosa hasta el
reencuentro con su familia, representa la lucha invisible de
cientos de personas cuyas historias esperan ser escuchadas y
protegidas.



