La demencia afecta a millones de personas y tiene un impacto
profundo en quienes conviven con ella. Reconocer los primeros
signos puede transformar la vida de quienes la padecen y ayudar a
sus familias a prepararse y buscar apoyo. La ciencia ha demostrado
que las señales pueden estar presentes hasta dos décadas antes del
diagnóstico clínico. Entender estos signos es clave para defender
la calidad de vida y la autonomía en las etapas iniciales.
El primer signo de demencia: cambios en la memoria reciente
y la función cognitiva
El olvido de hechos recientes y la
dificultad para realizar tareas cotidianas suelen
presentarse mucho antes de que la
demencia reciba un nombre oficial. Muchas personas creen que la
pérdida de memoria es simplemente parte del envejecimiento, pero
existen diferencias claras entre un despiste ocasional y un síntoma
preocupante.
Quien olvida dónde dejó las llaves y luego las encuentra tras
pensar unos minutos, generalmente vive una experiencia normal. Sin
embargo, cuando alguien repite preguntas, no logra recordar eventos
importantes que ocurrieron hace poco o pierde el hilo de
conversaciones fáciles, puede estar mostrando un signo temprano de
demencia.

Las actividades cotidianas suelen verse afectadas. Personas que
antes manejaban sus finanzas sin problema, ahora olvidan pagar
cuentas o no recuerdan números básicos. También puede haber
dificultad para seguir recetas conocidas o perderse en lugares
familiares. Estos cambios deben tomarse en serio, ya que suelen
indicar algo más profundo que un simple olvido.
La
memoria reciente y sus alteraciones iniciales
El deterioro de la memoria reciente es muchas
veces la primera señal clínica reconocible. En la vida diaria, esto
puede notarse cuando una persona olvida nombres de personas recién
conocidas, no recuerda conversaciones recientes o necesita cada vez
más notas para no olvidar cosas simples.
Estos problemas difieren del olvido típico asociado a la edad.
Mientras un adulto mayor sano puede olvidar detalles pero luego
recordarlos, quien está en las primeras fases de demencia no logra
recuperarlos después.
La memoria reciente es esencial para la independencia. Su
pérdida paulatina provoca inseguridad y afecta la autoestima,
alterando la dinámica familiar y laboral.
Dificultades en la planificación y ejecución de tareas
cotidianas
Los problemas para planificar o completar acciones
rutinarias representan una segunda alarma importante. No
solo se trata de olvidar una receta, sino de no poder seguirla
aunque esté escrita, o confundirse en los pasos al vestirse o
realizar compras.
Con el tiempo, estas dificultades pueden aparecer en tareas que
antes eran automáticas: preparar el desayuno, organizar citas o
pagar el alquiler. La persona puede frustrarse o incluso evitar
actividades por miedo a cometer errores. Este cambio en la
ejecución de actividades diarias suele alarmar más a quienes rodean
al afectado.
Es fundamental observar estos cambios, pues permiten iniciar una
valoración médica y adoptar estrategias de apoyo.

Factores de riesgo y mecanismos que favorecen la demencia
preclínica
Varios factores pueden influir en la aparición de la demencia
incluso veinte años antes del diagnóstico formal. Los
genes, el estilo de vida, la salud cardiovascular y el
envejecimiento natural desempeñan un papel central.
Las primeras alteraciones en el cerebro, como acumulación de
proteínas anómalas o pérdida de conexiones neuronales, suceden de
forma silenciosa. Los hábitos diarios determinan si estas
alteraciones progresarán más rápido o se frenarán con el
tiempo.
Predisposición
genética, envejecimiento y cambios cerebrales
El componente genético más conocido es el alelo APOE
ε4. Tener este gen en el cromosoma 19 incrementa el riesgo
de desarrollar Alzheimer y adelanta la aparición de síntomas. Sin
embargo, no todo está predeterminado: hay quienes poseen el gen y
nunca desarrollan la enfermedad.
El envejecimiento es el factor más importante. Después de los 65
años, la prevalencia de demencia crece de forma notable. Más del
50% de las personas mayores de 85 años pueden verse afectadas.
En el cerebro, pequeñas alteraciones ocurren mucho antes de que
sean visibles desde el exterior. Se calcula que los cambios en las
proteínas cerebrales y la disminución de conexiones neuronales
empiezan dos décadas antes de manifestar los primeros síntomas
notorios.
Estilo de vida y
factores modificables
Mantener una actividad física regular, llevar
una dieta equilibrada, dormir lo suficiente y
controlar la presión arterial y el colesterol
pueden reducir el riesgo de que la demencia
avance rápido.
El ejercicio diario estimula la oxigenación cerebral y previene
el deterioro. No se trata de rutinas exigentes: caminar al menos 30
minutos al día, bailar o practicar yoga pueden marcar la
diferencia.
También resulta clave una alimentación con vegetales, frutas,
pescado y menos ultraprocesados. Descansar bien fortalece la
memoria y la función cognitiva. Evitar el tabaco y el consumo
excesivo de alcohol completa la ecuación de protección.
Los chequeos regulares y el control de enfermedades
cardiovasculares también ayudan a mantener el cerebro sano por más
tiempo.
Importancia
de la detección e intervención tempranas
Reconocer estos signos iniciales permite buscar ayuda
especializada y planificar el futuro con mayor claridad. La
evaluación médica temprana ofrece un diagnóstico
preciso, descarta otras causas reversibles de deterioro y abre la
puerta a tratamientos que pueden retrasar el avance de la
enfermedad.
Muchas personas logran conservar su autonomía
por más tiempo si inician cambios desde el primer síntoma. La
información y la sensibilización social son poderosas: permiten a
la familia adaptarse, apoyarse y evitar situaciones de riesgo.
El acceso temprano a estrategias de reeducación cognitiva,
planes de alimentación y redes de apoyo fortalece la calidad de
vida. Consultar al médico sin miedo ni estigma contribuye a que más
personas mantengan su dignidad y tengan un envejecimiento
activo.
La detección temprana, acompañada de hábitos y apoyo adecuado,
cambia la historia de la enfermedad en la mayoría de los casos.
Estar atentos y actuar a tiempo es el primer paso para proteger la
salud cerebral y cuidar el bienestar de todos.



