El cuerpo sorprende cuando se descubre que el estómago no es
solo un órgano de digestión. En su interior se halla el
sistema nervioso entérico, conocido como el “segundo
cerebro”. Esta red compleja de neuronas y
neurotransmisores le permite operar casi de forma autónoma y es
clave en la relación entre la salud digestiva y el bienestar
emocional. Comprender este vínculo puede cambiar la forma de cuidar
el organismo y la mente. Aquí se explica desde una mirada
científica, clara y accesible, cómo el sistema digestivo
influye de modo directo sobre las emociones y la vida diaria.
El
sistema nervioso entérico: el cerebro oculto del
estómago
El sistema nervioso entérico (SNE) recorre el
tracto gastrointestinal desde el esófago hasta el colon. Está
formado por unos 100 millones de neuronas, casi
tantas como las que hay en la médula espinal. Esta red neuronal
regula cada detalle de la digestión: el movimiento de los
alimentos, la secreción de enzimas y la absorción de
nutrientes.

Como si fuera un cerebro independiente, puede funcionar sin
órdenes del sistema nervioso central, lo que garantiza respuestas
rápidas ante estímulos del entorno. No se trata solo de sensaciones
como el hambre o la saciedad, sino también de cómo ciertas
emociones afectan o nacen en el propio intestino. El SNE emplea
neurotransmisores muy similares a los cerebrales,
entre ellos la serotonina y la
dopamina, fundamentales para el estado de
ánimo.
El sistema nervioso entérico está conectado con el cerebro
principal por rutas nerviosas específicas, pero su autonomía
explica por qué muchas personas sienten físicamente sus emociones,
como el tan conocido “nudo en el estómago”
producido por el estrés.
Comunicación entre el estómago y el cerebro: principales
vías y mecanismos
La comunicación entre el sistema digestivo y el cerebro es
bidireccional y altamente sofisticada. Esta
conexión se da tanto por vías nerviosas, como el nervio
vago, como por la liberación de señales químicas y
hormonales.
El nervio vago actúa como un gran canal de mensajería,
transmitiendo datos sobre el estado del intestino directamente al
cerebro. Además, ciertas moléculas producidas en el intestino
viajan por la sangre, influyendo en el cerebro y en los procesos
emocionales. De igual modo, el cerebro puede enviar señales al
intestino cuando detecta emociones intensas, modificando los
movimientos intestinales o la liberación de jugos digestivos. Por
eso, las emociones fuertes a menudo provocan molestias estomacales
o alteraciones del apetito.
Producción de neurotransmisores en el sistema digestivo y su
efecto en el ánimo
Un detalle fascinante es que el sistema digestivo es responsable
de la mayor parte de la serotonina del cuerpo, un
neurotransmisor que regula el estado de ánimo, la ansiedad y el
placer. Aproximadamente el 95% de la serotonina se
produce en el intestino y no en el cerebro.
La
dopamina y otros neurotransmisores también se originan en el
sistema entérico. Estos químicos no solo coordinan la función
digestiva, sino que también modulan respuestas emocionales.
Investigaciones recientes han demostrado que cambios en la
producción de estos neurotransmisores pueden relacionarse con
trastornos como la depresión o el síndrome
del intestino irritable. Cuando la actividad del SNE se
modifica, es frecuente que se observen cambios emocionales e
incluso síntomas psicológicos.
La influencia de la microbiota intestinal en las emociones y
la salud mental
El intestino es hogar de millones de bacterias y
microorganismos, conocidos como microbiota
intestinal. Estos pequeños habitantes afectan tanto la
digestión como la salud del sistema inmunológico y el cerebro.
La microbiota cumple un papel clave en la producción de
neurotransmisores, la regulación de la inflamación y la protección
contra agentes externos. Su diversidad y equilibrio se asocian con
una mejor respuesta al estrés y mayor bienestar emocional. Por otro
lado, cuando hay alteraciones en la microbiota, la persona puede
experimentar más ansiedad, tristeza o irritabilidad.
El eje intestino-cerebro, alimentado por la microbiota, actúa
como una autopista química y nerviosa, permitiendo que los cambios
en el intestino se reflejen rápido en el ánimo y viceversa.

Modulación de las emociones a través de los microorganismos
intestinales
La composición de la microbiota puede transformar el clima
emocional. Ciertas bacterias benéficas ayudan a
producir serotonina y otros compuestos que favorecen la calma, la
capacidad de concentración y la resistencia al estrés. Por el
contrario, un desequilibrio en estas bacterias puede aumentar el
riesgo de depresión o ansiedad.
Diversos estudios recientes han afirmado que el uso de
probióticos, alimentos fermentados o una alimentación rica en
fibra puede favorecer cepas bacterianas específicas que protegen
la salud
mental. Así, el bienestar emocional se apoya también en la
salud de los microbios intestinales.
Estrategias prácticas para cuidar la microbiota y apoyar el
bienestar emocional
Cuidar la microbiota intestinal beneficia
directamente el estado de ánimo. Lo más eficaz es consumir una
dieta variada y rica en alimentos frescos, sobre todo frutas,
verduras y cereales integrales. Evitar los ultraprocesados, el
exceso de azúcar y las grasas saturadas ayuda a mantener un
ambiente intestinal sano.
El ejercicio regular no solo mejora la digestión, también reduce
el estrés crónico y mejora los patrones de sueño, factores que
influyen en la composición microbiana. Prácticas como la meditación
o el mindfulness reducen la tensión y el impacto de emociones
negativas en el cuerpo. Dormir bien y mantener una hidratación
adecuada completan este círculo de autocuidado.
Adoptar rutinas estables y escuchar las señales del cuerpo
permite responder mejor a las demandas emocionales y físicas del
día a día, apoyando la salud de la microbiota y del sistema
nervioso entérico.
Cuidar el estómago
es cuidar la mente
El conocimiento sobre el sistema nervioso
entérico y la microbiota intestinal abre nuevas formas de
cuidar la
salud física y emocional. Las emociones no solo residen en la
mente; muchas veces nacen, se sienten y se regulan en el propio
intestino. Alimentar un microbioma diverso, mantener rutinas
saludables y aprender a escuchar el cuerpo son pasos concretos que
suman al bienestar y la calidad de vida. La conexión entre
estómago y emociones es real, tangible y merece un lugar
central en el autocuidado diario.


