#Salud: Dolor de espalda que no desaparece: ¿qué debo hacer?

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El dolor de espalda persistente está presente
día tras día para millones de personas. A veces comienza como una
simple molestia, pero puede crecer hasta volverse un obstáculo que
afecta no sólo el bienestar físico, sino también el estado de ánimo
y la productividad. Cuando el dolor se prolonga, reduce la
movilidad y puede llevar a sentir cansancio
, tristeza e
incluso a sentirse incomprendido por quienes nos rodean. Muchas
veces, quienes lo sufren piensan que es normal vivir con dolor,
pero no tiene que ser así. Entender por qué el dolor no desaparece
y actuar en el momento adecuado con la ayuda de profesionales puede
marcar la diferencia, mejorar tu calidad de vida y ayudarte a
retomar tus actividades favoritas.

Causas y factores de riesgo en el dolor de espalda que no
desaparece

El
dolor de espalda
crónico rara
vez tiene una sola causa. Suele originarse por distensiones
musculares
, hernias discales,
artritis, osteoporosis y
alteraciones en la postura. También es frecuente
que aparezca tras movimientos mal ejecutados, levantar peso de
manera incorrecta o pasar demasiado tiempo sentado.

A medida que pasan los años, los discos
intervertebrales
pierden flexibilidad y amortiguación,
haciendo más probable la aparición de molestias duraderas. El
sedentarismo, el sobrepeso y el
tabaquismo no sólo favorecen el dolor, sino que
dificultan su recuperación. En algunos casos, el motivo puede estar
en afecciones menos visibles, como enfermedades
inflamatorias
o problemas autoinmunes,
que atacan las articulaciones y tejidos de la columna.

No hay que subestimar la influencia de los factores
psicológicos
. El estrés crónico, la
ansiedad y la depresión empeoran
la percepción del dolor y disminuyen la tolerancia al malestar. En
etapas laborales o estudiantiles tempranas, muchas personas ignoran
el problema, esperando que desaparezca solo, lo cual puede
prolongar y agravar el cuadro.

La detección se complica porque, a menudo, los exámenes como las
radiografías resultan normales, aunque la molestia persista. En
otros casos, el diagnóstico llega tras años de sufrimiento físico y
psicológico, con fuertes repercusiones sociales, ausencias
laborales y aislamiento.
La falta de comprensión en el
entorno termina haciendo que muchas personas sientan que todo
ocurre sólo en su mente.

Foto Freepik

Opciones terapéuticas y medidas recomendadas para el
alivio

El primer paso ante un dolor de espalda que no
desaparece
suele ser el tratamiento conservador. Esto
incluye fisioterapia, ejercicios específicos para
fortalecer la musculatura, aplicar calor o
frío
, y recurrir a analgésicos comunes
cuando la molestia lo requiere. Prácticas como la actividad física
regular, en especial los estiramientos matinales y
el trabajo de flexibilidad, favorecen el alivio y
previenen episodios futuros.

Cambios sencillos en los hábitos, como evitar posturas forzadas
al estar sentado, dormir en una buena posición y cuidar el tipo de
calzado, pueden hacer una diferencia notable. Cada persona debe
aprender, en conjunto con el profesional, qué tipo de ejercicios le
resultan más eficaces o qué actividades debe limitar para no
empeorar la situación.

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Cuando el dolor persiste más de tres meses y no mejora con las
medidas habituales, conviene consultar al médico general y, si es
necesario, a un especialista en reumatología o
traumatología. Ellos pueden solicitar estudios complementarios como
resonancias magnéticas o
tomografías, útiles para descartar problemas
estructurales graves (hernia de disco, estenosis espinal, tumores,
entre otros).

En ocasiones, la terapia farmacológica se
ajusta con antiinflamatorios o corticosteroides durante periodos
concretos. Si
el dolor
limita gravemente la movilidad, se consideran
procedimientos intervencionistas como inyecciones
o bloqueos nerviosos, reservando la cirugía para
situaciones excepcionales donde otras alternativas no han dado
resultado.

El apoyo psicológico, las técnicas de
relajación, el yoga y la meditación ayudan a
controlar la percepción del dolor y mejorar el ánimo, sobre todo
cuando el componente emocional es importante. Adaptar el entorno de
trabajo, programar pausas para moverse y delegar tareas físicas
pesadas también forman parte de una rutina saludable.

Mantener la comunicación fluida con el equipo médico y seguir
recomendaciones individualizadas refuerza la confianza y evita
complicaciones futuras. Una detección precoz y un enfoque múltiple
favorecen la recuperación y reducen el sufrimiento innecesario de
quienes enfrentan este problema cada día.

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