La enfermedad de Parkinson es un trastorno
degenerativo del
sistema nervioso que afecta principalmente el movimiento,
aunque también puede provocar otros síntomas no motores. Su
progresión se divide comúnmente en cinco etapas, basadas en el
sistema de clasificación de Hoehn y Yahr. Cada etapa describe la
intensidad de los síntomas y su impacto en la vida
diaria, proporcionando una guía para pacientes y cuidadores.
Antes de adentrarnos en las cinco etapas, es importante entender
que esta enfermedad no aparece de un día para otro, puesto que los
síntomas iniciales pueden ser sutiles, como temblores leves,
rigidez muscular o incluso pérdida del sentido del
olfato. Es común que los pacientes no reconozcan los signos hasta
que el Parkinson ya ha avanzado.
Además de los síntomas motores, pueden aparecer problemas como
cambios en el estado de ánimo, alteraciones del sueño o fatiga
extrema. Estas manifestaciones no siempre se relacionan de
inmediato con el Parkinson, lo que puede retrasar el
diagnóstico.
Primera etapa:
síntomas leves y localizados
Durante la primera etapa, los síntomas son muy
leves y suelen limitarse a un solo lado del cuerpo. Por ejemplo, el
temblor o rigidez puede afectar únicamente una mano o pierna. A
pesar de estas señales, la persona puede continuar realizando su
vida normal sin demasiadas interferencias.
En ocasiones, los amigos o familiares notan pequeños cambios en
la postura, el caminar o la
expresión facial del afectado. Aunque no son incapacitantes, estas
señales pueden ser un indicio temprano de la enfermedad.
Segunda etapa: avances
bilaterales
En esta fase, los síntomas suelen comenzar a afectar ambos lados
del cuerpo y aunque el equilibrio todavía no sufre
alteraciones significativas, las actividades diarias
pueden volverse un poco más complicadas. Los pacientes notan mayor
lentitud en sus movimientos y un incremento en la rigidez
muscular.
A pesar del progreso de la enfermedad, el tratamiento médico
puede ser muy efectivo para manejar los síntomas en esta etapa. Es
fundamental un diagnóstico temprano para optimizar la calidad de
vida del paciente.
Tercera
etapa: pérdida de equilibrio y caídas
A partir de esta etapa, el equilibrio comienza a
deteriorarse y las caídas se vuelven más frecuentes debido
a la dificultad para mantener la postura. Las tareas cotidianas,
como vestirse o cocinar, requieren un esfuerzo adicional. Sin
embargo, muchas personas todavía pueden ser independientes con
ciertas adaptaciones.
La lentitud motora es mucho más evidente y
puede volverse frustrante para los pacientes. Aunque los
medicamentos siguen ayudando, los síntomas se tornan más difíciles
de controlar con el tiempo.
Interior y Policía aprueba marcha pacífica del 27 de abril hacia el Parque Independencia
En jeepeta en Los Mina
Dos personas fueron atacadas a tiros mientras viajaban en una jeepeta en una vía principal de Los Mina, Santo Domingo Este.
#Salud: Le dijeron que era fiebre del heno, pero era cáncer la señal que nunca debes ignorar
Amara La Negra: “Me arrepiento de haber dicho cosas de mi intimidad y del padre de mis hijas”

Cuarta etapa: dependencia
parcial
En esta etapa, los síntomas del Parkinson son severos y limitan
la independencia del paciente. Las personas generalmente necesitan
ayuda para realizar actividades diarias como bañarse, vestirse o
incluso caminar dentro del hogar. El uso de un bastón o andador se
vuelve necesario para evitar caídas.
Los movimientos son notablemente más lentos, y la rigidez puede
volverse tan intensa que algunos pacientes no pueden mantener una
postura erguida. Además, los problemas no motores
como ansiedad, depresión o insomnio suelen profundizarse, afectando
la calidad de vida.
Quinta etapa: incapacidad
total
La última etapa del Parkinson es la más debilitante. En este
punto, los pacientes suelen estar confinados a una silla de ruedas
o cama, ya que el movimiento independiente es casi imposible. Las
complicaciones motoras se combinan con síntomas no motores, como
deterioro cognitivo, alucinaciones o problemas
gastrointestinales.
El cuidado constante es esencial, y muchas veces los pacientes
requieren asistencia profesional. Los tratamientos médicos en esta
etapa suelen centrarse en el manejo del dolor y la mejora de la
calidad de vida, más que en detener el progreso de la
enfermedad.
Identificar los síntomas iniciales del Parkinson puede marcar la
diferencia. Y aunque actualmente no exista una cura
definitiva, los tratamientos actuales, como la levodopa y
otras terapias complementarias, pueden ralentizar la progresión de
los síntomas y mejorar la calidad de vida significativamente.
Además, el
apoyo emocional y psicológico juega un papel clave en el manejo
de la enfermedad. Crear una red de soporte entre familiares, amigos
y profesionales de la salud es esencial para enfrentar los desafíos
del Parkinson.