Dos activistas del grupo Just Stop Oil, Phoebe Plummer y Anna
Holland, han sido condenadas a prisión tras lanzar sopa de tomate
contra el famoso cuadro “Los Girasoles” de Vincent
van Gogh en la National Gallery de Londres. Este incidente, que
ocurrió en 2022, se ha convertido en un símbolo del choque entre el
activismo climático y la respuesta legal en el Reino Unido.

Aunque el cuadro permaneció intacto gracias a una protección de
vidrio, el marco sufrió daños significativos. Sin embargo, más allá
del arte, este caso ha desatado un debate más amplio sobre las
tácticas de protesta y su lugar en el movimiento ambiental.
Un activismo que gana titulares, pero a un alto costo
Las acciones de Just Stop Oil han sido tan polémicas como
visibles, debido a que el grupo busca destacar la urgencia del
cambio climático mediante actos disruptivos, apuntando a
instituciones simbólicas, como museos y eventos deportivos. Pero
este enfoque agresivo no ha caído bien en todas partes.
¿Son estas tácticas inapropiadas? Según los críticos, podrían
alienar a la opinión pública y desviar la atención del problema
real: la crisis climática. Sin embargo, para las activistas como
Plummer y Holland, los fines justifican los medios. Su mensaje es
claro: “¿Qué valor tiene el arte si no tenemos un planeta
donde vivir?”.
¿Justicia o represión?
Los tribunales británicos sentenciaron a Plummer y Holland a dos
años y 20 meses de prisión, respectivamente. Estas penas se suman a
otras recibidas por miembros de Just Stop Oil, incluidos cinco
activistas que obtuvieron sentencias de hasta cinco años por su
papel en una protesta en la autopista M25 en 2022.
Dichas condenas son consideradas las más largas para protestas
no violentas en la historia del Reino Unido, lo que ha llevado a
organizaciones como Greenpeace a denunciar una creciente
represión contra los defensores del medioambiente.
Para muchos, este endurecimiento legal no solo limita la libertad
de expresión, sino que refleja los intereses del gobierno en
proteger a la industria de combustibles fósiles.
La cultura y el clima, una relación tensa
Acciones como las de Just Stop Oil plantean una pregunta
difícil: ¿cómo conciliamos la protección de nuestra herencia
cultural con la necesidad urgente de abordar la crisis climática?
Los activistas argumentan que los daños a objetos materiales, como
el marco de un cuadro, son insignificantes frente a los estragos
del cambio climático.
Por su parte, los defensores del arte sienten que estos actos
perjudican más de lo que ayudan, polarizando a la sociedad. Más de
100 artistas y profesionales del arte han respaldado públicamente a
Plummer y Holland, pero incluso dentro de estos círculos, la
controversia persiste.
Además de las sentencias, el Reino Unido ha aprobado una serie
de leyes estrictas desde 2022 destinadas a disuadir manifestaciones
públicas. Entre ellas, existe un delito que penaliza hasta con 10
años de prisión el complot para causar molestias públicas.
Organizaciones y activistas temen que estas medidas estén
erosionando el derecho a la protesta pacífica. Con el tiempo, estas
restricciones podrían desincentivar no solo las acciones radicales,
sino también las manifestaciones tradicionales.
En este contexto, el caso de Plummer y Holland no es un hecho
aislado, sino parte de un patrón más amplio en el que los derechos
democráticos, las preocupaciones ambientales y la protección
cultural parecen estar en conflicto constante.


