#Salud: Casi todo el mundo olvida lavar esta parte del cuerpo en la ducha y es un auténtico caldo de cultivo para las bacterias

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Mantener una higiene adecuada durante la ducha es clave para la
salud de la piel. Sin embargo, la mayoría de las personas suele
enfocarse solo en las áreas más visibles y descuida zonas pequeñas
que pueden convertirse en verdaderos depósitos de gérmenes. Los
estudios recientes han identificado que algunos rincones, si se
olvidan, pueden albergar hasta 107 tipos diferentes de
bacterias
en un solo lavado. Tener hábitos de higiene
incompletos no solo afecta la estética sino que también aumenta el
riesgo de infecciones cutáneas e inflamaciones. Entre las zonas más
olvidadas destaca una en particular que puede pasar inadvertida
durante días: el ombligo.

El
ombligo: epicentro olvidado de suciedad y bacterias

El ombligo es, en esencia, una pequeña cavidad que suele pasar
desapercibida en la rutina de aseo.
Su forma y profundidad, especialmente en los ombligos hundidos,
facilitan la acumulación de sudor, células
muertas
, residuos de ropa y humedad.
Estas condiciones hacen que el ombligo se transforme en un ambiente
perfecto para que proliferen bacterias y hongos.

La presencia de microbiota en esta zona ayuda a
proteger la piel, pero cuando el descuido se instala y la limpieza
no es suficiente, pueden imponerse especies patógenas como
Staphylococcus aureus,
Streptococcus y hongos del género
Candida. Estos microrganismos encuentran en el
ombligo el ambiente ideal: oscuro, húmedo y cálido. Así aparecen
infecciones como la onfalitis, que pueden estar
acompañadas de secreciones, mal olor y enrojecimiento.

En algunos casos, la falta de higiene lleva incluso a la
formación de cálculos u “onfalolitos”: pequeñas piedras formadas
por la acumulación endurecida de grasa, piel muerta y suciedad.

Consecuencias
de la higiene insuficiente en el ombligo

No lavar el ombligo con la frecuencia necesaria favorece
múltiples problemas dermatológicos y clínicos. Destaca la
onfalitis, una inflamación que puede causar dolor,
enrojecimiento, pus y mal olor persistente. En los adultos, además,
pueden presentarse infecciones por hongos como la
candidiasis, sobre todo en personas propensas al
sudor excesivo o que usan ropa ajustada.

Cuando la microbiota natural se desequilibra por la acumulación
de residuos, también puede aparecer foliculitis,
una irritación de los folículos pilosos que causa picazón y
formación de granos. El mal olor es otro de los
indicadores más evidentes de que algo no anda bien en la zona. Si
el ombligo desprende un aroma desagradable, especialmente después
de la ducha, suele ser señal de que conviven bacterias anaerobias y
materia orgánica en descomposición.

Signos como secreción, coloración oscura, sensibilidad
al tacto o cualquier inflamación deben tomarse en serio
.
Ignorarlos permite que las infecciones avancen y complicaciones
mayores puedan surgir, sobre todo si hay heridas, piercings o
condiciones médicas previas.

Foto Freepik

¿Cómo limpiar
correctamente el ombligo?

El ombligo necesita un cuidado especial. Lo óptimo es lavarlo
suavemente durante la ducha usando agua tibia y
jabón neutro, frotando la zona con la yema de los
dedos o con un algodón humedecido si el ombligo es muy profundo. En
casos de mucha acumulación o secreción, el uso ocasional de una
solución salina ayuda a limpiar sin irritar.

Es fundamental secar bien el ombligo, usando una toalla limpia y
evitando dejar humedad que pueda favorecer hongos o bacterias. No
conviene utilizar productos irritantes como alcohol en exceso o
jabones perfumados, ya que alteran la microbiota y sensibilizan la
piel.

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Quienes tienen piercings o heridas recientes en la zona deben
extremar la higiene, usando soluciones desinfectantes específicas,
y consultar a un dermatólogo si hay dolor,
enrojecimiento o secreciones sospechosas. Ante síntomas
persistentes o signos de infección, es clave buscar orientación
médica para evitar complicaciones.

Buenas
prácticas para una higiene completa en la ducha

El ombligo no es la única área olvidada durante la ducha. Los
hábitos de limpieza incompletos suelen dejar fuera otras zonas como
detrás de las orejas, debajo de las
uñas
, los pies y los dedos de los
pies
. Todas ellas tienen características anatómicas que
favorecen la acumulación de suciedad, grasa y microorganismos.

Atrás de las orejas, las glándulas sebáceas producen una gran
cantidad de sebo, generando mal olor si no se eliminan los restos.
Debajo de las uñas, el espacio estrecho guarda bacterias y residuos
que, si no se eliminan con regularidad, pueden llevar a infecciones
como la paroniquia. Los pies y el espacio entre los dedos también
resultan ideales para hongos como los que causan pie de
atleta
o infecciones bacterianas.

Adoptar una rutina estructurada de higiene
diaria ayuda a proteger la salud de la piel. Bastan unos minutos
extra para recorrer con la mano, una esponja o un cepillo suave
estas zonas, eliminando residuos y previniendo infecciones
molestas. Es importante utilizar productos suaves y agua tibia para
evitar dañar la barrera cutánea y la
microbiota protectora que mantiene la piel
sana.

El
equilibrio entre limpieza y protección cutánea

Aunque la higiene es indispensable, el exceso puede ser
perjudicial. Ducharse varias veces al día y usar productos
agresivos puede eliminar los aceites naturales de
la piel, generando sequedad, irritación y alteraciones de la
microbiota.

Los expertos recomiendan duchas
cortas
con agua templada y jabones suaves,
priorizando siempre las zonas de mayor sudoración y contacto con
bacterias. No todas las pieles necesitan la misma frecuencia de
lavado; en climas cálidos o tras hacer ejercicio, conviene aumentar
la atención. En clima frío o en casos de piel sensible, reducir la
frecuencia ayuda a conservar la hidratación y la barrera
natural.

Respetar el equilibrio entre limpieza y protección ayuda a
mantener la piel flexible, libre de irritaciones y con menos riesgo
de infecciones.

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