Carly Gregg, una joven de apenas 14 años, fue sentenciada a
cadena perpetua tras asesinar a su madre y atentar
contra la vida de su padrastro. El caso ha desatado un debate
intenso sobre la salud mental de los adolescentes, la dureza de las
leyes penales para menores y la presión social sobre la
justicia.

Carly Madison Gregg no era una adolescente famosa ni popular
fuera de su entorno, aunque su vida familiar tenía matices comunes
y oscuros. Viviendo con su madre, Ashley Smylie, y su padrastro
Heath Smylie, en una casa de Brandon, Carly fue descrita como una
joven reservada que enfrentaba varios problemas de
salud mental, sumada a dificultades académicas y aislamiento
social.
La tarde del 19 de marzo de 2024 cambió todo. Gregg tomó un
revólver .357 Magnum del dormitorio de sus padres y disparó a
quemarropa a Ashley Smylie. Unas cámaras de seguridad en la casa
captaron los momentos previos y posteriores: la adolescente, con el
arma en mano, caminando con aparente calma antes de que el sonido
de los disparos rompiera el silencio. Poco después, cuando
Heath Smylie llegó, recibió un disparo en el
hombro, pero logró sobrevivir y reducirla. Carly después intentó
ocultar pruebas, trasladando una de las cámaras a la nevera y
usando el teléfono de su madre para enviar mensajes que buscaron
encubrir el crimen. Además, se encontraron mensajes en los que
invitaba a amigos a ver el cuerpo sin vida de su
madre. Estos detalles, fríos y calculados, sorprendieron
tanto al jurado como a la opinión pública.
El juicio y las versiones encontradas
El caso de Carly Gregg fue llevado a juicio como si fuera
adulta, a pesar de que tenía 14 años en el momento del crimen. La
fiscalía argumentó que la adolescente actuó de forma
meticulosa y sin mostrar remordimiento, presentando las
pruebas de video, mensajes y comportamiento posterior como señales
claras de premeditación. Según los fiscales, Carly planeó el
asesinato, aprovechó la llegada tranquilizadora de su madre a casa
y esperó la llegada de su padrastro. Para ellos, no existía duda:
la mente de Carly estaba lúcida y consciente de sus actos.

Por otro lado, la defensa sostuvo que Carly atravesaba una
crisis mental grave. Presentaron informes médicos,
antecedentes de depresión, diagnósticos de trastorno bipolar y
testimonios sobre alucinaciones auditivas. Mencionaron cambios
recientes de medicación que pudieron desestabilizar a la joven.
Según el perito de la defensa, la chica había perdido contacto con
la realidad y su comportamiento era más propio de un brote
psicótico que de una mente criminal calculadora. Sin
embargo, los médicos de la fiscalía afirmaron que, a pesar de sus
problemas, Carly entendía la diferencia entre el bien y el mal y
actuó a sabiendas.
Sentencia, apelación y debate legal sobre menores
violentos
La condena sorprendió: cadena perpetua sin posibilidad
de libertad condicional y 10 años adicionales por
manipulación de pruebas, aunque ambos cumplidos al mismo tiempo.
Esta sentencia reavivó una discusión legal sobre el trato a
adolescentes en el sistema penal de Mississippi. Las leyes
estatales prohíben, en principio, la cadena perpetua sin libertad
condicional para menores, salvo en casos especialmente graves o con
aval del jurado, lo que la defensa buscó impugnar en un recurso
ante la Corte Suprema del estado.
Entre los argumentos principales de la apelación están la
velocidad con la que se llevó el proceso, impidiendo una adecuada
revisión de la salud mental de Carly, y supuestos errores en las
instrucciones al jurado sobre el concepto de “insanidad”. Además,
los abogados denunciaron comentarios indebidos del fiscal sobre la
posibilidad de libertad condicional, que podrían haber influido en
el veredicto. El juez responsable también fue criticado por,
supuestamente, dejarse influir por la repercusión mediática del
caso. Hoy, la apelación está en estudio y hay incertidumbre sobre
si la resolución puede sentar un precedente para otros menores
acusados de crímenes graves.


