#Salud: Así es como los antibióticos afectan la microbiota y ponen en riesgo la salud intestinal

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La microbiota intestinal está formada por
billones de microorganismos, en su mayoría bacterias que viven en
el intestino y colaboran en múltiples funciones esenciales.
Participan en la digestión, ayudan a la síntesis de vitaminas,
refuerzan el sistema inmune y actúan como barrera protectora frente
a infecciones. Su equilibrio es tan delicado que cualquier cambio
puede modificar de raíz cómo funciona el cuerpo. Entre los factores
más agresivos que alteran este ecosistema están los
antibióticos.

Impacto
de los antibióticos en la microbiota intestinal

Los antibióticos no distinguen entre bacterias “buenas” y
“malas”. Su acción para acabar con patógenos también debilita
poblaciones enteras de bacterias beneficiosas. Este cambio
repentino termina con el equilibrio de la
microbiota
y prepara el terreno para un problema conocido como
disbiosis.

La disbiosis ocurre cuando pierden protagonismo las bacterias
que ayudan al sistema digestivo y proliferan especies oportunistas
que, en condiciones normales, serían solo una minoría. La
consecuencia más inmediata suele ser la aparición de síntomas como
hinchazón, gases, dolor abdominal, diarrea o incluso náuseas y
vómitos. No es casualidad que muchas personas experimenten estos
problemas justo después de terminar un ciclo de antibióticos.

Alteración de la
diversidad microbiana

Uno de los efectos más notables del uso de antibióticos es la
reducción de la diversidad bacteriana. Un
ecosistema intestinal saludable depende de la coexistencia de
cientos de especies que cumplen funciones diferentes y
complementarias. Cuando se pierde esta variedad, disminuyen la
capacidad de metabolizar la fibra, la producción de ácidos grasos
útiles, la síntesis de vitaminas y la protección del intestino ante
agentes externos.

Los antibióticos pueden reducir de forma drástica algunas
poblaciones microbianas importantes como Firmicutes, Bacteroidetes
y Actinobacteria. Esta pérdida no siempre es temporal; en ocasiones
llega a ser irreversible, limitando la recuperación incluso meses
después del tratamiento. El intestino con menor diversidad queda
poco protegido, dejando espacio para bacterias resistentes o
dañinas.

Disbiosis y
complicaciones asociadas

La disbiosis favorece el sobrecrecimiento de
bacterias nocivas y las infecciones recurrentes. Entre los
problemas más graves está la proliferación de bacterias como
Clostridioides difficile, que pueden causar
diarrea intensa y serias complicaciones. Además, la reducción en la
producción de ácidos grasos de cadena corta, vitales para la
integridad de la mucosa intestinal, debilita la barrera protectora
y permite que sustancias inflamatorias entren en contacto con el
sistema inmune.

No es raro que después de un tratamiento antibiótico aparezcan
síntomas persistentes: cansancio, intolerancias alimentarias que no
existían antes, diarrea o, por el contrario, episodios de
estreñimiento. Con el tiempo, este desequilibrio puede conducir al
desarrollo de enfermedades inflamatorias intestinales e incrementar
la sensibilidad a infecciones.

Foto Freepik

Consecuencias
a largo plazo y estrategias de recuperación

El daño en la microbiota debido a los antibióticos no desaparece
al terminar el tratamiento. En muchos casos, la composición
microbiana tarda meses en restablecerse; a veces, la diversidad
nunca se recupera completamente. Esto implica un riesgo real de
infecciones repetidas, mayor resistencia bacteriana y el desarrollo
de trastornos crónicos, tanto digestivos como inmunológicos.

La exposición repetida a antibióticos planta semillas de cambios
duraderos. Las bacterias resistentes pueden instalarse de forma
permanente, pasando incluso a futuras generaciones. Por ello, es
clave implementar medidas que ayuden a recuperar y proteger la
microbiota, especialmente en grupos vulnerables.

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Riesgos en la
infancia y la vida adulta

La infancia es una etapa crítica para la formación de la
microbiota. Los antibióticos, administrados incluso en los primeros
meses de vida, alteran este proceso y pueden aumentar el riesgo de
enfermedades infantiles y en la vida adulta. Se ha observado
relación entre el uso de antibióticos en la infancia y un mayor
riesgo de asma, obesidad, infecciones recurrentes,
autoinmunidad y trastornos metabólicos
.

En los adultos, estudios recientes confirman que la pérdida de
diversidad microbiana puede aparecer a las 24 horas del inicio del
tratamiento y persistir hasta medio año después. Pocos días de
medicamentos pueden cambiar un ecosistema que lleva años
desarrollándose. Por eso, la toma de antibióticos en adultos no
está exenta de consecuencias: menor protección frente a infecciones
y posible predisposición a problemas inflamatorios o
metabólicos.

Recuperación y
protección de la microbiota

Recuperar la microbiota tras los antibióticos
requiere tiempo y estrategias activas. Una alimentación rica en
fibras fermentables y alimentos
prebióticos
(legumbres, verduras, cereales integrales)
sirve de “combustible” para las bacterias beneficiosas. El consumo
de alimentos fermentados como kéfir, yogur natural
y chucrut puede acelerar la repoblación bacteriana.

El uso de probióticos debe ser selectivo.
Algunas cepas, como Saccharomyces boulardii o
Lacticaseibacillus rhamnosus GG, han mostrado beneficios
en la prevención de diarrea y la restauración microbiana. Se
recomienda iniciar la suplementación desde el principio del
tratamiento y continuar unos días después, separando la toma del
antibiótico unas horas para aumentar la eficacia.

Otras estrategias útiles incluyen evitar el estrés crónico,
mantener una adecuada hidratación y seguir hábitos de vida
saludables. Técnicas como el trasplante de microbiota fecal y el
desarrollo de consorcios microbianos sintéticos también muestran
resultados interesantes en casos complicados, aunque su uso aún no
es común fuera de contextos médicos específicos.

Mantener la microbiota en equilibrio después de tomar
antibióticos es una inversión en
salud intestinal
y general. Con pequeños cambios y apoyo
adecuado, es posible recuperar el bienestar digestivo y reducir el
riesgo de problemas a largo plazo. La protección de la microbiota
debe verse como parte integral de cualquier tratamiento con
antibióticos, no sólo en quienes presentan molestias inmediatas,
sino en todos quienes buscan preservar la salud en el tiempo.

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