Una caída puede parecer un accidente sin más, pero en mayores de 65 años es una de las causas más frecuentes de lesiones. En Estados Unidos, las muertes por caídas se han multiplicado en las últimas tres décadas, y parte del problema se relaciona con fármacos que actúan sobre el cerebro y el sistema nervioso.

El objetivo de este texto es informar, no alarmar. Muchos tratamientos son necesarios, pero conviene saber qué efectos secundarios pueden subir el riesgo. Un punto clave: no se deben suspender medicamentos de golpe. Lo más prudente es revisar el tratamiento con el médico, sobre todo si aparecen somnolencia, mareo, confusión, peor equilibrio o bajadas de presión al levantarse.
Por qué algunos medicamentos aumentan el riesgo de caídas
El cuerpo cambia con la edad, el hígado y el riñón eliminan fármacos más despacio, y un efecto “pequeño” puede sentirse como un empujón. Muchos medicamentos alteran el estado de alerta y vuelven los movimientos más lentos. Otros causan visión borrosa, confusión o una coordinación menos fina, como si el suelo se volviera irregular sin serlo.
También es común la hipotensión ortostática, una bajada de presión al ponerse de pie que provoca inestabilidad y sensación de desmayo. El riesgo suele subir al empezar un fármaco, al aumentar dosis, al combinar varios que sedan, y al mezclar con alcohol. Un ejemplo típico del efecto combinado: somnolencia más piernas hinchadas puede acortar el paso y empeorar la marcha.
Los 4 tipos de medicamentos más relacionados con caídas y cómo reconocer señales de alerta
En la práctica clínica destacan cuatro grupos, llamados a veces fármacos que aumentan el riesgo de caídas. En personas mayores, señales tempranas como más torpeza, tropiezos, somnolencia diurna o mareos al levantarse merecen atención. Datos citados en divulgación médica señalan que, en 2022, un 32% de mayores de 65 usó analgésicos con receta en algún momento (con predominio de opioides) y un 17% tomó tranquilizantes o sedantes (con predominio de benzodiacepinas).
Benzodiacepinas e hipnosedantes para ansiedad o insomnio
Diazepam (Valium), alprazolam (Xanax) y lorazepam (Ativan) pueden causar sueño, reacción lenta y fallos de memoria. También se incluyen hipnóticos tipo “Z” como zolpidem (Ambien). El problema se nota mucho por la noche, cuando la persona se levanta al baño medio dormida. Con uso prolongado, el equilibrio puede resentirse y el riesgo crece.
Opioides para el dolor
Oxicodone, hidromorfona y codeína alivian dolor intenso, pero pueden producir sedación, mareo y confusión. El peligro aumenta con dosis altas o si se combinan con otros sedantes. En dolor crónico suele ir mejor un plan con varias medidas, porque una sola pastilla rara vez arregla todo sin coste.
Gabapentinoides para dolor nervioso o dolor crónico
Gabapentina (Neurontin) y pregabalina (Lyrica) se usan en dolor neuropático y también, a veces, en dolor crónico. Pueden dar somnolencia y, en algunas personas, hinchazón de piernas, lo que empeora la estabilidad. En los últimos años su uso ha crecido, en parte como sustitución de opioides, pero no son “libres de riesgo” para caídas.
Antidepresivos (incluidos ISRS)
Sertralina (Zoloft), citalopram (Celexa), paroxetina y tricíclicos como amitriptilina pueden afectar el equilibrio, sobre todo al inicio o con cambios de dosis. Aunque en mayores a veces se prefieren frente a benzodiacepinas para ansiedad, también pueden aumentar el riesgo de caídas. En población mayor, el uso de antidepresivos ha subido de forma marcada en las últimas décadas.
Qué hacer si se sospecha que un medicamento está causando caídas
Si hay caídas, tropiezos o mareos nuevos, lo primero es no cortar el tratamiento de forma brusca, ya que algunos fármacos pueden causar abstinencia. Lo recomendable es pedir una revisión completa, al menos anual, de todo lo que toma la persona (recetados, sin receta y suplementos), y preguntar si alguna dosis puede reducirse o ajustarse poco a poco.
También conviene revisar combinaciones, porque dos medicamentos “moderados” pueden sumar un efecto fuerte. Para el dolor, el médico puede valorar paracetamol a dosis bajas y opciones tópicas como gel de diclofenaco o parches de lidocaína. Para ansiedad, suelen ayudar terapia y técnicas de relajación. Para dormir, la higiene del sueño pesa más de lo que parece. Anotar somnolencia, mareos y caídas facilita una consulta más útil.


